Cada noviembre cientos de miles de escritores y aspirantes a escritores de todo el mundo participan en el National Novel Writing Month ‒NaNoWriMo‒ con el objetivo de conseguir en el plazo de un mes una novela que tenga como mínimo 50.000 palabras. Sin embargo, desde el año pasado el NaNoWriMo ha dado lugar a otra competición bien distinta, el National Novel Generation Month, más conocido como NaNoGenMo, donde los autores son informáticos y lo que se escribe es código fuente.
Todo empezó con un tuit del programador Darius Kazemi, que parecía más una travesura que una propuesta en serio. En 140 caracteres Kazemi preguntaba a sus seguidores cuál de ellos se uniría a NaNoGenMo para conseguir la escritura de un código capaz de generar una novela de 50.000 palabras. La única regla consistía en compartir la novela y el código fuente con la comunidad. Como la competición parte de un concepto de novela bastante abierto, aparte de la única norma mencionada todo está prácticamente permitido. Según Kazemi, escribir una novela con la palabra «miau» 50.000 veces estaría permitido, así como generar un código que eligiera al azar una novela del Proyecto Gutenberg ‒el único límite sería el respeto de los derechos de autor‒.
Claro está que lo interesante de todo este asunto es que las novelas generadas por el programa informático pudieran pasar desapercibidas entre el conjunto de novelas escritas a la manera tradicional, por puño y letra humano. El resto está en conseguir generar textos narrativos inteligibles, algo que de momento solo se ha conseguido en narraciones muy breves. Lo normal, dice Kazemi, es que las historias tiendan a ser entrecortadas, planas o incoherentes con respecto a las normas de la escritura humana. Aunque parece que en algunos casos los resultados se acercan mucho a cierto tipo de novela contemporánea, tanto que casi son indistinguibles.
Por ejemplo, una de las participantes, Michelle Fullwood, hizo una versión de Orgullo y prejuicio titulada Twide and Twejudice en la que muchas de las palabra de los diálogos son sustituidas por palabras utilizadas en un contexto similar en Twitter. El resultado, completamente absurdo, es una novela de Austen donde los personajes estallan en un galimatías casi inteligible. Liza Daly, por su parte, hizo su propia versión del Manuscrito Voynich. Para ello escribió un programa que tomaba las palabras del códice al azar y los colocaba en una nueva página junto a viejas imágenes alquímicas y botánicas tomadas del Archivo de Internet. El resultado es muy vistoso y no menos desconcertante que el texto original.
Ya había comentado algo parecido al hablar de Philip M. Parker, que utilizando un método muy parecido ha llegado a poner en venta más de 200.000 títulos distintos en Amazon. Aunque en el caso de Parker hay que decir que el resultado está muy lejos de parecer escrito por un ser humano. ¿Quién sabe, sin embargo, si algún día puede llegar a darse el caso? De ocurrir estaremos más cerca que nunca del apocalipsis robot con que tanto ha soñado la ciencia ficción, pues las actividades artistas y creativas son, quizá, uno de los últimos refugios que le quedan al hombre en una sociedad completamente tecnológica.
Es cierto, «son, quizá, uno de los últimos refugios que le quedan al hombre en una sociedad completamente tecnológica». No nos distinguimos en muchas más cosas. La escritura sigue siendo el único medio por el cual el ser humano consigue expresar, de una forma bastante aproximada, sus pensamientos, sus sueños, sus emociones… Escribir nos hace humanos, nos diferencia de las máquinas. No existe modo alguno de conseguir esa soltura por medio de algoritmos. Siempre fallará en algo. Me ha gustado el artículo. Me parece bien que se hagan pruebas de este tipo, aunque solo sea para comprobar (por el momento) que seguimos siendo humanos… Gracias. Un saludo.
Me hace plantearme diversas situaciones, y perdona que me meta en (y contra) tu comentario, Rachael. Seguro que luego me perdonas 😛
Me pregunto qué ocurrirá cuando (y es importante el no-uso del condicional, sino del adverbio relativo) la inteligencia programada pueda escribir novelas similares o incluso más complejas que las nuestras. ¿Diremos entonces frases como «Escribir es lo que nos hace seres inteligentes, es lo que nos diferencia de las polillas»?
Me ha encantado el artículo, todo esto de que se pueda engañar a un humano con un procesador satura mi CPU de felicidad binaria.
A día de hoy es normal pensar que siempre fallará algo, pero la ciencia avanza a pasos tan agigantados que ya casi nada me parece imposible. Mi mente es incapaz de imaginar cómo será el mundo de aquí a cien años. Pero la idea de una máquina capaz de generar arte no me parece tan descabellada para entonces.
Marcos, no llegará el día en que mis comentarios no puedan criticarse… (…ni tampoco aquel en el que la inteligencia programada llegue a poder escribir un libro tan complejo que pase por humano; salvo, claro está, que hablemos de libros cuyos lectores sean poco exigentes o estén poco formados…) De tener lugar (pronto o no) dicho hito, habrá que preguntarse qué criterios se han tenido en cuenta a la hora de calificar como «humano» un libro escrito por una máquina (la inteligencia humana tiene niveles, ¿cuál de ellos servirá para hacer la valoración?, ¿quiénes serán los encargados de ratificarlo?, ¿qué preparación tendrán y qué parámetros se seguirán para realizar dicha prueba?). Gracias. Un saludo.
Creo que en este caso, para definir criterios se podría aplicar a las novelas el mismo parámetro que a la inteligencia artificial en general, es decir, el test de Turing. En el momento en que una novela consiga engañar a un lector (independientemente de su preparación) y le haga pensar que ha sido escrita por un ser humano creo que podría considerarse humana. En realidad, este tema está muy ligado al de la inteligencia artificial, ya que si esta se consiguiera esa inteligencia no tendría ninguna dificultad en escribir una novela. No creo que sea un escenario imposible. Ten en cuenta que hoy en día desde muchos puntos del planeta se está trabajando para conseguirlo. No sé si lo veremos, pero que acabará ocurriendo no tengo duda.