No, no es el nombre de una nueva novela de misterio de Stephen King. El Valle Inquietante es un término acuñado en 1970 por el profesor experto en robótica Masahiro Mori. Sí, es ese hombre tan risueño que posa junto a su robot de mirada fija, o… ¿es su gemelo? La verdad, se parecen mucho el uno al otro. ¿Encontráis las diferencias? Tranquilos, no os alarméis, sí que es un robot ‒el que está en el lado izquierdo‒. El señor Mori elaboró la hipótesis de El Valle Inquietante, que está, en cierta manera, vinculada con un concepto que Ernst Jentsh mostró en su ensayo de 1906 En la psicología de lo inquietante. Y que a su vez, ese mismo concepto fue elaborado más tarde por el mismo Sigmund Freud en su ensayo de 1919 titulado Lo inquietante.
Pero dejémonos de tantos nombres y fechas. ¿Qué viene siendo esta hipótesis en concreto? Lo que Masahiro Mori denominó como El Valle Inquietante no es más que un reflejo humano que poseemos todos para rechazar o sentirnos incómodos ante la apariencia muy realista de un robot, una animación 3D, un títere, etcétera… Para que nos entendamos, la hipótesis se basa en que cuando algo comienza a parecerse demasiado a nuestros rasgos humanos y se vuelve muy realista, sobrepasa una línea imaginaria en la que ya no es tan natural, y en realidad es escalofriante. Nuestro cerebro, que ve ese algo muy real, interpreta sus defectos con más facilidad y tiende a buscar los fallos.
Vamos a poner un ejemplo. Imaginemos que creamos un robot. El robot se parece a Wall-E ‒sí, estoy hablando del personaje de la película de Pixar‒. ¿Verdad que es muy chulo? Bueno, eso es porque sabemos que es un robot, pero que no tiene para nada apariencia humana. Su apariencia está muy estilizada y no es para nada algo hiper realista. Sus gestos, muy naturales para lo que es él, nos transmiten un gran espectro de sentimientos a nosotros. Y somos capaces de sentir empatía, de quererlo, o sentirlo muy cercano. Ahora bien, cambiemos por completo a Wall-E. Contruyamos un robot que sea tan parecido al profesor Masahiro Mori ‒sí, podéis fijaros en el de la foto de antes‒. Este robot es muy real. Pretende ser semejante al propio profesor, de hecho, es tan real que nuestro cerebro intenta ver sus defectos. Acaba de sobrepasar ese Valle Inquietante y nos resulta incómodo verlo. Sabemos que es una máquina, pero es que parece tan real que asusta, ¿verdad? Bien, pues eso es lo que explica El Valle Inquietante.
Cuando vemos cosas como Wall-E, o como el dibujo animado preferido de un niño, el protagonista de un videojuego, etcétera… nuestro cerebro hace el trabajo por nosotros. Es capaz de añadir detalles, de imaginárselo cercano. Somos capaces de sentir empatía. Sabemos que no es real, pero tiene un algo muy especial que resulta conmovedor. Pero si eso que vemos intenta imitar de forma muy lograda el realismo de un humano, la cosa cambia. Y nos crea cierto rechazo. Hay varias teorías para este rechazo que tenemos cuando algo sobrepasa El Valle Inquietante. Entre otras, se dice que como detectamos defectos, los transformamos en enfermedades, y ese rechazo es casi como un mecanismo de selección de parejas con mayor nivel potencial de supervivencia. Esa es solo una teoría basada en el punto de vista de la evolución y la biología.
El Valle Inquietante no solo lo podemos encontrar en robots o inteligencias artificiales muy realistas como la que tiene Masahiro Mori. En los últimos años, también se ha empezado a encontrar en el mundo de los videojuegos. Las tecnologías avanzan cada día más, y el realismo gráfico está siendo mucho mayor que en años anteriores. Actualmente se pueden recrear personajes muy realistas, que nos creen esa sensación de rechazo. Por ejemplo, en videojuegos como L.A. Noire, donde las caras de los personajes son de actores reales escaneados, resulta muy chocante verlo en pantalla. Simplemente, son tan realistas los gestos, que nuestro cerebro no tiene detalles que rellenar como sí hace al ver al bueno de Wall-E. Es entonces cuando empezamos a ver los defectos, y la visión se nos hace incómoda. Para entenderlo mejor, es como si cogemos a Super Mario, e intentamos que sea super realista. Que deje de tener unos ojos muy grandes y una nariz tan regordeta. El cambio, el acercamiento a lo real, dejando atrás lo imaginativo y creativo de su diseño, nos produciría rechazo visual. ¿Verdad que Homer en Los Simpsons en muy gracioso y divertido? ¿Y qué tal si intentamos hacerlo muy cercano a los rasgos faciales de un hombre de su edad? ¿A que ya no es tan satisfactorio el resultado?
Ni siquiera hay que llegar al mundo de los videojuegos para ver más ejemplos de este estilo. Podemos irnos al mundo de la animación 3D. De hecho, hay casos muy conocidos. La película de animación The Polar Express, interpretada entre otros actores por Tom Hanks, resulta muy chocante porque estamos viendo dibujos, pero, intentan acercarse tanto a la realidad que de nuevo, sobrepasan la línea del Valle Inquietante. Lo mismo pasa con la película Beowulf, o Las Aventuras de Tintin: El secreto del unicornio. E incluso podemos ver cómo El Valle Inquietante genera este rechazo en cintas como: Blade Runner ‒con el caso de los replicantes‒, El hombre bicentenario ‒cuando este comienza a tener un aspecto muy real‒, o el pequeño personaje de David en Inteligencia Artificial ‒que hace sentir incómodos a sus padres‒.
Es muy curioso las sensaciones que pueden transmitir estos seres o personajes cuando cruzan El Valle Inquietante. Y lo más curioso, es que todo apunta a que cada vez veremos más y más de este realismo en nuestras vidas. Todo avanza. El cine cada vez tiene mejores efectos especiales. Los videojuegos, mejores gráficos. Y los humanos, mejores tecnologías con las que crear sus inteligencias artificiales. ¿Seremos capaces de acostumbrarnos, o seguiremos con nuestro rechazo automático? No lo sé… lo que sí sé es que prefiero quedarme con Wall-E o con Super Mario antes que con un Homer de carne y hueso.
Hola, Daniel, me ha gustado mucho el artículo, pero he de decir que no puedo estar de acuerdo con la idea subyacente, y mucho menos con la inquietud de la teoría.
Creo que desde que tengo memoria me ha gustado explorar mentalmente todas las posibilidades futuras, y desde luego una de ellas es la de construir una consciencia. Para mí los humanos (y, en realidad, todo tipo de estructura celular viva) no es más que un conjunto de materia e impulsos sometidos a unas leyes físicas.
Y te planteo el siguiente dilema con la teoría que planteas: ¿Qué ocurrirá si en (pongamos) doscientos años los robots son tan complejos que tienen que nacer para poder seguir reproduciéndose? Es decir, que la complejidad de sus IAs sea tal que no podrán ser fabricados, sino que tendrán que gestarse dentro de sus predecesores para poder nacer.
Entonces, ¿nos parecerán inquietantes? No sé tú, pero yo ya estoy deseando conocer a uno de esos y saber qué pasa por sus circuitos.
=]
Hola Marcos, gracias por el comentario, es muy interesante. Yo creo que el señor Masahiro Mori tiene bastante razón. A mí me fascinan las inteligencias artificiales y todo el tema de animaciones hiper realistas, gráficos de última generación, etcétera… Pero admito que la primera vez que se ve una de estas cosas, hay un impacto bastante curioso. Sea o no, inquietante. Es cuanto menos curioso. Y me parece muy correcto ligar esa idea a algo que pase por nuestro subconsciente y que nos de cierta repulsión en un instante concreto.
No se puede negar que siempre que vemos estas cosas, empezamos a encontrarles fallos: «Es que los ojos parpadean muy raro», «mueve la boca fatal», «se nota que las expresiones son forzadas», etcétera… En este campo, aún falta mucho avance. Pero al igual que tú, estoy expectante de dónde puede acabar todo. Si hemos avanzado tanto en tan poco tiempo, quién sabe si no veremos a esos robots ultra modernos que se reproducen a sí mismos. Y quién sabe si llegando a ser tan realistas, dejaría de existir El Valle Inquietante.
Un saludo 🙂
Es una teoría, por lo menos, interesante y me animo a dar mis propios ejemplos de «valles inquietantes» pero basados en circunstancias, es decir, uno puede sentir «empatía» por un futuro distante con naves espaciales y gente viviendo en Marte (siendo esto de momento, poco perceptible) pero puede sentir pavor o hasta un gusto amargo, con un futuro post-apocaliptico en una hipotética guerra…
Saludos.
Por muy realistas que sean, se me ocurre un contexto en el que bajo mi punto de vista seguiría funcionando el Valle Inquietante. Yo solo he experimentado esta sensación en contadas ocasiones, pero no se me olvidará la primera vez que lo sentí. Era un vídeo de youtube (seguro que se puede encontrar) en el que se ve una cabeza robótica completamente idéntica a la de un ser humano. En este caso el fallo no estaba en la propia cabeza, que era una copia exacta, sino un poco más abajo, pues solo había una cabeza y poco más. Bajo el cuello la forma humana se acababa y daba lugar a un montón de cables y circuitos. Por lo demás, el robot estaba tan conseguido que era difícil diferenciarlo de un ser humano real. Para mí esto, que es algo completamente antinatural, es Valle Inquietante en estado puro.
También esta la posibilidad de que «el valle inquietante» sea «El valle de lo irresistible». Ex-machine de Alex Garland manda a volar esta hipótesis,