Michael observa el centro financiero de Los Santos

Michael observa el centro financiero de Los Santos

   Los Santos es una sátira virtual diseñada por Rockstar, con miles de guiños al cine, que muestra y resume lo mejor y peor de una ciudad como Los Ángeles; en donde Hollywood es Vinewood y personajes como Al Di Napoli recuerdan a estrellas como Leonardo Di Caprio.

   El videojuego es uno de los sandbox más vastos y completos que se ha hecho hasta la fecha y, como no puede ser de otra forma, tiene un modo offline y otro online.

   El offline, cuenta la historia de dos atracadores de bancos, que se «encuentran» años después de un golpe que salió mal, a los que se une un chico dispuesto a todo por salir del gueto.

   Los tres son los protagonistas y puedes acceder a sus vidas casi en cualquier momento de la forma más «inoportuna»; el atractivo reside en que son muy diferentes, con sus: defectos, virtudes y otras peculiaridades que hacen que parte del juego sea puro voyeurismo.

   Por ejemplo, Michael, cuyo aspecto bien podría ser un híbrido entre Tony Soprano y Robert De Niro, tiene rasgos físicos y psicológicos propios; las dosis están bien medidas para que no acaben siendo simples «homenajes», de modo que sólo verás a un padre de familia ‒desestructurada‒ que pretende vivir en paz su retiro en una mansión y por ello ve a un psicólogo, en un intento fallido de digerir su vida.

   La historia offline, negra como la mejor película de género, no tiene desperdicio. Además, el argumento no sucede de forma totalmente rígida y te permite alterar el desenlace, aparte de otros sucesos puntuales.

Jugadores online dándose caza

Jugadores online dándose caza

   Los Santos online es una ciudad mucho más peligrosa que la que se juega en solitario. Para empezar, otro jugador, desde cualquier parte del mundo, puede poner precio a tu cabeza o enviarte sicarios para que te den pasaporte.

   Por eso, para jugar online, aparte de blindar mi coche y llevar chaleco antibalas como babero, decidí crearme un personaje femenino que compensase el exceso de testosterona del otro modo, pero que no por su feminidad fuese menos intimidante.

   El editor de personajes es muy curioso, porque tienes que elegir a sus abuelos, a sus padres, puedes mezclar razas, las horas que duerme, si sale mucho de fiesta… y según lo que combines sale o no con un aspecto saludable. Finalmente, parí a una valkiria macarra con peinado iroqués, adicta a la ropa cara, las carreras clandestinas y a los superdeportivos; que colecciona ‒por decenas‒ en los garajes privados de sus dos apartamentos de lujo en el centro de la ciudad.

   Un dato curioso es que todas las protagonistas femeninas son lesbianas, ya que hacen todo igual que los hombres, exactamente.

   Bien, el caso es que, en el modo online, no llegas a ser multimillonario así como así. Hay quien te dirá que primero tienes que delinquir de lo lindo, haciendo trabajitos que van desde atracar todas las licorerías de tu barrio, hasta abrir la caja fuerte en un complejo farmacéutico; trabajo mal pagado por algún capo, porque hay que descontar todo lo que inviertes en el golpe. Por eso, es muy difícil y lento que te hagas multimillonario, porque Los Santos, como su «homónimo» real, es una ciudad cara.

Mi personaje online dispuesto a todo por la pasta gansa

Mi personaje online dispuesto a todo por la pasta gansa

   ¿Entonces, cómo es posible que yo tenga dos apartamentos de lujo, veinte deportivos ‒alguno cuesta un millón de dólares‒ varios helicópteros ‒que cuestan más‒, un tanque, cinco barcos, camiones, un arsenal y veinticinco millones de dólares en mi cuenta del Maze Bank?

   Bueno, podría haber comprado algunas de las tarjetas de crédito que Rockstar vende en la tienda online del juego ‒que te transfieren, por unos cuarenta euros, tres millones de dólares a tu cuenta‒, pero para ser fiel a un juego que va de delincuentes, lo mejor es delinquir; incluso más allá del juego en sí.

   GTA V es un juego tan vasto, en el que puedes hacer y pueden ocurrir tantas cosas, que tras un producción de más de cinco años, somos los jugadores los que acabamos testándolo todo y siempre encontramos algún bug ‒fallo‒.

   En esta ocasión, tras casi veinte actualizaciones entre parches y apaños, no han conseguido impedir que, de una forma u otra, clonemos los coches más caros, para venderlos, una y otra vez, hasta hacer millones; quizá por eso no se han vendido las tarjetas crédito whale shark como esperaba Rockstar.

   Calculo que me habré ahorrado unos cincuenta millones de dólares virtuales y si lo divido entre tres millones –que es lo que te da cada tarjeta que pagas en euros–, resulta dieciséis tarjetas, que, a cuarenta euros cada una, son seiscientos cuarenta euros que «no he necesitado comprar» hasta la fecha ‒y soy de los que tienen poco, que hay otros por ahí que tiene doscientos millones‒.

   «Vamos a ir a por los tramposos» –dice Rockstar–, y la comunidad de jugadores responde: Estos son nuestros honorarios por encontrar los fallos a un videojuego que se nos vendió como terminado.

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