Ilustración inspirada en la Boda Roja

Ilustración inspirada en la Boda Roja

   Hay cientos de posts proponiendo teorías sobre la inspiración que G.R.R. Martin halló para escribir sus novelas en numerosos sucesos, lugares o personajes históricos reales Y no es de extrañar, pues la saga Canción de Hielo y Fuego, es un auténtico collage histórico, en el que podemos reconocer vikingos, clanes de las Highlands, incestuosos reyes ptolemaicos o al mismísimo khan y sus terribles jinetes. También identificaremos algunos acontecimientos históricos, como La Guerra de las Dos Rosas o la transgresiones del limes imperial romano. La Boda Roja, es uno de estos episodios de inspiración real. El propio autor reconoció que se había basado en dos hechos históricos de la Escocia medieval para confeccionar este sangriento pasaje: La Cena Negra y la Masacre de Glen Coe. Pero no voy a detenerme más en este tema ya de sobra tratado. Como incansable defensor de la historia no exclusivamente europea y de tradición judeo-cristiana, voy a proponeros otros dos acontecimiento similares en los que la traición también jugó un papel determinante, pero tuvieron lugar en el mundo medieval musulmán.

   En el año 750, los abassíes derrocaron a la dinastía omeya y se hicieron con el poder de su califato. El movimiento abassí, supuso una auténtica revolución a todos los niveles. Frente al exclusivismo arabista y pro-aristocrático de los omeyas, sus sucesores defendieron un gobierno más integrador y abierto. Contaron con el apoyo de musulmanes no árabes – muchos de ellos procedentes de Persia y del Jurasán – y de los chiíes. En lo religioso, promovieron la igualdad para todos los musulmanes de la umma, independientemente de su origen, tomando como elemento cohesionador al islam y no al arabismo. También introdujeron importantes reformas administrativas, inspirándose en las instituciones sasánidas y bizantinas, al tiempo que readaptaron las propias a las nuevas realidades de su compleja sociedad. Bajo el poder abassí, las artes y las ciencias florecieron. En su corte, buscaban patronazgo toda suerte de artistas, científicos y pensadores. Ibn Sina – conocido como Avicena -, Omar Khayyam o Abu Nuwas, fueron algunas de las figuras que buscaron su protección.

   Pero toda esta innovación y desarrollo social y económico, caminó de la mano de terribles batallas, oscuros pactos y enrevesados engaños. El levantamiento militar que alzó a los abassíes, fue dirigido por el wali Abu Muslim y se inició en el Jurasán. Pocos años después, este jefe militar y político acabaría siendo asesinado por el califa Al Mansur (712-775), segundo soberano de la dinastía a la que él mismo ayudó a ascender. En el año 749 los rebeldes tomaron la ciudad de Kufa y se proclamó califa a Abu Al-Abbas Al Saffah (721-754) Un año después vencieron al omeya Marwan II (688-750) en la batalla del Gran Zab. Tras la victoria social, política y militar, había que afianzar a la nueva dinastía y para ello se hacía imprescindible controlar y si fuera posible, eliminar a cualquier posible rival. Y esto fue literalmente lo que (casi) hicieron.

Al Saffah es proclamado califa

Al Saffah es proclamado califa

   El nuevo califa – cuyo sobrenombre Al Saffah se traduce como «el que derrama sangre», aunque existen fuentes que aseguran que esta denominación es un título religioso- invitó a una cena a los supervivientes omeyas con la supuesta finalidad de reconciliarse con ellos. J. R. Roberts y O. A. Westad en su History of the World, nos refieren lo que ocurrió:

   «A dinner-party was held for the males of the defeated house; the guests were murdered before the first course, which was then served to their hosts».

   Los omeyas fueron asesinados, antes de que se sirviese el primer plato. Y después, dicho plato se sirvió. De tan macabro y teatral banquete, que parece salido de la pluma de Martin, tan solo consiguió escapar uno de los miembros principales de la antigua dinastía reinante, Abd Al-Rahman (731-788), quien posteriormente constituiría el Emirato Omeya de Córdoba.

    Al-Hakam I (796-822), uno de sus descendientes, protagonizaría otro episodio similar. Este emir de Córdoba, tuvo serios problemas desde el inicio de su mandato. Para afianzar su poder, tuvo que enfrentarse a algunos miembros de su familia que intentabron arrebatárselo. También tuvo que hacer frente a los deseos de independencia de Toledo, que acabaron por cristalizar en una rebelión. La estratégica ciudad, gozaba de un amplio margen de autonomía. En ella existía una importante comunidad de prósperos mozárabes, muladíes y judíos acostumbrados a contar con una cierta libertad de movimientos. No estaban dispuestos a perderla frente al centralismo que pretendía el nuevo emir. Al-Hakam se mostró inflexible y se decidió por acabar el problema de raíz. Envió a Amrus ben Yusuf, uno de sus hombres fuertes. La primera medida de Amrus fue descabezar la revuelta acabando con su instigador, Ubayd Allah ben Jamir. Después, tal y como As Saffah hiciera tiempo atrás con los omeyas de Damasco, organizó un banquete al que invitó a los próceres de la ciudad. A medida que los invitados iban llegando, los hombres de Amrus fueron decapitándolos y arrojando sus cabezas a un foso. La luz del amanecer mostró los restos – se habla de cientos de cadáveres – de los notables de la ciudad a los aterrorizados habitantes de Toledo, cuyas ansias independentistas rápidamente se calmaron. Este suceso ha pasado a la posteridad con al explícita denominación de la «Jornada del foso» y se ha relacionado con la frase pasar una noche toledana, aunque existen otras versiones sobre el origen del dicho.

La misteriosa noche toledana

La misteriosa noche toledana

   A lo largo y ancho de la historia encontraremos muchas traiciones más. Desde Bruto y César, pasando por Atahualpa, hasta los almogávares en Grecia, son cientos las felonías con las que tropezamos. Pero estas, como diría Michael Ende, son otras historias y deberán ser contadas en otra ocasión.

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