Exaltación

Exaltación

   Paul Jordan Smith es un estudioso de la figura de Robert Burton y escritor poco conocido que, entre otros libros, publicó uno de las primeras obras que se hayan escrito sobre el Ulises de Joyces. Aunque lo cierto es que Jordan Smith no es recordado tanto por estos trabajos como por la monumental tomadura de pelo que hizo a los críticos de arte al inventarse su propio movimiento de vanguardia y convertirse de la noche a la mañana y sin ningún tipo de formación ni de experiencia en un reputado artista. No era la primera vez que a alguien se le ocurría inventarse un movimiento vanguardista para parodiar el nuevo arte: años atrás los poetas Emanuel Morgan y Anne Knish lo habían hecho con Spectra en literatura.

   Todo empezó en 1924, cuando la esposa de Smith, Sarah Bixby Smith, una pintora aficionada, mostró algunas de sus obras en una exposición local. En una época en la que el arte de vanguardias estaba en pleno auge, los realistas bodegones de Sarah despertaron comentarios despectivos por parte de los críticos de arte asistentes a la muestra, que no dudaron en calificar aquellas pinturas como parte de «la vieja escuela». Convencido de que los críticos habían sido demasiado cobardes como para dar una opinión sincera que contradijera el estilo dominante, Smith preparó una venganza en forma de broma para dejarlos en ridículo. Sin ningún tipo de conocimientos ni de técnicas en pintura, se propuso hacer el peor cuadro posible. Con unos viejos tubos de pintura, un cepillo desgastado y un lienzo defectuoso pintó en unos pocos minutos a una especie de mujer simiesca jugando con cáscara de plátano –que en un primer momento iba a ser una estrella de mar‒, con un estilo que recordaba ligeramente a la obra de Gauguin. Por último, tituló al cuadro Tenemos plátanos.

   Al año siguiente Smith decidió presentar su trabajo a una exposición que tenía lugar en el hotel Waldorf-Astoria de Nueva York. En el último momento decidió cambiarle el título por otro más sonoro, Exaltación,y le puso un elevadísimo precio para asegurarse de que nadie lo compraba. El lienzo aparecía firmado por un tal Pavel Jerdanowitch, un juego de palabras en el que adaptó su propio nombre al ruso de forma humorística.

Smith y Jerdanowitch

Smith y Jerdanowitch

Parece que la crítica no tardó en picar el anzuelo y al poco tiempo Smith recibió una carta de una revista de arte francesa, la Revue du vrai et du Beau, alabando su trabajo y pidiéndole una pequeña semblanza biográfica y una interpretación de la obra. Smith se inventó una dramática biografía: nacido en Rusia, Jerdanowitch llegó a Estados Unidos a los 10 años y tras vivir un tiempo en Chicago se trasladó con su familia al sur de California debido a que había padecido tuberculosis. A continuación se proclamaba como el fundador del movimiento llamado disumbrationismo e interpretaba el cuadro como un símbolo de la necesidad de «romper las cadenas de la condición de mujer». La protagonista del cuadro, que acababa de matar a un misionero –cuya cabeza está detrás‒, se atreve a comerse un plátano a pesar de que en su tribu eso estaba prohibido a las mujeres. Para finalizar, acompañó toda esa información con una fotografía de sí mismo caracterizado como Jerdanowitch, con un aire oscuro y melancólico.

Jerdanowitch acaparó una buena cantidad de elogios en la Revue du vrai et du Beau y tan grande fue su éxito que un año después se le invitó a participar en una exposición de Chicago en la galería de Marshall Field. Smith decidió ampliar la obra de Jerdanowitch para la ocasión y así fue como nació la serie formada por Aspiración, Adoración e Iluminación. Los críticos de diversas publicaciones, entre ellas el Chicago Evening Post o La Revue Moderne, alabaron la obra de este nuevo artista ruso.

Aspiración

Aspiración

  Pero el 14 de agosto de 1927, cuando Jerdanowitch se encontraba en la cima de su carrera artística, Smith decidió confesar el engaño en la portada del diario Los Angeles Times. Según Smith, el objetivo de la broma era demostrar lo absurdo del arte moderno y la ignorancia de los críticos. Además añadió las siguientes palabras: «He tenido más publicidad por esta pequeña broma, que me ha llevado no más de una hora, que por todo el trabajo serio que he hecho a lo largo de mi vida». De cualquier modo, incluso después de haberse desvelado la verdad sobre Jerdanowitch todavía había críticos que seguían afirmando que Smith había conseguido llegar tan lejos con su engaño era porque realmente poesía un gran genio artístico. Es más, en 1931 una galería de Boston organizó una exposición monográfica sobre Jerdanowitch, en la que Smith tuvo a bien escribir un catálogo acorde con la broma.

   La broma de Smith, en cierta manera, sentó precedentes para que volviera a repetirse, con distintas variantes, a lo largo del siglo XX. Te recomiendo que le eches un vistazo a la historia de Pierre Brassau, un mono pintor que también puso a los críticos de arte en un buen aprieto.

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