Lord Byron, por Thomas Phillips

Lord Byron, por Thomas Phillips

   Imagina por un momento a Lord Byron: de una belleza arrebatadora y unos modales exquisitos, joven y carismático, encantador e irresistible, buen conversador y poeta, inteligente e ingenioso, de origen aristocrático, pero también extravagante, licencioso y despilfarrador. Se decía que las madres ordenaban a sus hijas que no le miraran a los ojos porque creían que una sola de sus miradas tenía el poder de empujarlas a la perdición. Era lo más parecido a una estrella del rock que podía haber en el siglo XIX. A raíz de la publicación de La peregrinación de Childe Harold, una serie de poemas que narran sus viajes por Europa, Byron se catapultó a la fama con tan solo 24 años. Pero lo cierto es que se había convertido en una verdadera celebridad tanto como por su faceta de escritor como por la de amante. Se jactaba, por ejemplo, de haber tenido al menos 200 amantes en los dos años que vivió en Venecia entre 1817 y 1819.

   Con este perfil, desde luego, parece que Byron encajaría bien en el papel de vampiro moderno, como personaje de novela de Anne Rice o de Stephenie Meyer. Sin embargo, ¿son suficientes estos datos biográficos para aventurar que Lord Byron fuera el primer vampiro de la historia? En realidad, la explicación tiene más que ver con el Frankenstein de Mary Shelley y con un médico llamado John William Polidori.

   Pero empecemos por Polidori. En 1816 este joven entró al servicio de Byron como médico personal y le acompañó en sus viajes por Europa. En verano de ese mismo año la pareja de ingleses se encontraba en Villa Diodati, una casa que Byron alquilaba en el lago Ginebra en Suiza, en compañía de Percy Bysshe Shelley, de su esposa Mary Shelley y de Claire Clairmont ‒hermanastra de Mary‒, la condesa Potocka y Matthew Lewis. Una noche de junio, después de que el grupo leyera algunos cuentos góticos, Byron sugirió que cada uno de ellos escriben una historia de terror. Solo Mary Shelley y Polidori consiguieron finalizar el reto. Así nació Frankenstein o el moderno Prometeo. El libro de Shelley, fruto de una ensoñación, ensombreció por completo al texto de Polidori, que utilizaría como base de su historia El vampiro. A pesar de que la figura del vampiro es anterior a Polidori, su versión es la primera historia de vampiros que fusiona todos los elementos dispares del género en una narración coherente y es por eso que El vampiro, y no Drácula de Bram Stoker, se considera oficialmente como el nacimiento del vampiro moderno. Además, fue una clara influencia para novelas y relatos de vampiros posteriores, como Carmilla de Sheridan Le Fanu, El vampiro de Alejandro Dumas o Berenice de Edgar Allan Poe.

   Aunque la relación entre Lord Byron y Polidori había llegado a ser muy estrecha en esa época, nunca llegaron a ser grandes amigos, sobre todo por las constantes burlas y desprecios que Byron hacía hacia su médico, como este dejó por escrito en sus diarios. La relación entre ambos llegó a deteriorarse tanto que antes de terminar El vampiro Polidori perdió el favor de Byron y fue despedido. No se sabe muy bien qué fue lo que ocurrió de verdad entre ambos, aunque no faltan acusaciones de homosexualidad hacia uno y otro lado. De hecho, Fiona MacCarthy, autora de Byron: Vida y Leyenda sostiene que Byron conquistaba mujeres para ocultarse a sí mismo y a los demás que en realidad se sentía atraído por jovencitos.

   Curiosamente los dos relatos nacidos en Villa Diodati, tanto Frankestein como El vampiro, basaban sus personajes principales en la figura de Byron. Para los lectores de la época los rasgos de Byron eran tan reconocibles en Lord Ruthven, el vampiro protagonista, que el diario The New Monthly Magazine atribuyó la historia al propio Byron. Se dice que Polidori descargó en el relato todo el odio que inconscientemente sentía por Byron, de tal manera que este quedaba descrito como una especie de vampiro psíquico que le robaba la vida. Así que si al pensar en un vampiro se te viene a la cabeza un personaje aristocrático, seductor, juerguista o de vida disoluta recuerda que se lo debes a Lord Byron. Y, por supuesto, a Polidori.

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