Adolf Hitler

Adolf Hitler

   Desde sus orígenes el arte ha demostrado ser un excelente aliado de soberanos y gobernantes. Ya sea porque se utilice como instrumento de propaganda, como elemento exclusivo y diferenciador de un estatus social o porque, en el caso de muchos dictadores modernos, al hacerse con el poder de forma ilegítima intentan también apropiarse de la cultura y del arte. El caso es que muchos de estos dirigentes no han escatimado tiempo y esfuerzos para levantar, a veces por la fuerza y otras a golpe de talonario, impresionantes colecciones de arte en las que las fronteras entre lo público y lo privado no siempre están claras.

   Si hubiera que hacer un ranking de los dictadores más preocupados por coleccionar arte la primera posición la ocuparía, sin duda, Adolf Hitler. A los dieciséis años Adolf abandonó sus estudios con el objetivo de convertirse en pintor, aunque sus aspiraciones se vieron frustradas después de que la Academia de Bellas Artes de Viena le negara el acceso dos años consecutivos, lo que hizo que llegara a considerarse a sí mismo como un artista incomprendido.

   En un principio Hitler empieza su colección de forma legal y legítima, solo cinco años después de su ascenso al poder en 1933. Gracias a su cargo como canciller, no le fue difícil entrar en contacto con numerosos marchantes, a los que compró, sobre todo, obras de artistas alemanes y austríacos de los siglos XVIII y XIX. Estas obras, adquiridas en su precio de mercado, fueron compradas sobre todo gracias a los beneficios que Hitler obtuvo con su libro Mi lucha ‒que se convirtió en lectura obligatoria a partir de 1933 y del que se vendieron millones de copias‒. Con el tiempo, además, fue ingresando donaciones de miembros del partido y altos funcionarios que querían congraciarse que querían congraciarse con el Führer.

   A partir de 1934 la situación de los judíos empeora notablemente como consecuencia de los cada vez más desorbitados impuestos que se les cobran, aunque lo verdaderamente duro llega a partir de 1938, con la noche de los cristales rotos, tras la cual se aprobó un decreto que obligaba a los judíos a entregar el 25% de su patrimonio, siempre que tuvieran más de 5.000 marcos, en concepto de sanción por los daños causados contra el pueblo alemán y autorizaba la expropiación de sus bienes. A raíz de estas medidas muchos judíos, que eran coleccionistas de arte, se vieron obligados a vender las obras que tenían en su poder ‒a precios irrisorios‒ para poder hacer frente a los pagos. Esto hizo que la colección privada de Hitler creciera con obras de las épocas y estilos más dispares, muchas veces gracias al robo o a la extorsión. Como el Führer estaba muy interesado en que todo el pueblo alemán pudiese admirar su colección en 1938 ordenó la construcción de un gran museo en Linz, pero tras el final de la guerra el proyecto no pudo completarse y la colección de Hitler se desmanteló después de que miles de piezas fueran devueltas a sus antiguos y legítimos propietarios.

Joseph Goebbels

Joseph Goebbels

   Sin embargo, Hitler no era el único aficionado al arte dentro del partido nazi. Al igual que el Führer, Joseph Goebbels, considerando intelectual y culturalmente superior a sus compañeros, también era un gran apasionado del arte. Sus gustos se inclinaban más hacia el arte moderno, que con el tiempo llegó a considerarse «arte degenerado», así que tuvo que modificarlos para adaptarlos a lo aceptado por el régimen. En lugar de delegar, Goebbels compró personalmente muchas piezas de arte para el ministerio, entre las que destacan Retrato del padre y Retrato de la madre de Rembrandt. Además estuvo en contacto con infinidad de artistas.

Herman Göring

Herman Göring

   Por su parte, Herman Göring no dudó en utilizar métodos tan poco ortodoxos como las amenazas o el chantaje para engrosar su colección de arte. Pero los intereses de Göring se centraban sobre todo en un tipo de arte en concreto, el clásico, despreciando otros estilos más modernos. Durante la ocupación de Francia, por ejemplo, llegó a confiscar cientos de cuadros impresionistas para cambiarlos por obras clásicas. Así mismo, en 1937 emprendió una cruzada contra los museos alemanes que le llevó a robar infinidad de obras que más tarde vendería en el extranjero. Su colección incluía María con Jesús y San Juan Bautista de Botticelli, Retrato de un viejo hombre de Rembrandt o el Escarabajo de Alberto Durero. Además tenía, curiosamente, un cuadro de Picasso.

Mohammad Reza Pahlevi

Mohammad Reza Pahlevi

   Durante su reinado de 38 años Mohammad Reza Pahlevi logró atraer a Irán a celebridades de la talla de Andy Warhol, al tiempo que reunía una colección de artistas de finales del siglo XIX y principios del XX que muchos críticos consideran como una de las mejores del mundo y que incluye algunas de las principales obras de Picasso, Van Gogh , Monet, Renoir, Degas, Duchamp, Bacon, Magritte, Chagall, Rothko o Lichtenstein. Tras su derrocamiento, la colección ha permanecido oculta durante casi 30 años en los sótanos del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán, por considerarse demasiado pornográfica o anti-islámica para ser mostrada.

Faruq de Egipto

Faruq de Egipto

   El rey Faruq de Egipto era conocido por amasar enormes colecciones de antigüedades y todo tipo de objetos extravagantes o lujosos. Además contaba con una gran colección de arte erótico, que incluía esculturas y pinturas pornográficas y un gran número de «relojes eróticos». La subasta de sus tesoros en Sotheby en 1954 se consideró como una de las ventas más importantes del siglo.

Josip Broz Tito

Josip Broz Tito

   Para decorar su residencia, Josip Broz Tito, jefe de Estado de Yugoslavia desde el final de la Segunda Guerra Mundial, amasó una importante colección de arte formada por unas 3.500 obras, desde el siglo XVI al XIX, con especial predilección por Rembrandt, que más tarde donaría al Museo de Historia de Yugoslavia.

Ferdinand Marcos

Ferdinand Marcos

  La colección de Ferdinand Marcos, dictador de Filipinas desde 1965 a 1986, incluía lienzos de Cézanne, Gauguin, Monet, Renoir, Matisse, Picasso, Bacon o Klee, además de otros artistas clásicos como Miguel Ángel, Rubens, El Greco, Goya o Zurbarán. Pero en 1986, después de que la solidez de su régimen se hubiera debilitado a causa de la presión nacional e internacional, se produjo la Revolución de EDSA, que obligó a Ferdinand a abandonar el poder y exiliarse junto con su esposa, Imelda Marcos, a Hawái. Cuando la oposición entró en el lujoso palacio del ex presidente no quedaba ni rastro de su suntuosa colección de arte. Años más tarde algunos de los cuadros fueron recuperados: en 1988 apareció Busto de mujer de Picasso y el gobierno filipino lo vendió en una subasta por casi un millón de dólares; en 1991 las autoridades volvieron a subastar algunas de las obras perdidas ‒en concreto 74 pinturas‒, entre las que se encontraba, por ejemplo, Santa Catalina de Alejandría de Rafael, que fue adquirida por el gobierno italiano por más de un millón y medio de dólares.

Nicolae  Ceausescu

Nicolae Ceausescu

   Solo tres años después de la caída de Ferdinand Marcos llegó el turno de Nicolae Ceausescu, presidente de la Rumanía comunista, que convirtió su régimen en un sistema brutal y represivo, muy centrado en el culto hacia su persona. Una de las aportaciones más significativas de Ceausescu al mundo es el Palacio del Parlamento Rumano, también conocido como Palacio del pueblo, que con un área total de 340.000 m² es el segundo edificio más grande del mundo ‒después del Pentágono‒ y para cuya construcción fue necesario derribar doce iglesias, dos sinagogas, tres monasterios y más de 7.000 casas, y desalojar a unas 70.000 personas. Se suponía que este edificio, que todavía no está terminado, iba a albergar en algunas de sus 40 salas un museo de arte moderno y contemporáneo. La mayor parte de la colección de arte del dictador sigue a día de hoy en paradero desconocido.

Fidel Castro

Fidel Castro

  Fidel Castro, en cambio, fue un dirigente socialista preocupado por mantener cierta imagen de austeridad, lo que explica su indignación después de que Forbes le incluyera en 2006 en séptima posición dentro de una lista con los gobernantes más ricos del planeta. Aunque Castro no disponía públicamente de una colección de arte, según la disidencia cubana tenía acceso libre a los fondos de un museo privado que Emilio Bacardí, magnate del ron, tenía en Santiago de Cuba. Se dice que el dictador podría haberse quedado para su uso personal algunas de las obras de ese museo, como es el caso de el David y Goliat de Guido Reni. Antes que Castro, ya Fulgencio Batista había conseguido reunir una colección de obras de arte históricas cubanas que abarcaban un período de doscientos años desde el colonial hasta el arte moderno.

   Otros mandatarios que han reunido importantes colecciones de arte son Zhang Xueliang ‒con una gran colección de pinturas y caligrafías chinas que salió a subasta en 2004 en Sotheby‒, Slobodan Milosevic ‒en cuya colección se encontró un extraño grabado de 1799 de la serie de Los Caprichos de Goya‒, Saddam Hussein ‒que curiosamente tenía obras de Rowena Morill‒ o Muammar Gaddafi.

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