Si hiciésemos siempre lo mismo, la humanidad todavía viviría en cuevas. Eso, por supuesto, tiene sus reconocidas ventajas, como no tener que barrer o poder ir a mear a la misma puerta de la cueva. No obstante, he de decir en favor de la cultura y de la higiene que nos han sido bastante útiles. En especial por la escoba y por evitar que la gente mee en las puertas.
Pero, ¿qué tipo de personas son las que hacen que esto cambie? Pues ya os digo yo que si fuese por el 99.9999% de la humanidad, la cueva todavía sería vista como algo un piso envidiable, e iríamos por los bosques cazando.
Por suerte, tenemos personas que, de vez en cuando, piensan en una mejora social. Esto no puede gustar a todos, pero tiende a acabar implantándose por algo así como una evolución natural tecnológica. Poneos en situación. Es hace 25.000 años y no se nos da muy bien eso de lavarnos o cuidar lo limpia que está nuestra cueva. Pero a alguien se le ocurre construir un cepillo rudimentario que se limita a una rama de pino ‒que, por cierto, confirmo que barre mejor que los cepillos de plástico‒. Es por ello que comienza a barrer la cueva una vez a la semana, y se da cuenta de que así está mucho más limpia y acogedora. Con toda seguridad los primeros barrenderos murieron a golpes por sus compañeros de cueva. Al fin y al cabo, ¿qué coño estaba haciendo aquél payaso con la ramita?
Pero uno de cada millón o uno de cada diez millones que descubría algo lograba el tiempo de tregua suficiente como para demostrar las propiedades del invento o del descubrimiento. Y el 99.9999% restante asentían y no le mataban en ese preciso instante. Con cada invento, la cueva en cuestión tenía más posibilidades de sobrevivir que sin él, y comerciaba con otras cuevas ‒o eran masacrados por ellas‒. Y, en cualquier caso, los inventos se desplazaban, extendían y copiaban.
El no tener el último invento equivalía a ser más débil que la cueva de al lado ‒esta es la mentalidad armamentística EEUU-URSS del siglo pasado‒. Me gustaría pensar que en el siglo que corre, aquellos que hacen algo diferente son capaces, gracias a las nuevas tecnologías, de poner el ejemplo a disposición de todo el mundo en el mundo. Y, en el futuro ‒con suerte‒, a todo el mundo en todas partes.
Así nació @adoptaunlibro, una iniciativa que comenzó en Latinoamérica y se ha extendido por todo el planeta en muy poco tiempo. El proyecto consiste, en esencia, en abandonar un libro en un lugar público para que, quien esté interesado en él, pueda cogerlo. Porque piensa en la cantidad de libros que tiene tu biblioteca que no volverás a leer. Por supuesto hay libros de consulta recurrente, pero ocurre que la mayoría de tus libros te los acabas leyendo una única vez. ¿Por qué no abandonarlos?
Esta iniciativa persigue no solo la llegada de libros a personas que por otros medios no los hubiesen conseguido, sino también el no necesitar tanta materia vegetal para la impresión de nuevos libros. ¿De qué sirve que todo el mundo tenga un Quijote en su casa? ¿Cuántas veces va a leerlo? Y, sin embargo, rara es la casa en la que el libro no está presente. Y con un 10 % de impresiones ya iríamos sobrados.
La misma idea subyace en el proyecto Tuuu Librería de la organización Yooou. Por desgracia hay pocas librerías similares, y, en España solo están en Madrid. Pero ya han llegado a bastantes países de América del Sur con la propuesta. Pero, ¿y en qué consiste? Pues en abrir las puertas a las donaciones de libros por parte de todo el mundo ‒salvo enciclopedias y similares‒. Aunque no es necesario donar ninguno para ir, coger tantos como puedas acarrear, dar de donativo lo que desees y llevártelos a casa para disfrutarlos.
Estos libros son tan regalables y leíbles como cualquier otro, y la iniciativa, con los donativos, no solo paga el alquiler del local. También regala libros a colegios necesitados, monta proyectos de microcréditos y participa en varios proyectos sociales. ¡Y todo mientras lees a bajo coste!
Y fueron estas iniciativas las que me llevaron a dar un pasito y ‒con suerte‒ convertirme en uno de esos autores que dan un paso adelante, de ese 0.0001 % de la humanidad que hace algo por todos los demás al inventar de nuevo la escoba ‒y no muere apaleado por los integrantes de la cueva‒.
Cuando saqué la versión en papel de mi libro me leí y releí los Términos y Condiciones de Amazon. Luego, ignorándolos por completo, acabé por abrir de este modo el libro:
Es decir, que cualquiera puede coger cualquier texto de mi libro y hacer, en esencia, lo que le dé la gana con él siempre que me mencione y me avise. Yo nunca había visto nada parecido, pero siempre había deseado no solo un comunicado por parte del autor, sino la autorización por escrito del mismo para publicar el texto en cuestión. Si os fijáis en el cartelito del Copyright siempre aparece eso de “no se puede copiar […] sin autorización escrita del autor”. ¿No sería todo más fácil y fluido ‒y se evitaría mentar términos como piratería‒ si todos los autores liberaran sus textos? Es decir, confiasen en la calidad de sus escritos y en los consumidores. Por eso también lo puse a un euro en formato electrónico y añadí un botón de donaciones en mi página web. ¿Por qué pagar el precio normal del libro si cuando lo acabas te das cuenta de que no te gusta? ¿No es injusto para el lector pagar por algo que no ha satisfecho sus expectativas?
Y, pensando de nuevo en esto, decidí dar una vuelta de tuerca al formato impreso:
¿Y si regalo mi libro?
Tal cual. Regalado. Por supuesto pocos ejemplares porque no es que sea yo rico, y, de momento, solo a personas de mi entorno. Lo regalo, sin condiciones. Una impresión de unos 6 euros en tienda, regalado. Si te estás preguntando para qué puñetas hago esto es que estás totalmente cuerdo, de modo que no te preocupes. Todo surgió de pensar lo siguiente: ¿Y si junto todos estos puntos y los cristalizo en la versión impresa de mi primer libro? Pues, entonces, tengo que regalarlo añadiendo algo en la primera página. Y ese algo es, básicamente, una serie de directrices:
- No te quedes este libro. Cuando lo acabes, regálaselo a alguien a quien pueda interesar. Todos tenemos amigos que comparten algún gusto literario.
- Si te ha gustado, dona una cantidad en mi web (máximo un euro). Y, si lo haces, apunta cuánto has puesto en la hoja de detrás de estas normas. Cuando la suma llegue a seis euros (valor del libro) ya nadie tendrá que donar nunca nada para pagarlo, porque ya habrá sido pagado entre todos.
De este modo: llega a mucha gente, todos pagan poco, se gasta poco papel, se usa poco espacio en la librería, el proyecto se da a conocer, y, espero, sentaré precedentes para futuros autores. Porque el que te dé de comer y el que te lea mucha gente no tienen por qué estar reñidos.
Buenas tardes… Perdona, pero me parece que has pasado por alto algunas cosas. En primer lugar, si hablamos de innovación, no podemos obviar el hecho de que no puede implantarse una nueva creación tecnológica (o del tipo que sea) si no se tiene cierta autoridad. No me creo (lo mismo sí y la rara soy yo) que una persona creativa y con el ingenio suficiente para crear un mecanismo o determinada estructura, no fuese capaz de crear un medio por el cual transmitir sus conocimientos, en caso de no conseguir el resultado deseado (hablamos de innovar, es decir, de inventores. No destacan por rendirse, ni ser sumisos). En segundo lugar la iniciativa de regalar un libro que no vayas a leer. Me parece fabulosa, siempre y cuando estés seguro de que no necesitarás consultarlo en algún otro momento. Estás dando por hecho que los libros no se releen o no se necesitan consultar. Resulta que yo lo hago, y muy a menudo (me refiero a los de lectura, no sólo a los didácticos. Todos no, los infantiles y juveniles los regalo perfectamente, algunos y sólo a veces). En tercer y último lugar, me gusta tu idea de regalar el libro bajo las condiciones mencionadas. A mi parecer, tu decisión favorece a ambas partes (al escritor y al lector) y, además, tiene el aliciente de que te va a gustar (porque el libro es divertido, no supone un problema pasárselo a otro). Lo sé (y lo siento): me he extendido, de nuevo. También eran muchas cosas las que has planteado. Gracias. Un saludo.
Con respecto al primer punto he descubierto en el mundo laboral que los innovadores no tienen mucho poder, y son más bien poca cosa. Aunque habrá de todo, me los he encontrado en puestos de mierda aunque sean genios.
Sobre la biblioteca de consulta personal, yo mismo tengo una serie de libros que no regalaría salvo si me va la vida en ello, con dobleces sobre los dobleces de las páginas. Sin ir más lejos, tengo un libro de Bill Bryson que le he calculado más de 25.000 km desde que lo tengo, y que he leído más de seis veces (perdí la cuenta) completo, más consultas. Pero el grueso de lo que leo acaba marginado, o lo hacía hasta que descubrí dónde podía donarlos y que sirviesen para algo.
Gracias por la calificación de mi libro =]
Como dice Rachael, en lo de no volver a leer los libros chocamos tu argumentación y yo. Releo. Mucho. Muchos. Disfruto con ello. A veces ni siquiera los releo enteros, simplemente busco un capítulo, una escena, una frase que me gustó… Hay libros que tienen que estar conmigo, acompañarme sin irse muy lejos. En eso no tengo remedio. Además tengo un poco de biblioteca ambulante: el recurso de mi gente para leer libros sólo a cambio de poder comentarlos.
Sin embargo, sí me desprendo de otros, de los que soy consciente de no volver a leer. Suelo donarlos a bibliotecas u organizaciones especializadas. Llevo años haciéndolo.
Tu sistema para la distribución de tu libro me gusta, aunque ¿y si resulta que es de esos que quiero releer? Y si yo estuviera por hacer lo mismo… es buena opción, sí, pero reconozco que también me gustaría que mi supuesto libro se quisiera releer. Contradicciones vitales y todo eso. Ay.
Gracias por tu artículo. Como siempre, muy interesante.
Lo que planteas lo he pensado muchas veces. Me saco el comodín de «la versión electrónica solo vale un euro». Es más limpia, no contamina tanto, no ocupa lugar y es accesible económicamente para todos los que hayan leído previamente el libro 😛
Yo, por ejemplo, tengo la versión electrónica, no porque quisiera ahorrarme el dinero del formato de papel, pero cuando se trata de libros de amazon me resulta más cómodo. El papel de momento lo reservo para caprichos de librería. Con la versión digital, claro está, no funcionaría tu propuesta. Sin embargo, me parece una idea muy interesante y muy valiente. Sobre todo valiente, porque implica la apuesta a ciegas del escritor en sus lectores. Se parte de la suposición de la buena voluntad de la gente, pero lo cierto es que nada te garantiza que la cadena no se vaya a romper en algún momento. Ojalá que no sea así.
[…] varios libros, y esto ya está ocurriendo. Si sois los ganadores, formaréis parte de un nuevo proyecto que pretende difundir […]
Después de haber leído ya una parte de tu libro, me sorprende más que nunca la propuesta que haces en este artículo. Si fuera la típica novela de leer y de pasarla lo entendería, pero creo que precisamente tu libro es uno de esos libros en los que la lectura se alarga bastante en el tiempo, que se presta mucho a leer trozos sueltos y a consultarlo una y otra vez una vez se ha terminado. Por eso me extraña lo que propones. No quiero decir que sea como una enciclopedia, pero desde luego que tampoco es como una novela. El tiempo que tendría cada persona el libro puede ser muy largo, ya que completar todos los retos no es algo precisamente fácil.
En efecto, mi libro estaría dentro del espectro de larga duración dentro de esos libros re-regalados =)
Pero, bueno, supongo que dependerá de a quién le caiga encima.
Hace tiempo que lo hago. Sobre todo con mi último libro. «Una irreverente vuelta la mundo escrita en las madrugadas de espera en aeropuertos vacíos». Salud.