Quien me ha leído un poco quizá sospeche que, si voy a hablar de escritura y escritores, Ernest Hemingway acabará saliendo por algún lado. Esa sospecha tiene fundamento, así que quizá lo mejor sea quitarnos de en medio ese ritual cuanto antes.
Hemingway llegó hasta el Nobel y por el camino le mordieron muchas críticas feroces. Sus propios padres aborrecían lo que escribía y no querían sus libros en casa, renegando de la prosa de su hijo. Algunos pensaban que había demasiada violencia en sus relatos, otros decían que sólo escribía sobre soldados, luchadores y bebedores.
¿Y cómo se tomaba Hemingway la crítica? Pues como todos, fatal. Le ponía furioso, decía que los que escribían no deberían ser criticados por los que no podían contar una historia.
Mientras creaba Adiós a las armas tuvo problemas con el final. Escribió varios y en general no sabía qué hacer, así que pidió ayuda a un viejo amigo y otro grande de la época, Scott Fitzgerald. Éste le escribió una carta con anotaciones de la obra y le propuso un final. Fitzgerald, sin duda, era uno de esos que sí podía escribir una historia. Cuando Hemingway recibió la misiva con las críticas y el final, anotó en el margen su opinión sobre la opinión.
«Bésame el culo».
Así que, básicamente y a pesar de lo que decía, la crítica la tomaba igual viniera de quien viniera. Después la amistad entre ambos quedó malherida cuando Ernest escribió una dura carta a Scott criticando Suave es la noche. Creo que esta historia es un buen reflejo de cómo la crítica afecta y es tomada de verdad, en el fuero interno que muchas veces no se dice. Da igual lo grandes que sean los artistas y lo mucho que les hayan dicho que son genios. Tienen el mismo desamparo que cuando a una madre le insultan el hijo y muchos gigantes se tambalean cuando otro, a veces ignorante, dice algo negativo.
Lo curioso de las críticas es que una negativa, aunque sea irracional, tiene mayor poder que cien alabanzas. La respuesta a eso está en nuestra atención selectiva. Hacemos más caso a lo negativo que a lo positivo y es inevitable. Le damos mucho más peso y es una cuestión de supervivencia que tenemos instalada desde muy antiguo. Eso lo saben bien los telediarios, pues uno lleno de buenas noticias, aunque loable, dejaría de emitirse por poca audiencia.
La cuestión es, la crítica es inevitable, escribas o hagas cualquier cosa. Me da igual que seas Superman y estés desviando el meteoro que destruirá el planeta, habrá quien te critique y no serán pocos. Somos humanos, nunca nos ponemos de acuerdo en nada y nosotros menos. Un amigo extranjero me dijo una vez: «dos españoles, tres opiniones». En el tema de la escritura este efecto es claramente visible. Muchas veces un libro se convierte en clásico y nadie sabe por qué. El tiempo y circunstancias ajenas al libro en sí suelen influir, en mi opinión, pero no es raro que un libro que se considera clásico ahora fuera criticado al salir. Y no por ser adelantado a su tiempo, sino simplemente porque lo consideraban malo. ¿Ejemplos? Los Miserables, Moby Dick, El guardián entre el centeno, El Señor de los Anillos… Y así hasta todo libro que consideramos un referente. Uno puede buscar un poco y ver que no se libraron de obtener duras críticas.
Tampoco es raro el hecho de que las editoriales rechacen manuscritos que luego se convierten en superventas o libros de culto. A Harry Potter lo repudiaron doce veces hasta que una pequeña editorial lo publicó. ¿El motivo? La hija del jefe, que con ocho añitos de nada insistió a su padre en que lo hiciera. Otro caso paradigmático es La conjura de los necios. Su autor, John Kennedy Toole, se suicidó porque todos rechazaban su obra, lo cual es una crítica de no considerarla adecuada a ella y, por extensión, al que la escribió. Toole acabó suicidándose por eso y su madre insistió hasta ver el sueño de su hijo cumplido. El resto es historia.
Así pues, ¿cómo se toman los escritores las críticas? Pues fatal. Y sí, ya sé que encuentras un montón de frases ingeniosas por ahí, sobre cómo la crítica no es nada y no debes tomarla mal. De hecho, que te critiquen es un signo de que estás haciendo algo, mientras los demás no hacen nada. Es cierto, pero que sea cierto no tiene nada que ver con que algo duela o no. Además, sospecho que ese no fue el primer pensamiento de los que escribieron esas frases ingeniosas. Es posible que lo primero que pensaron fue un insulto, o muchos, y que luego lo sublimaron con el ingenio porque la alternativa era hacerlo a tiros. ¿Cómo lo sé? Pues confieso que no lo sé, pero lo sospecho poderosamente y a veces, alguna de esas frases ingeniosas me parecen dar la razón. «La gente pide críticas, pero lo que quiere en realidad son alabanzas», escribió Somerset Maugham en un arranque sincero.
Supongo que todo responde a que los escritores, lo parezca o no, son humanos. Nos horroriza la crítica del grupo, es algo que llevamos muy dentro, probablemente hasta grabado en una parte del ADN. En un contexto así el escritor y el artista son insensatos. Cogen lo más vulnerable que llevan dentro, hacen algo con eso, lo exponen ante todos ‒cultos, tontos, buenos y malvados‒ y dicen: «aquí está, decidme».
Y siempre habrá alguien que dirá barbaridades, porque eso también es ser humano.
Aquí está, decidme… pero es parte de mi carne y de mi sangre, lleva mi sudor en casa página, lágrimas y risas impregnan cada frase, cada palabra, a veces peleadas hasta el dolor más lacerante… criticame, sí, pero mímame también, porque necesito saber que mi dolor tenía un sentido.
A nadie le gusta que le señalen sus defectos, pero si se hace con las palabras adecuadas, se le puede sacar muchísimo provecho. Por eso yo siempre pido que me critiquen, pero a la gente le cuesta muchísimo, no se atreven. Y es que criticar, como escribir, es un arte, y no todo el mundo es capaz de hacerlo (bien).
¿Qué se puede añadir? Estoy de acuerdo con todo… El impacto de una crítica es siempre brutal. Sí, somos humanos, pero quizá durante los primeros minutos, inmediatamente posteriores a la crítica, no razonamos del todo como es de esperar dada nuestra especie… Imagínate si es la primera, la más esperada, la que te tiene en vilo toda la noche, o durante todo un día… porque de ella depende si te lanzas o no a la aventura de escribir en serio… (no lo he vivido, pero me obsesiona bastante porque he estado a punto de lanzarme más de una vez, luego me he rajado… Todo el mundo publica, soy una gota de agua en mitad del mar, si me evaporo habrá muchas más completando la gran piscina terrestre… y, además, no creo que lo que escriba sea suficientemente bueno y llevaría muy mal las críticas…) Este artículo sí que es genial 😉 Gracias. Un saludo.
Es cierto que las críticas, al final, son lo que más te hace avanzar y mejorar. Muchas veces, de hecho, es lo único. Mejoras aunque sólo sea por no revivir ese momento, por vivirlo menos, por impresionar a aquel o no decepcionar de nuevo a ese… Lo que ocurre es que el que te hagan avanzar y que duelan son dos temas íntimamente unidos y distintos.
En el momento, no he conocido a nadie que no le siente como una patada entre las piernas. Poniendo sonrisa a veces, pero patada entre las piernas. Si encuentro a semejante persona quizá le ponga un altarcillo y todo, con un par de velas, porque de verdad será mi ídolo.
La paradoja es que, al final, la única manera de que la patada duela menos es teniendo muchas críticas, porque acabas haciendo callo.
Como con todo, los humanos nos acostumbramos hasta a eso.
Saludos.
Creo que la clave está en hacer críticas constructivas y no destructivas. No críticas complacientes, sino críticas con las que poder mejorar. Creo que esas son las más difíciles de hacer, porque echar por tierra todo el trabajo de una persona sin dar argumentos es muy fácil. Lo difícil es dar un material sobre el que seguir trabajando y construyendo.
Incluso las constructivas muchas veces cuesta digerirlas, pero si partimos del hecho de que a nadie le gusta que le digan que hace las cosas más, lo mejor es tomarlas con la mayor naturalidad posible.
Me gustaría añadir aquí un factor más del que no se ha hablado, la autocrítica, que para un escritor puede llegar a ser incluso más nociva que la crítica de terceros. Creo que es algo que ha arruinado a muchos potenciales escritores. Y, de hecho, me parece que en un momento u otro es algo con lo que todo escritor tiene que lidiar. En los cursos de escritura se enseña a callar al crítico que todo escritor lleva dentro, por lo menos durante el proceso de escritura. En sus buenas dosas también es necesaria, claro está.
Además, con Hemingway siempre estaba el riesgo de que se calzase unos guantes de boxeo y te hinchase.
Sé que no debería poner un enlace a mi blog, pero es para no cortar y pegar el texto que escribí entonces sobre le crítica destructiva, que nadie se ofenda:
http://laleydeotros.wordpress.com/2014/03/26/critica-destructiva/
Me ha gustado el enlace al blog de Carlos B. Cuesta asumirlo, pero es lo acertado. La única manera de llegar a ser buen escritor es aceptando que no toda (ni mucha) de la crítica que se le haga a tus textos van a ser alabanzas. Gracias. Un saludo.
Bueno, de última miremos el lado positivo, en la historia quedan los artistas y sus obras, no las criticas que recibieron, ayuden o no, a crecer al autor.
Interesante aportación Carlos, como siempre. Y muy bien traída, no creo que esté de más, complementa muy bien el artículo.
[…] Antes de exponer nuestra creación, asumamos que, estadísticamente, le va a gustar a poca gente. Afrontémoslo. Incluso aunque se convierta en un superventas. Ningún gran texto o escritor ha sido unánimemente aclamado. Cada artista tiene su público y nosotros deberemos encontrar el nuestro. La crítica es inevitable. […]
[…] sabio acudir a los más sabios y ver qué hacen ellos. Hace un tiempo ya hablé en otra parte de cómo escritores legendarios se tomaban las críticas y puedo resumir ese artículo enlazado en muy pocas palabras. Incluso los que eran y se sabían […]
Una opinión que comparto totalmente. Fantástico texto el que has escrito y que demuestra muy bien lo que suele pasar con las críticas.
Aún así, existen diferentes tipos de críticas y si son con buena intención y de buenas maneras, a pesar de nuestro propio ego que nos ciega en muchas ocasiones, hay que ser capaces de ver más allá e intentar mejorar en lo que podamos.
Quizás los escritores en la mayoría de las ocasiones pequen de un ego excesivamente grande, no serán todos, pero si una gran parte de ellos.
[…] Bésame el culo, o como los escritores se toman la crítica. […]
[…] en este, ni yo ni nadie te va a decir algo que sirva. No hay escritor que se tome las críticas bien, sólo hay grados de disimulo. Si Hemingway se liaba a puñetazos o mandaba a tomar a sus amigos […]