Hace poco, en el torrente de Twitter, apareció por ahí escrito que la lectura nos salvaría. Me gustó, lo cogí, lo reenvié a los insensatos que me siguen y alguno de ellos hizo lo mismo que yo. Y es que son buena gente y la frase lo merecía. Después me quedé pensando en ella, porque es una frase que suena bien y, además, no es sólo eso, porque leer nos salvará, literalmente.
Leer nos cambia y nos mejora, y no estoy hablando sólo de textos de aprendizaje o técnicos. Se ha demostrado ‒y en España nada menos‒, que leer ficción activa los circuitos cerebrales asociados con las palabras.
Leer términos con un fuerte nexo con el olor, como «café», activan la parte del cerebro encargada de oler. Mientras tanto, al otro lado del océano, se comprobaba que metáforas sensoriales como: «la cantante tiene una voz de terciopelo», activaba las regiones asociadas con el sentido de la metáfora, en este ejemplo, el tacto. En un tercer punto del triángulo, en Francia, se descubría que frases relacionadas con acción y movimiento iluminaban en el cerebro las partes responsables del sistema motor.
Algo ocurre dentro de nuestras cabezas cuando leemos, eso que ocurre, según parece, es que no sólo comprendemos lo leído, sino que lo vivimos, y lo vivimos en el mismo sentido en que nuestro cerebro puede vivir lo que tocamos y vemos. Éste es otro debate fascinante, que no cabe hoy ni en estas líneas, el hecho de que nuestro cerebro no suele distinguir mucho entre «fantasía» y «realidad».
La cuestión es que leer nos salva de muchas cosas y la primera es de una vida lineal, de una vida única que muchas veces consiste en levantarse, producir, reproducirse, apartarse de en medio y morir. Pero además de que leer nos da más vida y más vidas, también nos ayuda a comprender mejor a los demás. Raymond Mar es alguien apasionado por descubrir qué nos hace la literatura. Una de esas cosas es que, aquellos que leen con frecuencia obras de ficción, son capaces de entender mejor a otros, empatizar y ver el mundo desde otra perspectiva que no sea su ombligo.
La literatura nos salva de ver el mundo desde un solo punto, nos permite verlo más completo, desde más ojos que el resto. Y la literatura, además de mejorar nuestra cultura, hacer que seamos más proclives a votar, ejercitarnos y estresarnos menos, es capaz de luchar contra la demencia.
He rozado el tema de cerca, es el infierno y quien lo haya presenciado en algún ser querido, lo sabe. Cada vez vivimos más y eso nos expone al hecho de que la demencia clave sus garras. Esa enfermedad es una oscuridad que nos va robando lo más preciado y casi lo único que, a esas alturas, nos queda: los recuerdos y la poca capacidad que tendremos aún de operar en el mundo.
La demencia no tiene cura hoy, pero tiene enemigos que luchan a nuestro lado. Leer es uno de ellos. Leer coge piedras del suelo y se las arroja a ese terrible adversario, empuja con nosotros a esa oscuridad que no deja de acercarse. Y no puede curarla, pero se ha demostrado que, si nos afecta, leer acude en nuestra ayuda, junto con escribir y jugar. Leer coge el escudo y lo pone delante de nuestras memorias, para protegerlas y que el tiempo y la enfermedad no las roben.
Todavía no lo sabemos todo sobre la lectura y cómo nos cambia, pero sí sabemos una cosa, que leer nos salva y que esa no es una frase hecha.
Buenas tardes… Gracias por tan magnífico artículo. Un saludo
Gracias a ti por pasarte. En este caso el artículo hay que agradecérselo al gran Isaac 🙂
Agudo y certero, me ha encantado leerlo. Gracias.
Otro estupendo artículo y al último grito en neurociencia: todo lo que aporte flexibilidad cognitiva nos mejora en empatía, en comprensión, en imaginación, en memoria y por supuesto, nos protege del deterioro neuronal. Compartimos!
Hola a todos, me alegro de veras de que os haya gustado el artículo.
Pronto, más… 😉
Un saludo.
Isaac
De algo tan simple puede causar algo tan grande.
Gran artículo 🙂
Saludos!
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