Francis Douce fue un importante anticuario del siglo XIX, miembro destacado de la Sociedad de Anticuarios de Londres y conocido por su valiosa colección de libros, grabados y todo tipo de curiosidades y artefactos. Entre 1799 y 1811, además, trabajó brevemente como archivero en el Museo Británico, un cargo al que se vio obligado a renunciar a causa de una pelea con uno de los administradores de la institución. A partir de ese momento Douce guarda un profundo resentimiento hacia el Museo Británico y lo plasma en una lista de quejas que a día de hoy todavía se conservan en la Biblioteca Bodleian de la Universidad de Oxford.
Cuando Douce falleció en 1834 dejó gran parte de su valioso legado a la Biblioteca Bodleian, pero incluyó una clausula un tanto inusual dirigida al Museo Británico, sobre todo teniendo en cuenta las desavenencias que había tenido con esta institución. Les legó una caja sellada, sin candados ni llaves, y una placa con una inscripción que indicaba que solo podría ser abierta el 1 de enero de 1900, sesenta y seis años después de su muerte. Pasado ese tiempo los responsables del Museo Británico podrían decidir si quedarse con la caja o enviarla a la Biblioteca Bodleian, junto a las demás pertenencias de Douce.
A medida que el plazo final se acercaba la caja de Douce iba despertando el interés de los círculos eruditos. Después de esperar más de medio siglo el 1 de enero de 1900 los administradores del Museo Británico se reunieron con gran expectación y curiosidad para abrir la caja. La tapa fue retirada y todos los presentes se asomaron al interior. Sin embargo, en lugar de valiosos documentos en el fondo solo había un montón de papeles rotos, y sobre todos ellos una nota que decía que sería una pérdida de tiempo legar nada a los ladrones del Museo Británico.
Con el tiempo la historia en torno a la caja de Douce se ha llenado de leyenda, pero según parece la broma de ultratumba no hizo demasiada gracia a los responsables del museo y todo terminó cuando se le pidió a uno de los porteros que tirara a la basura su vengativo legado.
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