Twinkle Twinkle Baby de Andrea Canalito

Twinkle Twinkle Baby de Andrea Canalito

   Por suerte, el arte nunca dejará de sorprenderme. Hace tiempo hice un repaso por algunas de las obras artística me han causado mayor estupor, usando como factor común el hecho de que pusieran en peligro la integridad física de su autor o su público. Son trabajos todos ellos polémicos aunque al mismo tiempo fundamentales en la historia del arte de la segunda mitad del siglo XX. Hoy quisiera hacer una selección un tanto personal y aleatoria de instalaciones que tampoco me han dejado indiferente. Sé que me dejo fuera trabajos muy curiosos, pero es prácticamente imposible recogerlos todos en un solo artículo. No pongo nada, por ejemplo, sobre las increíbles instalaciones de Leandro Erlich porque ya le dediqué un artículo completo. También recomiendo leer lo que dije sobre la cama de Tracey Emin, la más famosa del mundo del arte.

   Si empezamos el recorrido con un poco de hambre siempre podremos deleitarnos con los deliciosos pastelitos gigantes de cervatillo espolvoreado con virutas. Con esta maravilla gastronómica, cocinada a lo largo de un año, sorprendió en 2008 la artista Andrea Canalito a los visitantes de las Galerías Majestic en Nelsonville, Ohio. El objetivo de la instalación es reflexionar de una forma lúdica sobre la vulnerabilidad de la naturaleza y su explotación por parte del hombre con una interpretación bastante original de las complejas relaciones que existen entre vencedores y vencidos, entre seres humanos y animales. La referencia a Bambi es casi inevitable.

Complejo mierda de Paul McCarthy

Complejo mierda de Paul McCarthy

   Pasemos al polo opuesto. Quisiera rescatar una obra de la que ya he hablado alguna vez porque no todos los días tiene uno la ocasión de sentirse insignificante contemplando una mierda del tamaño de una casa. Se trata de Complejo mierda, una escultura inflable de gigantescas proporciones que el artista Paul McCarthy expuso en 2008 en el exterior del centro de arte Paul Klee de Berna. Una inesperada anécdota hizo que la instalación fuera todavía más insólita: un golpe de aire hizo que la mierda se soltara y se fuera por los aires, causando varios destrozos por la ciudad. Uno de los titulares de la prensa del momento dijo: «Una mierda gigante siembra el caos en Suiza». Por cierto, si te interesa el tema escatológico y quieres conocer más obras de arte que hayan usado la mierda como protagonista te recomiendo que le eches un vistazo a este artículo.

Tape Vienna de For Use/Numen

Tape Vienna de For Use/Numen

   Una de las propuestas más sorprendentes presentadas durante la Semana del Diseño de Viena de 2009 fue una telaraña de 14 kilómetros y 30 kilos diseñada por el colectivo Numen/For Use como instalación parasitaria que invade ubicaciones arbitrarias. El trabajo, hecho con 270 rollos de cinta adhesiva transparente, es elástico y flexible, pero al mismo tiempo tan sólido que puede soportar el peso de varias personas en su interior. De hecho, más que como escultura está concebida comouna forma de arquitectura orgánica, una transformación que se produce en el momento en que el público entra en la estructura.

Klunk Garden de Gelitin

Klunk Garden de Gelitin

   Para quien no lo sepa, karesansui es el nombre con el que se conoce al típico jardín zen, ese que que se utiliza como forma de meditación y que está compuesto por arena poco profunda, grava, rocas y en ocasiones hierba, musgo y otros elementos naturales. Pues bien, a esos elementos naturales hay que añadir los que el colectivo de artistas austríacos conocido como Gelitin propusieron en una instalación en Pekín en 2009. Además de todo lo mencionado su jardín zen, llamado Klunk Garden, contaba con algunas partes de cuerpo humano, manos, cabezas e incluso algún trasero, propiedad de los artistas, que estaban estratégicamente colocados debajo de la instalación. La obra causó polémica y se interpretó como un ataque al concepto de karesansui al irrumpir dentro del espacio de meditación la carnalidad del cuerpo desnudo.

Knitting is for Pus**** de Agata Olek

Knitting is for Pus**** de Agata Olek

   Hace tiempo mucha gente pensaba que el ganchillo solo servía para hacer mantas y suéteres de abuela, pero desde que con el movimiento Street crochet empezó a tomar las calles del mundo entero, está claro que el límite de este arte es la imaginación. Llevada por el entusiasmo de esta moda, la artista polaca residente en Brooklyn Agata Olek trabajó con sus agujas como una loca en 2010 para llenar de ganchillo multicolor cada centímetro cuadrado de una habitación en la Galería Christopher Henry de Nueva York. Pero, siguiendo la filosofía del Street crochet, Olek no se conformó con las cuatro paredes de la galería. Se les entregó un mapa a los visitantes para que pudieran encontrar objetos recubiertos de ganchillo que habían sido esparcidos por toda la ciudad, incluyendo coches o personas. Su obra, que parte de una concepción de la vida y el arte como inseparables, propone «tirar del extremo del hilo y desentrañar la historia que hay detrás del ganchillo».

I Like Pigs and Pigs Like Me (104 hours)

I Like Pigs and Pigs Like Me (104 hours)

   Miru Kim, hija de un filósofo coreano, se dio a conocer en el mundo del arte con sus fotos en las que posa desnuda en lugares extraños, como fábricas abandonadas o en lo alto de edificios. Para ella el arte es una forma de superar los miedos, como el miedo a la oscuridad, al peligro o, como en su caso, el miedo a la suciedad, originado a raíz de un trastorno obsesivo compulsivo. Para conseguirlo en 2011 decidió convivir 104 horas seguidas con varios cerdos, algo que hizo en un corral instalado de una de las galerías del Art Basel de Miami ‒aunque no era la primera vez que lo hacía‒. Durante cuatro días Kim comió y durmió codo con codo con a los cerdos. La artista, inspirada en el filósofo francés Michel Serres y en su ensayo Los cinco sentidos, trata de conseguir que el público sienta el proceso de su cuerpo mezclándose con los cerdos. Según declaró ella misma, «cuando me mezclo con los cerdos siento que mi existencia más que nunca».

El Vandenberg por Andreas Franke

El Vandenberg por Andreas Franke

   La instalación del fotógrafo Andreas Franke no es tan extraña por lo que contiene sino por el lugar donde se encuentra. Este artista austriaco aficionado al submarinismo sacó en 2011 una serie de fotografías del Vandenberg, un antiguo buque de la segunda guerra mundial convertido en arrecife articial y sumergido a 100 metros bajo la superficie del océano Atlántico en Key West, Florida. Más tarde retocó las imágenes para introducir elementos ajenos a ese contexto y recrear escenas de la vida cotidiana. Pero Franke en lugar de exponer su obra en una galería al uso decidió convertir el propio buque en su particular galería de arte. Una exposición que solo podrás visitar si eres aficionado al submarinismo.

El canal de la truvia

El canal de la truvia

Pocos artistas han hecho tanto por convertir la comida en arte como Sam Bompas y Harry Parr desde que en junio de 2007 fundaran la compañía Bompas & Parr. Entre otras cosas se hicieron conocidos por sus esculturas hechas de gelatina o por haber hecho realidad el chicle de sabor cambiante de Willy Wonka. Con motivo del lanzamiento de truvia, un edulcorante sin calorías sustituto del azúcar, diseñaron una instalación promocional en la azotea del edificio Selfridges en Oxford Street. En ella los visitantes podían remar por un canal de agua verde mientras tomaban un cóctel y disfrutaban de las vistas aéreas del centro de Londres. Una experiencia, cómo no, digna de Willy Wonka.

WasteLandscape de Clémence Eliard y Elise Morin

WasteLandscape de Clémence Eliard y Elise Morin

   El arquitecto Clémence Eliard y la artista Elise Morin parten de un concepto del arte como reciclaje. Desde 2009 trabajan juntos en esa dirección, con instalaciones a medio camino entre el paisajismo y las preocupaciones medioambientales. Con las nuevas formas de almacenamiento de la información desde hace algún tiempo los CDs están condenados a desaparecer. Para darles una segunda vida ‒ya que son muy contaminantes‒ la pareja diseñó en 2011 WasteLandscape, con la que recubrieron el suelo del Centquatre en París con 65.000 CDs conectados con alambre. El resultado es un paisaje ondulante, lleno de extrañas colinas, que casi podría asemejarse a las escamas de una extraña criatura marina. Además de crear la conciencia de reciclaje, con esta obra consiguen dotar de una dimensión artística a un objeto pequeño y cotidiano. No es, por cierto, la primera vez que alguien hace un trabajo de estas características: en 2010 el diseñador londinense Bruce Munro distribuyó 600.000 CDs en la hierba en un campo de Wiltshire en el Reino Unido.

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