Cuando leemos la palabra desarrollo tendemos directamente a asignarle un valor positivo. Ser desarrollado es bueno, estar desarrollándose es aún mejor. Pero esto no ha sido siempre así. La palabra desarrollo que utilizamos normalmente proviene de la descontextualización de lo físico. Hace unos siglos se utilizaban otras palabras diferentes para nuestro concepto de mejora personal que no coincidían con la palabra desarrollo, literalmente: hacer que algo se distribuya a lo largo de un plano, previamente arrollado. Es decir, la acepción reflexiva es algo muy moderno, y por lo general ‒y en concreto en la Edad Media‒ el «se» de desarrollarse no es que estuviese muy demandado.
Durante muchos siglos desarrollo significó exactamente eso: una extensión, y el ámbito de uso venía a ser más o menos el mismo que ahora: el ser humano. El problema es que de bueno no tenía nada, y que es muy probable que fuese mortal para el sujeto. Sin duda se trataba de un modo de desarrollo algo perjudicial para el sujeto, por lo general a modo de tortura de algún tipo con objeto de convertirle a determinada religión, que soltase alguna información o, simplemente, castigarle.
Es el caso del potro de tortura, una herramienta bastante divertida en la que el paciente descansaba sobre una superficie horizontal, atado de pies y manos a unas ruedas que iban girando muy, muy lentamente. Estas ruedas, al girar, desarrollaban al ser humano en toda su extensión potencial, la mayoría de las veces dislocando algún que otro miembro por el camino o provocando lesiones internas en la caja torácica debido a la compresión que sufre con este método.
Otro modo de desarrollo antiguo consistió en la vivisección ‒práctica aún llevada en laboratorios con animales como experimentos científicos‒ en los que el humano o animal es diseccionado mientras aún está vivo. Su piel había de ser desarrollada en casi toda su longitud para dejar expuestos según qué órganos a estudiar.
Y sin duda no estarían de acuerdo con la idea de desarrollo los prisioneros de guerra que cayeron bajo el Escuadrón 731 japonés. Este escuadrón tenía como orden la experimentación con personas durante la segunda guerra chino-japonesa. En esto se incluía el desarrollo de armas biológicas ‒a testear con sujetos humanos‒. Sin duda un auténtico calvario para los sujetos, que morían de mil maneras diferente torturados por la palabra que ahora nos parece tan elocuente y civilizada.
No estoy seguro de si esta coincidencia etimológica se da solo en el español, aunque es muy probable que por los mismos caminos históricos otras semejanzas paralelas hayan llegado a oídos con otros idiomas. Las palabras sustentan toda nuestra realidad, y sin ella no podríamos comunicarnos como es debido, hacernos entender, querer o trabajar. ¿Cuántas palabras crueles actuales serán benévolas en un futuro y viceversa? ¿Seremos capaces de mantener un significado durante más de unos pocos siglos?
Recordad que no porque la palabra suene bien el concepto tras ella es bueno, ni al contrario. Al final todo dependerá del momento histórico que vivimos, de la acepción dada, del contexto utilizado y, a veces, del bando en el que nos encontremos.
Qué gran reflexión encierra el último párrafo… (Bueno, en realidad, los dos últimos). No se me había ocurrido, ni por casualidad, que la palabra «desarrollo» tuviera tales acepciones.
Estudiar latín y griego te ayuda a conocer la raíz etimológica de muchas palabras (a veces, consultar el diccionario de la RAE, también), pero no es hasta que te topas con alguna palabra específica, fruto de una lectura determinada, cuando su origen te sorprende, por lo que revela de su formación, su significado… en fin, qué te voy a contar de los misterios de las palabras (si vamos a empezar a necesitar intérpretes para desentrañar el significado de los mensajes más breves, con tantos términos de nueva creación y acrónimos y abreviaturas inventadas que se salvan, por poco, del sin sentido… ¿A quién se le ha ocurrido lo de LO («Hello»)? Que esto existe… (no me quiero enfadar…)
Espero que nadie escoja ni una sola de las palabras crueles que actualmente utilizamos, para designar en un futuro muy, muy lejano nuevos conceptos acerca de situaciones y vivencias agradables…
Gracias. Me ha gustado mucho el artículo (y sobre todo el título). Un saludo.
Ejercicio de autocontención con la RAE. Y no me extraña lo más mínimo. Ya sabes lo que opino de esa organización.
Me temo que es muy probable que en un futuro muchas de las palabras que usamos actualmente se tergiversarán de un modo aún más bobo que el «zéro» frances que acabó diciéndose «œuf» y de ahí a un «love» inglés, o el OK de aceptación que quiere decir que no ha habido muertes.
Espero seguir escribiendo artículos que te gusten, a ti y a todos los que pasan por aquí 😉
El significado de las palabras va evolucionando a medida que evoluciona el mundo. Realidades que hace siglos se apreciaban como negativas hoy en día son indiferentes o incluso positivas. Quizá por eso también cambien de significado las palabras. Es por eso que para usarlas con propiedad conviene situarlas en su contexto histórico. Así nos aseguramos de que no nos traicionen 🙂