Entre Her, Trascendence, y mi nuevo iPhone 5s, llevo varias semanas dándole vueltas a lo mucho que me apasiona la tecnología. No obstante, esa pasión se entremezcla con el miedo al impredecible futuro al que parece que nos vemos abocados por el uso excesivo del mundo tech. En un futuro, nuestros bisnietos hablarán de la IV Revolución Industrial y Tecnológica con total normalidad; nosotros la estamos viviendo.
Yo prácticamente ya no escribo mis mensajes de Whatsapp. Me comunico dictando. A veces incluso voy trabajando en el ordenador mientras le digo a mi asistente virtual –la mítica Siri de iOS- que vaya apuntando las ideas que se me ocurren en notas, que automáticamente aparecen en mi portátil personal gracias a la nube de turno. También le pido que programe mis citas y que llame por mí, o incluso que me ponga mi canción favorita. Qué vaga soy, ¿no? En realidad es una cuestión de eficacia. Trabajo el doble en la mitad de tiempo.
El pasado año estuve en la charla de un ponente sobre marketing digital que empezó contándonos que el objetivo de cualquier desarrollador era facilitarle la vida al cliente potencial. Facilitarle la vida. Ahí está la clave. Y poco a poco, cada vez que uno de esos nuevos gadgets llega a nuestras casas, parece que nosotros nos volvemos más inútiles. La vida se vuelve más fácil, y del mismo modo que nuestros antepasados cambiaban al buey por el tractor, nosotros reemplazamos el lápiz por la tablet.
¿Pero no se convertirá esa nueva calidad de vida en un arma de doble filo? A veces noto que me cuesta escribir a mano con la misma soltura que antes. En cambio, mis dedos vuelan por el teclado con una habilidad pasmosa. Se me viene a la mente la película de Los Sustitutos ‒basada en el cómic de Wendele y Venditti‒, donde en el año 2017 los humanos descansan en sus butacas, conectados mentalmente a representaciones mecánicas de ellos mismos que campan a sus anchas por las calles; jóvenes, bellos e incapaces de morir. Ese extraño futuro está más cerca de lo que creemos, y siento una especie de hormigueo en el estómago, aunque todavía no sepa como reaccionar ante él.
Google Glass y todos sus derivados, las impresoras 3D, la nanotecnología, los vehículos eléctricos, la realidad aumentada, los nuevos usos del hidrógeno, chips implantados, ciudades inteligentes, «el Internet de las cosas», sensores que salvan vidas… En definitiva: ¿Qué pastilla escoges, Neo?
Buenas tardes…
Elijo la roja… -como Neo-, porque para ver lo de la azul no necesito pastilla alguna, creo… El caso es que resulta muy inquietante pensar en un futuro dominado por máquinas, y digo dominado porque no soy capaz de imaginar a una persona que, padeciendo pereza mental, logre que su mente se las ingenie lo suficientemente bien como para reaccionar de una forma casi tan eficientemente como lo haría una máquina. La única posibilidad sería, pienso yo, que alternase de forma habitual lo físico y lo virtual, para manejar ambos de tal manera que fuese capaz de prescindir de uno, sabiéndose defender mínimamente en el otro; aprender a valerse de uno y otro facilitaría mucho su vida. Lo importante es que no se abandonarse a una sola, sino encontrar el equilibrio (en caso de no encontrarlo, buscarlo sería una buena opción…) No conocía la película (ni el cómic) de «Los Sustitutos», pero los buscaré. Gracias. Un saludo.
Habría estado bien citar algunas obras y autores cuyos mundos condicionaran a los hombres en fallidos intentos por mejorar la sociedad, y que se basaran en la tecnología (Huxley, Orwell, etc.) pero tu artículo habría ocupado el doble y mi comentario se habría extendido bastante más (imagínate qué divertido)… Por cierto, el término «pereza mental» (añado una definición propia: dícese de la patología que afecta a quienes supeditan su capacidad de reflexión a las nuevas tecnologías), no sé si existe…
Un artículo muy interesante. Yo soy de la vieja escuela, más o menos. He probado productos Apple y no me han llegado a enganchar, y como mucho me quedo en los Android. Yo, por ejemplo, no le hablo a mi móvil. Sé que tiene esa opción, y debe ser chula porque te busca restaurantes y lo que necesites. Llámame clásico, pero tengo dos agendas y un bolígrafo mientras pregunto a un amigo por el mejor sitio para ir un sábado.
Creo que para mi el problema de hablarle a una nube (a través de un «cacharro tech») es que me repatea que la gente avance por la calle a voces. Supongo que es porque al vivir este avance tecnológico gritamos a las máquinas como lo hacemos con los ciegos: para que nos oigan mejor sin darnos cuenta de que no es necesario.
Por mi parte hasta que no me metan una antena en la cabeza me seguiré comunicando usando un teclado y escribiré en un cuaderno siempre que pueda jejeje. Aún no me he acostumbrado al QWERTY después de diez años…sin embargo mi letra mejora con el tiempo.
Y supongo que todos los pueblos se miran a sí mismos y se sorprenden de estar viviendo la historia. No conozco ningún registro histórico que diga algo así como «Jo, qué aburrido, esta semana no ha pasado absolutamente nada.», pero estaría gracioso =)
Yo tamibién te recomiendo Los Sustitutos, me pareció una película con una idea muy interesante y muy bien hecha.
En cuanto a lo que comenta el artículo, aunque suelo leer bastante sobre tecnología y me interesan mucho las novedades, este mundo va tan derpisa que yo mismo siento que me voy quedando atrás. Por no hablar de móviles, que siempre suelo tener uno que tiene por lo menos tres años más que los últimos modelos. Supongo que a las alturas que estamos habrá personas que se subirán al carro de la tecnología, otros que se quedarán por el camino y otros quese irán sumando a algunas innovaciones pero no a todas. Lo que está claro es que nos queda todavía muchísimo por ver. Y muchísimo más que no veremos.
Me recuerda un poco a la película «Her».
Lo que peor me huele es lo de los chips implantados. No me hace ninguna gracia.
Pues sí, Her también se menciona en el artículo.