En su ensayo La Fragilidad de la Bondad Martha Nussbaum señala la estrecha relación que existía entre filosofía y literatura desde los comienzos de ambas disciplinas. Homero era considerado como uno de los más grandes maestros éticos y sus personajes encarnaban verdaderos modelos de conducta ‒basta recordar la referencia que Fernando Savater hace a Héctor en su Ética para Amador‒; por otra parte, los primeros grandes filósofos, entre los que encontramos a figuras como Jenófanes, Parménides o Empédocles, eran al mismo tiempo poetas. De hecho, muchos autores que hoy en día son catalogados como poetas eran considerados filósofos por sus contemporáneos sin ningún tipo de duda. Y, ¿acaso no es El asno de oro de Apuleyo una inseparable y bellísima unión de ambos mundos?
Literatura y filosofía a menudo se superponen, lo que da como resultado una cierta literatura que habitualmente se caracteriza como filosófica. Sin embargo, parece que los objetivos y el enfoque de esta última es diferente al que tiene la filosofía. Allí donde la filosofía trata de ser objetiva la literatura normalmente se recrea en su subjetividad, por lo que conceptos como «verdad» o «falsedad» se acaban volviendo irrelevantes. Además, el filósofo aborda un tema o trata de resolver un problema desde una perspectiva puramente intelectual, casi desapasionada podría decirse, con un uso del lenguaje que trata de ser conciso más que estético. La literatura, en cambio, no duda en tomarse licencias artísticas y cuando trata un problema filosófico lo hace de tal manera que el lector puede sentirse más identificado, como ocurre en Los hermanos Karamazov o en Crimen y castigo. Dostoyevski plantea con Raskólnikov una ética nietzscheana, pero lo hace de una manera que en filosofía podría expresarse en unas pocas palabras. La virtud de Dostoyevski es darle forma real y reconocible a un problema relativamente abstracto. Del mismo modo, en Muerte en Venecia Thomas Mann utiliza al viejo profesor Aschenbach y al joven Tadzio para darle forma narrativa al Fedón de Platón.
El gran problema lo plantean aquellos autores difícilmente clasificables, esos que probablemente sean escritores y filósofos al mismo tiempo, como es el caso de Unamuno, de Italo Calvino, de Borges o de Albert Camus, que habitualmente acaban recibiendo la etiqueta de literatos porque no encajan en ningún ámbito de la filosofía académica. Rafael García Alonso hace un análisis de algunos de ellos en su libro Ensayos sobre literatura filosófica. Por no hablar de las influencias mutuas: de la literatura sobre la filosofía ‒Kafka y el existencialismo‒ o de la filosofía sobre la literatura ‒ Heidegger o Sartre sobre El extranjero‒. No se puede negar que a pesar de que la literatura de ficción por regla general no sirva de evidencia significativa para un argumento filosófico puede llegar a ser una buena fuente de inspiración para la filosofía.
¿No será, a fin de cuentas, que la distinción tajante entre literatura y filosofía en realidad no es tal y que ha nacido solo para que el ser humano tenga una visión más estructurada y clarificadora del mundo?
Excelente entrada. Me ha recordado muchos cuentos de Stanislaw Lem, en el que trata problemas de filosofía contemporánea, como la definición de la identidad.
¡Muy interesante! Siempre me ha interesado la filosofía, así que para mí no hay mejor forma de acercarme a ella que a través de la literatura. Me apunto el libro.
Interesante comentario. Efectivamente no hay distinción tajante entre literatura y filosofía, opino. La filosofía no es mas que una interpretación del mundo y eso mismo es la literatura. la diferencia radica, entiendo, en que la filosofía pretende ser una «interpretación-de-las-interpretaciones», lo que la situaría en otro nivel.
Si esto es posible esa ves la cuestión.
Saludos del búho
Muchas gracias, la verdad es que tenía algunas dudas sobre si publicarlo o mandarlo directamente a la papelera de reciclaje. Incluso partiendo del concepto de filosofía como «interpretación-de-las-interpretaciones» hay obras que están en una zona un tanto intermedia y que normalmente se sitúan a uno u otro lado de la frontera. Eso es un poco lo que he querido describir con el texto.
Completamente de acuerdo. Saludos