Siempre me ha gustado esa parte de los libros de física donde un majestuoso átomo perfectamente esférico tiene por corona dos o tres orbitales electrones, que se mueven en sincronía perfecta en círculos y sin chocar. También me hacen gracia las teorías sobre los orbitales s, p, d y f, los ejemplos que se ponen, las definiciones del espacio o de los materiales y la definición de la materia como elemento básico de lo que existe.
Y me hace gracia en el sentido de que ‒como no me apetece llorar‒ me río. ¿Recordáis ese pequeño ‒pero importante‒ trauma infantil al pasar del signo de multiplicar «x» a «·»? Resulta un tránsito del todo incomprensible habida cuenta de que, ya que lo vas a cambiar, enséñalo bien al principio, ¿no? Pues no. Ni se pone punto hasta que das el estirón ni aprenderás en tu vida física de un modo decente. Porque ya te digo que el libro de física, ese con el que estudiabas en el instituto, está preparado para tirar a una papelera y quedarte más ancho que largo.
Porque resulta que el átomo no es redondo. Pero ni de coña. Y los electrones tampoco, ya puestos. Además ni giran, ni ocupan espacios orbitales definidos, ni existen siempre. Ya escribí sobre el electrón, pero lo que no sé si dije es que básicamente un electrón es un estado vibracional del tejido del espacio. Así, dicho sin anestesia, igual parece difícil. Pero lo explicaré con un ejemplo. Imaginaos el espacio tridimensional normal como una sábana. Si no os imagináis una sábana en 3D imaginaos la típica colchoneta mohosa del gimnasio de la escuela. Pues digamos que si la agitamos de una forma tenemos un electrón, pero si lo hacemos de otra tenemos otra partícula. Por ejemplo, un protón. Un estado vibracional no es, ni remotamente cerca, una pelotita. De hecho se parece más al dibujo de arriba: es un campo infinito en el que en una zona central y más o menos cerca del átomo es más probable localizar ese denominado estado vibracional que en las zonas más oscuras. Pero un electrón de un átomo de tu cuerpo puede estar sin problema ninguno a 300 billones de kilómetros. Es poco probable, pero es posible.
Eso, por supuesto, por simplificar el átomo de hidrógeno. Pero un átomo medio tendría un campo de electrones más parecido al maravilloso dibujo de la derecha que os he hecho. Es decir, definitivamente esto no es una esfera, y el átomo se parece más a un punch de boxeo o a una gominola de osito que a una pelota.
Pero entonces, ¿por qué se nos enseña así? No sé responder a esa pregunta. Puede que sea una mezcla de incapacidad del profesorado con un miedo totalmente razonable de que gran parte del alumnado responderá con un «¿Qué?» la mayoría de las respuestas del examen.
Lo importante, que me liais, es que tendemos a dibujar el espacio de dentro del átomo como un algo vacío, un espacio hueco dentro de una esfera. Y el espacio entre los átomos lo pintamos de igual modo: vacío, hueco, con un montón de nada dentro. Cuando en realidad ‒desde hace casi 100 años‒ sabemos que sí que hay algo dentro: vibración. Sí, esto significa que enseñamos a nuestros alumnos conceptos con diez decenas de años de antigüedad, de modo que enamoramos a la gente con el vacío y la nada.
La nada y el hueco han sido incluso explotados en el mercado. La marca Donuts te vende, básicamente, un espacio vacío, como parte del bollo. Y existe en EEUU una especie de ChupaChups toroidal con un similar y obvio inconveniente: ¡pagas por un poco más de aire que la competencia! Es posible que se imparta física de este modo por nuestro amor por delimitar los contornos «lleno» y «vacío» que nuestra mente ha generado a lo largo de su historia. Por muy grises que nos sintamos el ser humano es un animal bastante radical en sus tendencias. Hasta tal punto que cualquier profesor de física defenderá ‒incluso a voces‒ el modelo actual del átomo de los libros de texto pese a saber perfectamente que el modelo actual de laboratorio se parece a él en los mismos puntos que a un muñeco Gusiluz.
Hola, Marcos.
Aunque la física es una disciplina que no me interesa, he leído con atención tu artículo. La verdad es que es llamativo lo que cuentas y es cierto que el ser humano (no todo el mundo, afortunadamente) es radical en sus tendencias u opiniones. Es muy difícil hacer cambiar de opinión a alguien incluso, en ocasiones, con evidencias.
Si te sirve de consuelo (que lo dudo), también en Historia se transmiten de generación en generación frases dichas por personajes importantes que nunca pronunciaron (o que las pronunciaron, pero no exactamente de esa manera) o hechos que no fueron como aparecen en los libros de texto. Y yo me pregunto: ¿costaría tanto cambiar esa información falsa en los manuales de los colegios e institutos? Pienso que no. Es curioso cómo los errores se perpetúan y a los profesores de Historia parece no importarles (seguro que influye también que algunos o muchos de ellos incluso desconocen que lo que enseñan a veces, o muchas veces, es erróneo).
Un saludo.
En efecto, los errores históricos y científicos abundan, y son transmitidos a los alumnos a través de libros de editoriales mal informadas y de profesores bastante pasotas que dejaron de estudiar al aprobar las oposiciones. El coste del cambio es alto, porque, ¿quién es el encargado de hacerlo?
Alguien debe avisar a las editoriales, alguien que sepa, y que tenga fuentes y documentación para hacerlo. Esto último es lo fácil, pero visto que no te lo van a pagar no se hace.
Un profesor de matemática que tuve en el instituto se dio cuenta de lo mal que se enseñaba la física de partículas en las clases, así que auto-editó un libro llamado «La realidad cuántica» para que aquellos que queríamos aprenderla bien no estuviésemos impedidos por el sistema educativo (manda huevos).
Y así fue cómo, después de años y años de ignorancia, nos enteramos del engaño perpetrado por los profesores de física… ¿Por qué la sección es «otros» y no «ciencia»; acaso, por ser divulgativo, se ha considerado que era mejor no catalogarlo como tal? No pienso hacer ningún comentario respecto de los protones, los electrones y, por supuesto, tampoco de los átomos…, el tema me queda un poquito grande. Respecto al vacío, la nada, la oquedad… siempre me lo he planteado más como un tema filosófico, y no tanto en relación a lo que ocupa o deja de ocupar su ausencia en el espacio o en el tiempo… Gracias, me ha gustado el artículo. Un saludo.
Pues está en «otros» porque no tenemos sección de ciencia jeje
La «nada» o «vacuidad» comenzó antes como concepto filosófico y religioso (India), y poco a poco se convirtió en aquello que quedaba al sustraer a algo ese algo en sí (resta de iguales, también en la India). Con respecto al ámbito científico los griegos tuvieron que morirse para que alguien admitiese que el éter no existía en centroeuropa, muchos siglos después.
No sólo soy ignorante en temas de física sino completamente negada. Sin embargo, me ha encantado leer este artículo. La nada… física, metafísica y hasta patafísica. Da para mucho (en mente mucho más claras que la mía, por descontado). De momento, mi neurona dispersa se queda con el agujero del donut, que seguro que no engorda tanto como el «algo» que lo rodea. Y volverá a una lectura más detallada, que le hace falta pensar un poco.
Gracias.
Pues como tú para la física, yo soy un negado para la historia. Al menos para la «historia-a-bulto» de las clases universitarias o preuniversitarias, con todas aquellas cifras aburridas que contaban las vueltas alrededor del Sol desde que nació Jesús. Y, sin embargo, los artículos de divulgación histórica me encantan. Creo que tiene que ver con el modo de ser contado.
Apuntado «patafísica», ahora necesito una definición acorde a lo absurda que suena la palabra.
[…] que el vaso se encuentra prácticamente vacío, mientras que uno un poco más avanzado que el vaso se encuentra más lleno de lo que parece. Pregunta a un artista y te dirá que es un vaso bonito, feo o indiferente. Pero claro, esto supone […]
[…] hice referencia al artículo que escribí en La Piedra de Sísifo llamado “La nada está más llena de «algo» de lo que parece“. Como el artículo y el tema es un cacao bastante serio, Erik me preguntó hace un par de […]