La buena escritura es una habilidad tan inalcanzable que son muy pocas las personas que logran dominarla. Casi tan difícil como expresarse decentemente en una segunda ‒o tercera, o cuarta‒ lengua. Y, sin embargo, existen escritores que se empeñan en combinar ambas dificultades. ¿Por qué conformarse con una sola lengua cuando se pueden usar dos o tres? Eso sí, si de por sí ya es espinoso escribir una obra maestra en el idioma que usamos a diario, hacerlo en uno que no dominamos a la perfección parecen ganas de complicarse la vida. Al fin y al cabo, hablar una segunda lengua no significa saber escribirla. No solo es necesario tener un conocimiento impecable de la gramática y del vocabulario, sino también una profunda comprensión de esas sutilezas lingüísticas que el nativo tiene de serie: dobles sentidos, asociación y juegos de palabras y estilo.
Varios pueden ser los motivos que lleven a un escritor a probar suerte con otra lengua. Muchos, criados en un entorno multicultural, son bilingües o multilingües, aunque generalmente suelen escribir sus obras en su lengua materna, en la que tienen más competencia. Otros escritores, convertidos en inmigrantes, deciden dejar a un lado su lengua original para escribir en el idioma de su país de adopción y así llegar más lectores. O, en algunos casos, tal vez simplemente por seguir el consejo de Proust, que advertía que para que un novelista tuviera un estilo definido debía escribir en una lengua extranjera. El escritor argelino-italiano Tahar Lamri aclara el consejo de Proust: «Esto se debe a que una lengua extranjera obliga al autor a ir a la caza de la imaginería adecuada porque no tienen un vocabulario extenso a su disposición». Algo así como superar las limitaciones del propio idioma saliendo de la zona de confort literario.
Uno de los ejemplos más paradigmáticos es Joseph Conrad. El autor de clásicos como El corazón de las tinieblas o El agente secreto nació en Ucrania, de padres polacos pertenecientes a la aristocracia, y recibió desde muy joven una educación en varios idiomas, incluyendo el ruso, el polaco y el francés. Aunque no terminó la escuela además de los idiomas mencionados sabía manejarse en latín, alemán y griego. Tras la muerte de sus padres, en la adolescencia, viaja a Francia, donde vive cuatro años hasta que se une a un mercante inglés, lo que le permite viajar por toda África, Sudamérica y Asia.
A los 37 años, después de lograr la nacionalidad británica, decide probar suerte en la escritura con su primera novela, La locura de Almayer. El idioma elegido fue el inglés, aprendido a los 20 años. Esto supuso una ardua tarea para el escritor, porque, además de tener un acento muy marcado, era consciente de sus limitaciones como hablante no nativo. En una ocasión escribió: «En la escritura lucho dolorosamente con ‒este‒ lenguaje que siento que no poseo, pero que por desgracia me posee». Es muy probable que la vida de Conrad, de aquí para allá y sin noción de identidad, fuera algo decisivo en la elección del idioma. Según su biógrafo Frederick Karl, Conrad decidió no escribir en polaco precisamente para distanciarse de su padre y de su propia cultura.
Vladimir Nabokov, miembro de una rica familia rusa, también tuvo una educación multilingüe. Además de ruso, el autor de Lolita aprendió a desenvolverse en inglés y en francés. Debido a la Revolución rusa, la familia se traslada en 1919 primero a Inglaterra y luego a Berlín. Hasta este momento Nabokov escribe en ruso, pero en 1937 viaja a París, donde empieza a escribir en francés y compone su primera novela en inglés. En 1940 huye a Estados Unidos para escapar del avance de las tropas nazis. A partir de ese momento Nabokov se decanta por el inglés, consiguiendo un éxito sin precedentes. Su obra más aclamada, Lolita, está escrita en inglés y no fue traducida al ruso hasta doce años más tarde. Su comienzo a menudo suele citarse como una de las mejores frases escritas en inglés. En el caso de Nabokov se podría decir que jugaba con ventaja: había aprendido a desenvolverse en inglés desde la infancia.
Samuel Beckett estudió francés, italiano e inglés en el Trinity College de Dublín, antes de viajar por Europa y establecerse en París a finales de 1930. Allí permaneció durante la ocupación nazi, afirmando que prefería «Francia en guerra a Irlanda en paz». Su primera novela, Murphy, fue escrita en inglés en 1938 y traducida al francés por él mismo un año después. En los años posteriores a la guerra escribió casi exclusivamente en francés, incluyendo la que se considera una de sus grandes obras, Esperando a Godot. Para Beckett escribir en francés le facilitaba el liberarse de cualquier estilo. Tradujo él mismo todas sus obras del francés al inglés, excepto Molloy, que lo tradujo en colaboración con Patrick Bowles.
El verdadero nombre de Jack Kerouac era Jean-Louis Kerouac. El que es considerado uno de los autores estadounidenses más importantes del siglo XX era hijo de padres franco-canadienses y, como es lógico, su idioma nativo fue el francés en la variedad de Quebec. De hecho, el inglés no lo aprendió hasta los 6 años y no fue capaz de hablarlo con soltura hasta el final de su adolescencia. En un primer momento empezó a escribir en francés. Su primer manuscrito, de principios de 1951, es La nuit est ma Femme, acabado poco antes de empezar En el camino. También escribió un texto corto titulado Sur le Chemin que nunca publicaría y que tradujo al inglés para usarla como base para Old bull in the Bowery. La versión original en francés fue descubierta en 2008. La elección del inglés para Kerouac seguramente estuvo muy influenciada por sus amistades literarias, los miembros de la llamada Generación Beat.
La lengua materna de Emil Cioran era el rumano y en ella escribió sus primeros trabajos. Con 17 años comenzó a estudiar filosofía en la Universidad de Bucarest y desarrolló un buen dominio del alemán, lo que le permitió leer a Kant, a Schopenhauer y, sobre todo, a Nietzsche. En 1937 continuó sus estudios en el Instituto Francés en París, donde vivió la mayor parte del resto de su vida. A partir de ese momento Cioran escribirá exclusivamente en francés, idioma en el que está casi toda su obra. Buena cuenta de su desarraigo da una frase que él mismo escribió: «No tengo nacionalidad, el mejor estatus posible para un intelectual».
En la obra de Milan Kundera podremos encontrar alternativamente el checo y el francés. En 1968, a consecuencia de la invasión soviética a su país, quedó desempleado y sus obras se prohibieron. En 1975 consiguió emigrar y establecerse en Francia. Con el uso que hace Kundera de los idiomas se da una interesante curiosidad: ha conseguido parcelar a la perfección ambos idiomas. Mientras que sus novelas están escritas en checo, Kundera reserva el francés para sus ensayos. Es decir, que su gran obra, La insoportable levedad del ser, está escrita originariamente en checo, aunque no se publicó en su país hasta 2006, veintidós años después de que se editara en París. Kundera afirma que él «se ve a sí mismo como un escritor francés» e insiste en que «su trabajo debe ser estudiado como literatura francesa y clasificado como tal en las librerías».
Un último escritor en el que me gustaría detenerme, por lo menos puntualmente, es Jorge Luis Borges. A pesar de ser el español su lengua materna, el escritor argentino se inició en la escritura a través del inglés, lengua de su abuela paterna. A los siete años escribió en este idioma un resumen de la mitología griega y a los nueve tradujo al español El príncipe feliz de Oscar Wilde. Es bien conocido que Borges hablaba a la perfección el inglés; que prefirió la literatura inglesa por encima de la española; que tradujo y admiró entre otros a Poe, a Wilde, a Faulkner, a Kipling o a Chesterton; que la sonoridad y estructuras de la lengua inglesa influyeron inevitablemente en su estilo. En algún momento llegó a escribir: «La mayoría de mis lecturas ha sido en inglés; la mayoría de los libros me ha llegado en lengua inglesa, y estoy profundamente agradecido por ese privilegio». Sin embargo, Borges optó por utilizar en su obra casi únicamente el castellano. En inglés vamos a encontrar muy pocos textos borgianos: las conferencias dictadas en la Universidad de Harvard y que luego fueron recogidas en Arte poética, su única autobiografía ‒Autobiographical Essay‒ y un par de poemas que tituló como «Two English Poems». Poco más.
Buenas tardes… Me ha gustado mucho este artículo. Los autores que destacas son sumamente interesantes y, pese a que Nabocov o Beckett entraron en contacto con otras lenguas desde bien temprano, eso no les resta ni un ápice de mérito a sus respectivas obras. ¡Qué difícil, sin duda, lanzarse a publicar en otro idioma! Me ha parecido un artículo genial (¿No da la sensación de que para ellos era lo más normal del mundo? Hacen que parezca fácil… tal vez con el tiempo y detrás de un estudio a fondo de la otra lengua…) En fin, difícil es, pero no imposible (y tiene mucho mérito). Gracias. Un saludo.
Para mí, desde luego, es completamente imposible. La lucha diaria que tengo con el castellano para escribir unas cuantas páginas ya es suficientemente agotadora como para tener que planteármela en otros idiomas. Escribo a duras penas en mi propia lengua, no me veo capaz de hacerlo en otras. Por eso, el ejemplo de estos escritores tiene toda mi admiración. Un saludo.
He puesto «detrás de», como si se tratara de una mesa de estudio. Bueno, mientras no exista un «corrector de expresiones mal dichas» o de «lapsus», y haya que resignarse a dejar lo escrito, bien o mal, así se queda…
“Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta. She was Lo, plain Lo, in the morning, standing four feet ten in one sock. She was Lola in slacks. She was Dolly at school. She was Dolores on the dotted line. But in my arms she was always Lolita. Did she have a precursor? She did, indeed she did. In point of fact, there might have been no Lolita at all had I not loved, one summer, an initial girl-child. In a princedom by the sea. Oh when? About as many years before Lolita was born as my age was that summer. You can always count on a murderer for a fancy prose style. Ladies and gentlemen of the jury, exhibit number one is what the seraphs, the misinformed, simple, noble-winged seraphs, envied. Look at this tangle of thorns.”
El asombro que despierta ese comienzo del libro de Nabokov, Lolita, se modera cuando se sabe que el inglés fue su primera lengua, antes incluso que el ruso. Lo que no deja de sorprender, por cierto, es que también las buenas traducciones al castellano recogen en buena medida parte del eco de la preciosa aliteración del párrafo en inglés:
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”
¿De dónde el encanto de las palabras? Tal vez ocurra que sentimos como Neruda…»Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras…»
Debiera haber dejado así las cosas, pero no me resisto a seguir copiando:
«[..] Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció…»
Etcétera.
[…] en esos idiomas. Sería interesantísimo saber qué consecuencias tiene todo esto para los autores que escriben en una segunda lengua sin ser materna. ¿Son sus obras algo más contenidas desde el punto de vista emocional? ¿O suple el genio […]
[…] https://lapiedradesisifo.com/2014/11/19/autores-que-han-escrito-en-una-segunda-lengua/ […]
Hola! me ha encantado este artìculo porque me ha hecho sentir especial… yo deberìa estar ahora en el!
Me llamo Samira, soy espagnola, tengo 37 agnos (perdòn, nuestra egne no la tengo en el teclado, y los acentos estàn al revès) y vivo desde los 24 agnos en Italia, donde empecè solo a esa edad a estudiarlo (antes ni mu!) y a hablarlo, y… acabo de publicar mi primer libro, en italiano!
Asi que, bueno, me siento de veras bien, egocèntrica? quizàs… En realidad yo no le habia dado ningun valor de màs… pero ahora que lo pienso… pues si que lo tiene!
En fin, ahora estoy promocionàndolo y en breve empiezo a traducirlo al espagnol.
Un abrazo y… GRACIAS!