Dibujo de Dylan Glynn «Utopia/dystopia»

Dibujo de Dylan Glynn «Utopia/dystopia»

   Dicen que nunca alcanzaremos una utopía, pero que hemos vivido muchas distopías. Yo digo que pueden llegar a ser lo mismo, a la vez, y coincidir en el tiempo para según quien. Imaginad una nueva Edad Media futura. Enfermedades, pobreza, labrar la tierra y un montón de puntos que aparecerían claramente en la lista de «cosas en contra». Pero, ¿qué apuntaría el rey sobre este sistema en su lista? ¿Y los altos poderes clericales? ¿Y los ricos?

   Para las personas con poder la Edad Media es claramente una utopía: tienen dinero, tienen poder, mandan sobre otros, tienen mejor posición social, y, en definitiva, hacen lo que quieren. También podemos definirles como gente que puede gastarse el dinero en aquello que desea. Es decir, tienen poder adquisitivo para realizar sus sueños. El resto, el pueblo llano, son más bien lo contrario: no tienen recursos económicos, no pueden hacer realidad sus sueños, no tienen buena salud, etc. Doscientos años antes ‒o dentro de doscientos a partir de ahora, si la Edad Media se repite‒ pensamos en ese sistema social como distopía: no lo deseamos.

   Curiosamente quinientos años antes, en la primera ‒y hasta la fecha única‒ Edad Media, los ciudadanos de a pie soñaban con vivir en una utopía calefactada, con sanidad universal y con la capacidad económica como para ver la playa, la nieve, ir al teatro, ver mundo, no labrar la tierra,…Y aquí estamos, viviendo la utopía de entonces en nuestro presente. Si hubieses preguntado hace quinientos años te hubiesen dicho que era imposible que todos viviésemos como los reyes de entonces ‒e incluso mejor, por cierto‒.

   Oigo continuamente el uso de utopía y distopía y me pregunto si las personas se han dado cuenta de lo que hemos conseguido, y de lo que está por llegar. Vivimos en la utopía de todos nuestros antepasados, y toda distopía futura o imaginaria tendrá sus partidarios, para los que tu distopía será su visión particular del paraíso terrenal, y no se imaginarán nada más grande.

   Para poner un ejemplo por todos conocidos: el alzamiento del nazismo en la Europa de mediados del siglo XIX. Un siglo antes nadie hubiese dicho que algo así ocurriría. Se trataba, sin duda, de una distopía: un régimen indeseable en sí mismo, y lo contrario al modelo utópico del mundo por aquél entonces ‒el que es ahora nuestro presente, o al menos la línea por la que vamos‒. No obstante durante el alzamiento había gente que no solo vivía bien, sino que vivía muy bien. No solo grandes generales, sino mandos intermedios en una cadena humana cuyo trabajo era hacer sufrir a un colectivo social. A cambio de ese trabajo ellos estaban en la orilla buena de aquél presente tan extraño, y disfrutaban de comodidades que en la otra orilla ni se imaginaban. Por supuesto no lo fomento, pero sí que miro a través de su prisma e intento imaginar cómo debían sentirse al haber alcanzado su utopía ‒o al menos intentarlo, que lo intentaron, vaya que sí‒.

   Quizá hemos de cambiar ligeramente las respectivas definiciones de ambos términos. Hablando sobre los comentarios de mi artículo «La colmena humana», mi utopía sería la distopía de una parte de los comentaristas, y estoy seguro que hemos recibido una educación más o menos similar y nos hemos movido ‒como coetáneos‒ en esferas bastante parecidas. Entonces, ¿por qué para mí la idea de una super‒conciencia‒humanidad es utópico y para otra persona incita al pánico y a la protesta en el caso de que nos encaminemos hacia ello? Lo que para uno es el límite imaginable del avance social para otro es la esclavitud absoluta. Distopía utópica debiera ser el término para distopía o utopía, porque nunca será solo una de ellas para todos.

Comentarios

comentarios