La Divina Comedia fue una obra de lenta gestación. Se desconoce la fecha exacta de composición, aunque según parece empezó a ser escrita entre 1304 y 1308. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es cuándo fue acabada, en 1321, año de fallecimiento del propio Dante. A medida que el poeta iba escribiendo cantos los distribuía entre amigos, familiares y conocidos, pero su muerte fue tan repentina ‒quizá por la malaria‒ que los últimos trece cantos de la Divina Comedia quedaron en paradero desconocido. Después de meses de búsqueda desesperada e infructuosa entre sus papeles y pertenencias, según relata Boccaccio, parecía que la parte final de su magna obra se había perdido para siempre. La Divina Comedia pasaría incompleta a la historia de la literatura.
Incluso dos de sus hijos, Jacobo y Piero, decidieron que intentarían completar el trabajo ellos mismos. Aunque, por suerte, no fue necesario. La Divina Comedia pudo ser finalmente completada, y todo fue gracias al fantasma de Dante.
Ocho meses después de la muerte del poeta, el fantasma de Dante se apareció en un sueño a su hijo Jacobo y le indicó exactamente dónde estaban ocultos los últimos trece cantos, justo detrás de una estera en un hueco de una pared. Aunque en principio Jacobo no le dio credibilidad al sueño, pero estaba tan excitado que decidió ir a la casa de su amigo notario Piero Giardino para contarle lo sucedido. A continuación ambos fueron al lugar indicado por el fantasma y, efectivamente, allí estaban los trece cantos de la Divina Comedia. Unos manuscritos ya mohosos a causa de la humedad y que hubieran sido ilegibles si hubiesen pasado unos pocos meses más.
Buenas tardes… Desde luego, curiosa sí que es la historia y mucho. La desconocía por completo. Leí «Divina comedia» a los dieciocho años y es una de las obras más bonitas que he conocido. Con el tiempo y habiendo realizado otras lecturas, se comprenden mejor algunos de sus pasajes (sobre todo las constantes referencias clásicas). No la he vuelto a leer entera, sólo partes, pero me ha gustado recordarla (y conocer esta anécdota más). Gracias. Un saludo.
Una obra difícil para haberla leído con solo 18 años. Yo no la habría podido disfrutar entonces como lo haría ahora. En mi caso no la he leído entera y del tirón, sino a trozos, durante la carrera. Es una lectura que tengo ahí pendiente.
Lo cierto es que no sé con exactitud qué lecturas precisan o no de cierta madurez, sólo de algunos conocimientos previos para entenderla debidamente. No ha sido la única lectura difícil que he realizado de forma temprana, pero es verdad que, con el paso del tiempo, uno se da cuenta de que lo leído por aquel entonces ha llegado, en ocasiones, algo idealizado al momento presente. En mi casa había demasiados libros y uno se guiaba a veces por lo que había escuchado sobre ellos (en clase, en casa…) más que por sus propios gustos personales. De todos modos, las vivencias de cada uno le empujan a leer unas y no otras, e incluso a comprender mejor unas que otras… No sé, te diría que soy yo, que soy rarita, pero eso no es exclusivo de mi persona… Un saludo.
Precisamente estoy leyendo ahora «La Divina Comedia», a punto de entrar en el Paraíso. Desconocía la anécdota, y le da más encanto, si cabe, a la obra. Gracias por compartirla.
¡Saludos!
Mucho ánimo con la lectura. Con muchos clásicos pasa que son de lectura muy densa pero merece mucho la pena. Un saludo 🙂