Schadenfreude

Schadenfreude

   “En cuanto nace la virtud, nace contra ella la envidia, y antes perderá el cuerpo su sombra que la virtud su envidia”. Nadie sabe cuando apareció la envidia, quizás nunca apareciera sino que más bien preexiste. Lo cierto es que hasta tal punto llega la prevalencia de este término que, en la actualidad, hay palabras para definir esa costumbre de regodearse con el mal ajeno en numerosos idiomas. Quizás uno de los términos más auténticos sea una acepción creada solo para determinar esta actitud que está a la orden del día en nuestra sociedad. Se trata del término alemán Schadenfreude: el arte de disfrutar de la desgracia ajena de una manera feroz y macabra. Pero, ¿Qué significa la misteriosa palabra schadenfraude desde una perspectiva social?

Schadenfreude regodearse mal ajeno

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Envidiosos ilustres: ¿Qué significa la misteriosa palabra Schadenfreude?

   A lo largo de la historia, hemos conocido ilustres envidiosos. Desde Marco Antonio que detestaba a Julio César  porque su carisma era conocido a lo largo y ancho del Mediterráneo hasta los personajes ficticios que han formdo parte de nuestra niñez, como sucede en el caso de Homer Simpson.

Schdanfreude, esa “alegría vergonzante” es conocida – y experimentada – por casi todos los seres humanos reales y aquellos creados por el ser humano en algún momento de la vida. La idea de que otros sean más prósperos que nosotros se convierte en un estigma que la persona arrastra cuando percibe al prójimo como superior. El complejo de superioridad tiene mucho que ver con la envidia y con ese placer morboso que se tiene lugar cuando alguien envidiado padece una desgracia.

   Adolf Hitler (perdón por apelar tan rápido a la Ley de Godwin), por ejemplo, siempre había rechazado al pueblo judío porque en su lugar de nacimiento era habitual el comercio dirigido por personas de tradición hebrea. Esto conllevó que Hitler se sintiera inferior desde bien pequeño con respecto a los judíos.

Schadenfreude regodearse mal ajeno

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   De hecho, Schadenfreude es un término que las mentes más brillantes en su campo suelen conocer muy bien. Posiblemente uno de los más envidiosos de nuestro tiempo sea Stephen Hawking que, desde bien pronto, comenzó a criticar al padre de la relatividad, Albert Einstein asegurando que “Dios no solo juega a los dados sino que a veces los tira donde no podemos verlos”. Descubrimos en nuestro ideario que la envidia es algo que se puede leer en la literatura española con asiduidad en novelas de prestigio como es el caso de El Lazarillo de Tormes.

El arte de disfrutar de la desgracia ajena o esa misterios palabra que los alemanes llaman Schadenfraude

   No se sabe en qué momento aparece la envidia – quizás porque es tan inherente al ser humano moderno como lo es la propiedad privada -. Justamente, hay un gran segmento de especialistas en antropología que aseguran que la envidia aparece con la creación de la propiedad privada. Sin embargo, las raíces del disfrute que se vive con el mal ajeno puede tener una raíz profunda desde el punto de vista psicológico. La envidia es un método de defensa irracional contra un bien que otro tiene y al que nosotros aspiramos.

 Y es que parece que existen dos tipos de mentira; las que tratan de ocultar la verdad y las que consiguen sacar a la luz otra muy distinta.

   Curiosamente, la envidia ha provocado tantas malas acciones como buenas a lo largo de la historia. No son pocos los estudiosos que emprendieron sus grandes hazañas después de que la chispa de la envidia hiciera su aparición. Fácilmente reconocible es el caso de Woody Allen, quién recientemente ha cumplido años. Este hombre “canijo” y con complejo de feo se parapetó en su humor sarcástico para plantar cara a unas características innatas que no era capaz de cambiar y que la sociedad en la que vivía le imponía. El resultado de su envidia fue la disciplina y la voluntad por llegar a lo más alto.  Y es que parece que existen dos tipos de mentira; las que tratan de ocultar la verdad y las que consiguen sacar a la luz otra muy distinta.

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