El castillo en el aire de Diana Wynne Jones

El castillo en el aire de Diana Wynne Jones

   En 1990, 4 años después de que Diana Wynne Jones publicara El castillo ambulante, aparece El castillo en el aire, la novela que supuestamente había de ser su secuela. Y digo supuestamente porque El castillo en el aire no es una secuela al uso, sino más bien un spin-off. Ni la acción es una continuación de la primera novela ni los personajes son, al menos en principio, los de El castillo ambulante. En lugar de la joven Sophie el protagonista será Abdullah, un joven vendedor de alfombras de la ciudad de Zanzib, al sur de la tierra de Ingary, que se pasa la vida soñando despierto que es el hijo perdido de un gran príncipe. Todas sus ensoñaciones se ponen patas arriba el día que un desconocido entra en su tienda y le vende una alfombra voladora, lo que le da la oportunidad de conocer a la bellísima princesa Flor‒en‒la‒noche. Pero cuando un djinn rapta a la joven, Abdullah tendrá que emprender un viaje lleno de aventuras para rescatarla y demostrar que un simple vendedor de alfombras es capaz de las más grandes hazañas.

   Lo primero que llama la atención, una vez superada la sorpresa de que los personajes no coincidan, son los más que evidentes paralelismos que hay entre ambas novelas. Tanto Sophie como Abdullah tiene un origen humilde ‒solo hay que cambiar los sombreros por alfombras‒, tienden a tratar de contentar a aquellos que les rodean ‒la madrastra en el caso de Sophie y la familia de la primera mujer de su padre en el de Abdullah‒ y ambos tienen que aprender a ser los dueños de sus destinos. En cuanto a la influencia de los cuentos de hadas, si en El castillo ambulante encontramos referencias a varios de ellos en El castillo en el aire Wynne ha preferido inspirarse plenamente en los relatos de Las mil y una noches. Además de una alfombra voladora y de varios djinns, por las páginas de la novela aparecerán suntuosos palacios, exóticos jardines, un genio mágico en una botella, una banda de ladrones, muchas princesas y, cómo no, un castillo en el aire.

   Sin embargo, a medida que vamos avanzando descubrimos que los personajes de la primera novela sí están presentes en la historia y aunque el protagonista es otro el libro sí puede entenderse como una especie de continuación. Lo que ocurre es que todos los personajes de El castillo ambulante aparecen, por obra y arte de la magia, bajo algún tipo de disfraz. De los 21 capítulos que tiene el libro los primeros personajes ‒Lettie y Suliman‒ no aparecen hasta el 15, y Sophie en el siguiente y Howl y Calcifer en el último capítulo. Ese detalle da buena cuenta del carácter más secundario que tienen en la historia, aunque, a pesar de todo, es preferible leer las historias en el orden correcto para comprender bien determinadas referencias y los comportamientos y motivaciones de algunos de los personajes.

   Llegados a este punto, la comparación entre ambas novelas es inevitable. Algunos de los temas de El castillo ambulante son retomados y tratados desde un punto de vista distinto. Los estereotipos de masculinidad y feminidad vuelven a aparecer, como era de esperar en historias que están basadas en cuentos tradicionales. Como ya ocurriera con Sophie, Flor‒en‒la‒noche representa la inocencia y la pureza y, aunque no vuelve a aparecer hasta los últimos capítulos, finalmente, como Sophie, consigue madurar y demuestra ser un espíritu lleno de ingenio. Por otra parte, El destino también está presente en el devenir de los personajes, aunque con signo completamente opuesto. Si la vida de Sophie estaba predestinada al fracaso por la fatalidad de ser la hija mayor, algo de lo que consigue huir el personaje, las profecías que acompañan a Abdullah y a Flor‒en‒la‒noche desde sus nacimientos son tan inevitables como bienaventuradas.

   Por señalar algún otro elemento diferenciador, la ambigua frontera entre el bien y el mal está mucho más presente en la segunda parte que en la primera. En El castillo ambulante encontrábamos a un personaje, la Bruja del Páramo, que encarnaba la maldad pura. Por el contrario, en El castillo en el aire no hay personajes tan definitivamente malvados. Tenemos a un soldado que parece retorcido mientras duerme y digno de confianza mientras está despierto o a seres mágicos ‒genios, djinns, ángeles y demonios‒ que se mueven con bastante libertad entre el bien y el mal, casi se podría decir que más por pura travesura que por complejidad en la construcción de los personajes.

   Sin embargo, todo hay que decirlo, El castillo en el aire no está a la altura de su predecesora. Se dice que las segunda partes nunca son buenas, y en este caso casi podría decirse que es mejorable. Con todo, si te mucho gustó El castillo ambulante estoy seguro de que esta historia conseguirá atraparte, y merece la pena leerla aunque solo sea por la curiosidad de saber qué ocurre con Howl y Sophie.

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