La era espacial se mide en culos de vacas (en paralelo)

La era espacial se mide en culos de vacas (en paralelo)

   Ocurre a menudo, yo por lo menos lo observo, que los humanos nos vanagloriamos de éxitos de la ingeniería y la técnica. Por ejemplo la llegada del hombre a la luna o la creación de Internet. Pero ocurre, aunque no con menor frecuencia, que la negligencia y la curiosidad confabulan en nuestro detrimento y nos frenan. Lo que la mayoría de las personas que leéis esto no sabéis es que el diámetro máximo del cohete impulsor de la NAVE mide aproximadamente dos culos de buey. Pero para ello debemos viajar un poco en el tiempo.

   El antecesor de la vaca doméstica es el uro, un gran bovino que vivió hace 7.000 u 8.000 años en el Oriente Próximo y Oriente Medio, los actuales Irán, Irak y Siria. Los bueyes, al menos de media, son animales de una envergadura considerable, capaces de llegar a pesar una tonelada constituyeron en la antigüedad una fuerza motriz a tener en cuenta.

   Nuestro amigo el uro, una vez domesticado y transformado en buey fue en principio usado para labrar campos y arrastrar grandes cargas hasta que fue descubierto el principio del carro, hará aproximadamente cinco mil años. Para transportar carga grandes distancias dos bueyes eran atados en paralelo y sometidos mediante un yugo que los ataba entre sí. El motivo del número dos es bastante obvio: el carro debía ser todo lo ancho posible ‒a más ancho más carga‒ pero no debía plantear problemas en los caminos. Un buey era poco, tres eran demasiado. De ese modo se estableció en dos el número correcto de bueyes que tirasen de un carro, y esto marcó la distancia entre las ruedas del mismo, que oscilaba entre 1,4 y 1,5 metros.

   Muchos siglos después, cuando las primeras vagonetas mineras comenzaron a ser arrastradas a las minas y desde ellas y el uso del animal pasó a convertirse en algo secundario gracias a la potencia del vapor ese ancho de vía siguió hasta convertirse en un estándar de la minería hasta que en el año 1829 George Stephenson amplía la separación entre vías un palmo por los problemas que fuese a ocasionar la alta velocidad en las curvas cuando se construía la segunda línea de ferrocarril del mundo.

   El último salto de nuestra historia nos lleva al lugar donde se construyen la mayoría de unidades impulsoras de las naves espaciales, que es cualquier sitio de Estados Unidos menos Florida. No me preguntéis por qué. Se han llegado a construir hasta en Nevada ‒el otro extremo‒, con las complicaciones que surgen en el transporte. Para poder llevar un cilindro que ha variado de entre tres y seis metros de diámetro ‒y que posteriormente se llenará de combustible‒ se han utilizado vehículos inmensos por carreteras, pero para eso hay que cortar tendidos eléctricos, talar árboles, reformar carreteras, parar pueblos enteros durante días y ocupar carreteras para evitar problemas.

   ¿Cómo lo han solucionado? Haciendo que el cilindro viaje en tren desde donde fue fabricado hasta desde donde será lanzado. Esto supone un problema: el cilindro será tan grande como el túnel más pequeño. Esto nos vuelve a llevar a las vacas, quienes desde hace siglos han marcado el ancho de vía, diámetro de túnel y una infinidad más de factores de nuestro entorno. Como la letra A del alfabeto. Pero eso será otro artículo. Hoy podréis dormir sabiendo que gracias al trabajo de miles de personas en los últimos ocho mil años no tenemos más potencia de lanzamiento espacial, lo que limita en gran medida hasta dónde podemos llegar y las dimensiones de las naves.

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