Existen una infinidad de calendarios. El primero, según tenemos constancia, está construido con montes, con un valle y el Sol y la Luna. Y, si no fuese porque todos esos elementos ya estaban ahí, habría sido el calendario más caro del mundo por motivos evidentes: tener que desplazar una estrella como el Sol no debe de ser barato, en especial con crisis. Se cree que este calendario tiene unos 8.000 años de antigüedad, y se encuentra en el Valle de Dee ‒Escocia, región de Aberdeenshire‒. El calendario básicamente seguía los dos astros: Sol y Luna, a través del cielo y con sombras sobre la Tierra. Es decir, el año era una sucesión de arcos, y se adelanta miles de años a cualquier otro calendario. Parafraseando a David Cowley, uno de los investigadores de la Universidad de Birmingham del antiguo calendario: «Es posible que estemos en el lugar donde fue inventado el tiempo».
Algo que se atribuía a Egipto sobre el 3.000 a. C. De hecho el descubrimiento del Valle de Dee es tan reciente que hay que tener cuidado leyendo la Wikipedia, ya que marcará como primer calendario solar el calendario egipcio. Cuando se habla de Egipto no se habla de un solo lugar, ya que las fronteras se difuminan con la historia, ni tampoco de un solo milenio. Tanto es así que durante miles de años se llegaron a utilizar tanto en Mesopotamia como en Egipto cientos de calendarios oficiales, de los que se conocen con cierta seguridad tres de los más usados: el lunar, el solar ‒usado como sistema civil‒ y el calendario de efemérides ‒para determinar la posición de los objetos del cielo‒. El calendario egipcio fue representado de demasiadas formas para ser comentadas, pero dos de las representaciones más comunes era o bien en un círculo o a través de una tabla. De los arcos habían pasado a los círculos y las matrices en dos mil años.
Los calendarios modernos, esos divididos en doce meses, ya existían en el antiguo Egipto, pero dejaron de estar de moda un poco antes de que los romanos se pusiesen a construir carreteras como locos por toda Europa. Pero claro, necesitaban coordinarse bien, de modo que para cuando empezaron a empedrar todas las ciudades conocidas oscilaron entre un calendario de diez y otro de doce meses. En el primero, el año empezaba en Marzo, y en el segundo en Enero ‒mes que ni siquiera existía en el primer calendario‒. Finalmente, y ante la imposibilidad de organizar un imperio con dos calendarios diferentes ‒se sabe de muchas cartas y órdenes escritas en los dos sistemas «por si acaso»‒ se optó por el que conocemos actualmente. Ya sabéis, doce meses, unos treinta días y pocas vacaciones. Los romanos eran muy suyos para sus cosas, y el calendario no pudo salvarse de esa tendencia, de modo que aunque existe una versión circular del año, usaban mucho una matriz llamada fasti o fastos ‒probablemente inventada por los contables‒ y que para entenderla necesitabas mucha imaginación.
Sin duda la idea entusiasmó a los actuales expendedores de agendas, ya que algunos modelos aún conservan esta naturaleza contable en su estructura en sus hojas iniciales, esas que nadie mira.
El caso, y que conste que los tres párrafos anteriores eran tan solo una excusa para explicaros una de mis particulares locuras, es que el calendario ha sido plasmado de cientos de maneras, como puede ser esta manía moderna de poner el calendario en filas y columnas sobre un fondo de gatitos en cestos. Menciono esto ‒lo de las formas de los calendarios, no lo de los gatitos‒ porque hace una semana localicé un dibujo de primaria hecho por mí y que representaba un año completo, el año de delante, y el año de detrás, todo ello en una vertical un poco extraña. Evidentemente con esa edad yo tenía la psicomotricidad de una piedra, por lo que quizá el calendario no se entienda demasiado bien. De modo que lo he dibujado en un programa informático. Así es como veo yo el año. Para empezar el invierno está «abajo», o más próximo al observador. ¿El motivo? No tengo ni idea, supongo que tiene sentido que el inicio quede próximo, como cuando jugabas a los Scalextric.
En este año, el presente está determinado por un punto dentro de la cinta que forma la elipse, y que avanza hacia la izquierda, girando. La elipse se queda quieta. Pero, por supuesto, ningún año puede representarse como cualquier otro, de modo que al acabarse un año tengo que poner el siguiente a continuación sin pisar el primero. ¿Cómo lo hago? Así:
De este modo es muy fácil poner los meses, ya que quedan unos encima de otros, y contar se vuelve intuitivo: cuentas niveles y sumas y restas meses. Aunque también puedo verlo de este modo, que es prácticamente un cambio de vista:
De este modo los meses o estaciones forman sistemas como radios, el pasado se encuentra abajo, al principio de la espiral, y el futuro en el anillo externo. Siempre se ha dibujado el tiempo como una línea continua hacia la derecha para explicar los viajes en el tiempo, pero lo cierto es que con un sistema como el que planteo es más fácil de entender, y no hay parábolas hacia atrás o hacia delante, sino líneas que cruzan el círculo central hacia arriba ‒viaje al futuro‒ o hacia abajo ‒viaje al pasado‒.
Y tú, ¿cómo visualizas el tiempo?
¿Cómo lo visualizo? A veces, como una losa… otras es un patinete que me lleva sin hacer caso de mi voluntad. Ah, de una manera más científica, te refieres. Pues es que soy de letras puras y además muy torpe para ciertas cosas (excusa típica para no pensar mucho, pero es que ya no estoy para estos trotes).
Muy interesante esta pequeña historia del calendario. Aunque tengo una duda: ¿no hubo también calendarios de trece meses lunares?
Gracias por hacerme pensar, por poquito que sea (culpa mía, desde luego).
En efecto ha habido muchos calendarios lunares, algunos de ellos que dividían en trece el año, aunque también se han dividido en tres períodos o ciclos lunares. Otros, más divertidos, dividían el año en tantas veces la luna pudiese estar de cuatro maneras diferentes entre llena y llena de nuevo (pasando por nueva). Lo de los calendarios es algo divertido.
Hoy en día se usan unos cuantos relojes atómicos para todo un planeta. Quién sabe cómo mediremos el tiempo dentro de cien… =)
Oha! Es mucho más fácil representar grandes períodos de tiempo con ese sistema, mucho mejor que con la -poco económica- línea de tiempo.
Lo interesante, es que para entender el tiempo siempre utilizamos conceptos espaciales, por eso el tiempo «avanza», «se acaba» o, cuando miramos hacia el futuro, «vemos hacia adelante», como si nuestra vida fuese una metáfora de nosotros caminando por una carretera. Pero no todos piensan igual.
En este rincón del mundo, hay tribus cuya concepción temporal también es especial, pero de forma invertida. Por ejemplo: como el Pasado es “materia conocida” y el futuro es “materia por conocer», la representación espacial del tiempo configura que, para ellos, «mirar hacia atrás» es imaginar el futuro (pues no sabemos qué vendrá); en cambio, «mirar hacia adelante» es ver el pasado, porque es lo que ya conocemos. Esto adquiere más sentido aún si pensamos que estas tribus no utilizaban caminos para moverse, de manera que estructuraban su apreciación de las cosas en función de otros parámetros distintos de los occidentales. Hablo de esto en tiempo pasado, pero es una formalidad verbal idiota; cosas así pasan en varias culturas del planeta -culturas no hegemónicas, por supuesto.
Un abrazo!
S.
Me ha gustado mucho tu comentario, Sémola, la verdad es que no había visto esa manera de ver el tiempo, y me lo apunto para mi otro blog. Pero te contaré, en una metáfora libresca (como corresponde a este blog), lo siguiente:
Primero tienes que pensar un poco, porque: ¿Qué significa «hacia delante» en un libro? ¿Ir hacia la tapa delantera o la trasera?
Es obvio que al pasar las páginas hacia la tapa trasera, avanzas en el libro, con lo que se podría decir que esa dirección es «hacia delante», aunque no puede defenderse que pasar las páginas en el orden inverso no sea ir «hacia delante», ya que tratas de llegar, de manera inexorable, hacia la tapa frontal.
Ahí te lo dejo =)
Gracias por el comentario, Sémola
Para mi, el Invierno está a la izquierda, siendo el fin de año el punto más a la izquierda de la parabola. Por lo demás, curiosamente, coincido contigo!
Es un alivio comprobar que, o bien no estoy loco o bien ya somos dos =)
Gracias por pasarte, Madrepilonga