Feodor Dostoyevsky

Feodor Dostoyevsky

«Dostoievski marcó el clima espiritual de nuestra época».

Mochulsky

   En su momento se dijo que Dostoievski fue un escritor de buenos sentimientos, dedicado a predicar el Humanismo, la voz de la gente pobre, el vocero de los humillados y ofendidos. Con estos títulos, que bien halagarían a un mediocre escritor de telenovelas, neutralizaron al genio del maestro. No fue difícil. La gente acomplejada reacciona de inmediato al melodrama ramplón y a las «virtudes» del corazón, no a las de la mente.

   Es triste que gran parte de la psicología sólo haya explorado los terrenos de la impotencia y no se haya preocupado por las extensiones de la grandeza. Es decir, gran parte de la psicología está creada para la masa, para aquellos que piensan que el dolor y el sufrimiento son un castigo divino o el resultado de sus culpas y requieren curación para seguir siendo nada.

   No es extraño que durante el régimen socialista, a Dostoievski se le haya etiquetado de «humanista» y defensor de los pobres para así explotar su imagen «social». Dostoievski fue un Hombre más allá de la misericordia. Fue uno de los mayores pensadores de la humanidad. Sus contemporáneos no pudieron negar su talento, aunque sí devaluarlo. Para defenderse de él, lo consideraron enfermo. Un gran hombre con talento enfermo. Por fortuna los simbolistas de principios del siglo XX, lo redescubrieron, dándole un sitio más inteligente, que ese de «vocero de los humillados y ofendidos».

   Nació en 1821 y fue hasta después de 1917 que sus predicciones comenzaron a convertirse en realidad. El gran hombre de talento «enfermo», aun después de su muerte seguía demostrando que así pasen los años, talento mata cualquier análisis timorato y deducción pedestre.

   Para entender a Dostoievski, es necesario entender sus orígenes. Su padre participó en la campaña rusa contra Napoleón y posteriormente fue médico del Hospital Militar de Moscú. Considerado un hombre de temperamento difícil, hosco, desconfiado y peleonero. Por si fuera poco, constantemente sufría ataques de depresión. Era un borracho que deambulaba entre la avaricia y la piedad, la sensibilidad y la crueldad. Siendo un trabajador infatigable justificaba su vida. Cualquier relación con la época actual es mera coincidencia.

   En 1827 obtuvo el rango de asesor colegiado, lo que implicaba un estatus de nobleza hereditaria con derechos patrimoniales y siervos. Fue dueño de dos aldeas: Darovoie y Cheremoshnia, que más tarde aparece en Los hermanos Karamazov como la Chermiasnia. Mucho de la obra de Fiódor, está intrínseca en la vida de su padre.

   Por parte de madre, Dostoievski descendía de campesinos y comerciantes. Quizá algo de su afición por la Literatura provenga de su bisabuelo materno, que casó con la hija de un impresor familiarizado con los textos religiosos y filosóficos. La madre del escritor, María Fiodórovna Necháieva, escribía Romanzas y leía novelas. Sin duda heredó de su padre el gusto por los libros.

   Dostoievski nació un 30 de octubre en un sanatorio para pobres. En el ámbito psicológico existe un dato interesante. Tuvo ocho hermanos, pero dos definitivos. Mijáil, un año mayor que él y Varvara, un año menor.

   Sin duda su apellido es de origen lituano. Siempre fue un niño enfermizo. Así transcurrió su vida. En su adolescencia recibió brutales palizas. Él aceptó que escribiendo desnudaba su llagas para así poder acomodar su demonio y soportar el sufrimiento. Algo muy similar a lo que ocurría con Kafka. Claro que mucha gente «desnuda» sus llagas, aunque lo hace sólo por chantaje. No es raro. El chantaje es el síntoma indiscutible de esa falta de talento, tan venerable en nuestra época.

   Dostoievski convirtió la confesión en un género artístico. La imaginación no fue su aliada. Quizá porque él así lo quiso. Sin duda confiaba más en el poder de su memoria emotiva que en el de su fantasía. Siempre escribió lo que personalmente había experimentado. Según Mochulsky, el maestro vivió la Literatura. Es verdad lo que dice el analista. Lo que también es cierto es que la Literatura vivió en él.

   Se sabe que en su infancia el niño Fiódor, agobiado por el miedo y las pesadillas nocturnas acudió a la alcoba de sus padres. Al llegar se encontró con una imagen traumática. Sin duda lo que en esa ocasión vio fue una brutal escena sexual sadomasoquista entre sus padres, que lo marcaría para siempre. A partir de ese momento él y su obra quedaron señalados por la pasión y la sangre.

   La mayor parte del público actual no sabe quién es Dostoievski. Otros más «cultos» lo conocen de nombre o de «oídas». La masa es, y trasciende a partir de la inconsciencia y las ofertas del azar. Dostoievski no escribió para ser aceptado ni por la costumbre ni la necesidad de la gente, creó para trascenderlas.

Estatua de Dostoyevsky

Estatua de Dostoyevsky en Moscú

   Es un escritor universal, pues su pensamiento no hurgó en el Mercado, sino en la verdad. ¿En cuál verdad? En la que él creó. La verdad se crea, al igual que la conciencia. La mentira se cree, al igual que creemos y creamos la inconsciencia.

   Fiódor Mijáilovich Dostoievski nos da la posibilidad de entender como realidad, todo aquello que descubra nuestra mente y el horizonte. Pare él, vivir es asunto de talento, no de realidad y mucho menos humanidad ramplona. Cuestión de emoción, de temperaturas mentales y corporales.

   Más tarde fue aquejado por la epilepsia. Esto lo hizo profundizar en los abismos de su mente. ¿Cómo trascendió aquel trauma primigenio? ¿Cómo trascendió su epilepsia? Me atrevo a pensar que saliendo de su cuerpo, siendo el paisaje, la naturaleza. Más tarde escuchando las voces del ambiente, reuniéndolas con las internas… por último, siendo parte del todo, de esa gran energía a la que llamamos vida. ¿Cómo se podrá corroborar está hipótesis? No con un ejercicio de psicología ni motivación, sino de talento.

   El gran maestro ruso nos enseñó a vivir la vida a manera de paisaje, a entender la existencia de forma monumental. Su obra, más que leerse, se ve y posteriormente se avizora desde la percepción. En él, el talento es un detonante que nos señala los rostros sensibles de la existencia y su concordancia con el ambiente del alma y el mundo, hasta crear poesía.

   En su literatura, el clima de la mente de los personajes es similar al de la Naturaleza y más tarde al del lector. Es un pionero del estudio de las emociones humanas. Así lo demostró a lo largo de su obra. A las emociones las destacó dándoles facetas más allá de la simple patología clínica con la que ciertos autores creen forjar personajes e historias.

   Muchos creen que su obra es producto de su vida tórrida, del sufrimiento y la epilepsia. Sin duda las vivencias lo influyeron, pero ante todo, él siempre antepuso su talento. Entendió que la realidad sólo es percepción del mundo y no premisa materialista.

   Nos hizo ver que para concebir la realidad, antes debemos analizar nuestro mundo emotivo, recrearlo ayudados por los personajes que viven en nuestra imaginación. En esos seres imaginarios que habitan nuestra mente, viven emociones aparentemente ajenas, pero que al irse desentrañando, guardan profunda empatía con nuestro sentir y pensar.

   Dostoievski creyó en la magia curativa de escribir. En su obra, de un momento a otro, paisaje y personajes nos mueven y emocionan hasta convertirnos en seres pura imaginación que sin darse cuenta se han transportado a lugares distantes en tiempo y espacio. Al adentrarse en su obra, el acto mágico se ha convocado. Ya los personajes se involucraron con nosotros, incluso con ese otro que somos y no nos atrevemos a ver. Es cuando el fluir emotivo comienza su acción depurativa, curativa, hechicera. El arte se ha hecho.

   Dostoievski lo sabía muy bien: Se crea para aliviar. Así es el Arte. Se crea por el placer, que es el clímax del alivio y la posibilidad del nuevo suceso trascendental. La Literatura y sus millones de tramas, nos dan la oportunidad de ir profundizando en nuestro espectro emotivo hasta encontrarnos con el íntimo de nuestro ser. Con esa parte sutil donde se generan las verdaderas emociones y pasiones y se renueva otra vez el Suceso Trascendental.

   Leyendo, nos leemos y conocemos. Dostoievski a lo largo de sus tramas, nos descubre las motivaciones profundas que mueven y motivan a sus personajes. Sus personajes no son misterios, sino apertura. Una de sus grandes lecciones es muy apta para que la entiendan los psicólogos y motivadores actuales: El paisaje interno se comunica con el paisaje exterior. El clima resultante es la vida. Olvidé apuntar que para entenderlo se requiere talento, no datos clínicos.

   Sólo a través de la creación es que se entiende la interrelación del ser humano con su entorno y consigo mismo. Siendo creadores, somos, existimos. Algunos estudiosos de la mente dedicados al análisis de la obra del maestro, consideran que él y su trabajo creador, son prueba incuestionable de que un Hombre que sabe manejar su talento creador, puede acomodar a su antojo los fantasmas que lastiman su vida y convertirlos en sublimes misterios o fascinantes realidades que en el dramatismo encuentran su enlace sublime, convirtiendo la existencia, no en un dolor acumulado que cada día pesa más, sino en constante experiencia de evolución que nos acerca a la trascendencia fantástica.

   Stefan Zweig, al estudiar la obra y figura de Dostoievski, llegó a la conclusión de que para conocer a «Dostoiweski» hay que vivirlo desde su interior. La deducción del biógrafo, por obvia pierde brillantez, aunque no verdad. Nos recuerda que todo aquello que nos ayuda a abrir las puertas de la percepción, es necesario vivirlo de dentro hacia fuera. Convertirlo en una explosión emotiva, en un espasmo creador que florecerá más allá del momento. Así se experimenta el talento y la capacidad creadora: explotando en mil pedazos y dejando que el nuevo orden reacomode cada una de nuestras partes. Tal y como ocurre en el orgasmo.

   El creador es vorágine que surge del centro mismo de su ser. Es importante señalarlo: talento es cuestión de valentía. Es un instinto vital. No es el almíbar que nos han mostrado muchos burócratas culturales y «cultos» de tertulia o escuelita, que así pretenden lucir talentosos, sensibles e interesantes. Así como cuando se presentan en sociedad las muchachas de pueblo.

   El mundo del arte está cargado de mediocridad, pues falta arrojo para vivir el proceso creador. La energía humana día a día se deshecha lucubrando teorías para logran mayor productividad. Lo timorato se impone y lo que es peor, se disfraza de éxito. Los «buenos ciudadanos», así como personajes de «Humillados y ofendidos» buscan comodidad, para ya no atreverse.

   En el hoy la gente «productiva» no se aventura a leer, pues teme a la soledad. Los pobrecitos piensan que leer es un acto de soledad. Argumentan que les duele la cabeza… así como le ocurría a El idiota.

   Según los psicoanalistas, vivir es un milagro dialéctico donde crear y trascender son elementos cotidianos. Obvio es que trascendencia no significa meta, logro final, diploma del curso de superación; sino constante de vida. Compromiso con la existencia, no con la productividad ni la «excelencia». «Pobres gentes», tan dura la vida y tan dura su cabeza.

   Viviendo el interior de los personajes del maestro ruso, nos enteramos que una de las constantes vitales en su obra es la superlativa elaboración de los traumas que lo marcaron durante su infancia. Aquí descubrimos una gran paradoja del destino. Unos ansían saber, para así sentir y otros sienten para saber… aunque abundan los que ignoran para dejar de sentir y es tal su ignorancia que consideran que indiferencia es felicidad. ¿Será que Los hermanos Karamazov perviven en la psique humana?

   Dostoievski crea en el interior de sus novelas una particular conciencia, que al involucrarnos en ellas, nos induce a la elección de ser y trascender. Apuntan los psicólogos que todo encuentro es curativo. Los personajes de Dostoievski nos obligan a vivir, a encontrarnos con ellos y atrevernos a ver esa locura que nos «cura».

   Claro que podemos negar a Dostoievski y su verdad, para eso sólo nos basta echar mano de nuestra inconsciencia. Vivir «Humillados y ofendidos». Así como esos personajes que él defendía, no porque los considerara maravillosos, sino porque creía que existen mediocres, que sólo pueden aspirar a la misericordia.

   Dostoievski logró trascender su tiempo, pero no la ignorancia de los intelectuales de su época. Hoy infinidad de «profesionales» de la mente no conocen a Dostoievski. Para ellos no existe, no saben que es y para «colmo», no abunda en el Mercado, pues es un producto que por su profundidad y talento, no interesa.

   Durante la infancia del escritor existía una gran lucha de poderes que se estableció entre la brutalidad de la fuerza militar y la blanda capacidad de actuar y decir de los intelectuales. Esa desigualdad de conflicto generó otro poder, el del revolucionario: una mezcla entre pensador y soldado. Entre mártir y esclavo sublime. Sería bueno retomar esa capacidad de ser revolucionarios. No conformarnos con pensar y luchar aisladamente. Equilibrar al pensador con el soldado y así enfrentarnos a la tolvanera de mediocridad que aqueja a nuestra época.

   Por fortuna la claridad mental de Dostoievski logró sortear los obstáculos de su vida y su circunstancia. Alcanzó los niveles de talento y lucidez que se requieren para ser un Clásico de la Literatura… es decir… un escritor mega nombrado y nunca leído.

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