El castillo ambulante de Diana Wynne Jones

El castillo ambulante de Diana Wynne Jones

   Con películas como La princesa Mononoke, Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro, El castillo ambulante o Ponyo en el acantilado a sus espaldas, Hayao Miyazaki y el Studio Ghibli se han convertido en iconos de la cultura popular. Lo que no es tan conocido, salvo por los fieles a la obra de Miyazaki, es que el ilustrador y director de animación ha realizado el guión original de todas esas películas, a excepción de El castillo ambulante, nominada en 2004 para el Oscar a la Mejor Película de Animación, donde adaptó, con bastante libertad por cierto, una novela previa, publicada por la escritora británica Diana Wynne Jones casi veinte años antes. La obra de Wynne fue muy bien recibida por los lectores, aunque la película de Miyazaki fue el espaldarazo definitivo que dio a la obra la fama que tiene hoy en día.

   Aunque la versión de Miyazaki se aparta del original, basta con ojear el las primeras líneas del libro para percibir que el espíritu es el mismo. «En el país de Ingary, donde existen cosas tales como las botas de siete leguas y las capas de invisibilidad, ser el mayor de tres hermanos es tener bastante mala pata. Todo el mundo sabe que serás el primero en fracasar, y de la peor forma, si los tres salís en busca de fortuna», empieza el libro. Así, con un aire que deja ver la influencia de los cuentos de hadas y la más que evidente lectura de C. S. Lewis, Tolkien y otros autores clásicos, Wynne nos cuenta la historia de Sophie Hatter, la resignada hermana mayor, que ve cómo su vida se pone patas arriba cuando la Bruja del Páramo entra en su sombrerería y le lanza un terrible hechizo que la convierte en una anciana. A continuación, para recuperar su apariencia original, Sophie tendrá que emprender un viaje lleno de aventuras hasta llegar al castillo ambulante, un edificio mágico que tiene la capacidad de estar en cuatro sitios al mismo tiempo y en que el habita el poderoso mago Howl.

   Prácticamente desde la primera frase del libro la fatalidad gobierna y condiciona la vida de Sophie. Lo que se espera de ella por el simple y azaroso hecho de ser la hermana mayor es que pase por una existencia gris y anodina, o que, en el mejor de los casos, fracase estrepitosamente intentando más altas empresas. Como en el cuento de la Cenicienta, las relaciones con las hermanas ‒y con su madrastra‒ son conflictivas, sin que puedan llegar a calificarse de malas. Ese destino trágico acaba materializándose en el conjuro de la Bruja del Páramo.

   Ese hechizo, y todo lo que Sophie vive después, hace que la niña se transforme tanto física como psicológicamente. Y es que lo verdaderamente importante del cambio de edad no es lo que implica en la apariencia del personaje sino todo lo que supone simbólicamente. Sophie deberá madurar y entrar en el mundo de los adultos, tendrá que dejar a un lado su fragilidad e inseguridad inicial y dejar de preocuparse por lo que piensen los demás para tomar las riendas de su destino y dar paso a una persona más confiada y segura de sí misma.

   Por el contrario, el fascinante y enigmático Howl encarna al personaje que desde el principio es dueño de su destino, inconformista ante las convenciones y lo que la sociedad ‒o más bien el rey‒ espera de él. No es héroe ni tampoco villano, o por lo menos no lo es de forma homogénea a lo largo de toda la trama. Aunque desconocemos cuántos años tiene, se percibe también en él una falta de correspondencia entre su edad física y mental, aunque en sentido contrario a Sophie. Es un adulto con la inconstancia y la superficialidad de la juventud, enamoradizo y cobarde, que usa la magia de forma egoísta e irresponsable, que es capaz de estar dos horas peinándose en el baño, que se pilla unas rabietas monumentales cuando las cosas no salen como él quiere o que no es capaz de enfrentarse de cara a los problemas.

   Envejecida como está, Sophie entra en la vida de Howl ejerciendo de sirvienta, un rol que tiene mucho de maternal. De hecho, con Sophie como una anciana de sesenta años y Howl persiguiendo a jovencitas durante toda la historia, el amor solo aparece en el libro como tema de forma puntual en el último momento. De cualquier modo, en la relación de Howl y Sophie se puede ver en una especie de actualización a la inversa, y relativamente ambigua, del cuento de la Bella y la Bestia. Y digo ambigua porque lo que representa cada uno de los dos personajes va alternándose conforme se van sucediendo distintas situaciones. También Howl, al final del libro, una vez que haya recuperado su corazón, tendrá que asumir responsabilidades y convertirse en una persona adulta.

   En fin, si te gustó la película de Miyazaki te recomiendo el libro de Wynne porque te aseguro que no te va a defraudar. Si no has visto El castillo ambulante no deberías dejar de hacerlo ‒esta y todas las películas de Miyazaki‒, y complementarlo más tarde con el libro. O en el orden contrario. No tengas ningún miedo de que el argumento de uno vaya a echar a perder al otro: ambas historias son tan distintas que puedes acercarte a ellas en el orden que quieras sin temor de que una te descubra la otra.

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