El folclore español no es especialmente pródigo en vampiros. Mientras que todo tipo de fantasmas, duendes o brujas, pueblan los bosques y las ruinas de nuestra geografía, el tópico vampírico no ha tenido demasiada representación en nuestras ricas tradiciones. La Guajona cántabra, así como con sus primas asturianas (guaxas) y gallegas (meigas chuchonas), son algunos de los ejemplos que podemos encontrar de estas fabulosas criaturas. El origen de estos seres mitológicos lo encontramos en la lamia grecolatina, que al parecer encontró mejores condiciones para perpetuarse en las leyendas y en la memoria colectiva de los frondosos bosques del norte que en la meseta o en el sur de la península. Probablemente, la débil romanización de la franja septentrional favoreció la asimilación de estos mitos a otros similares de una época anterior a la llegada de los colonizadores procedentes del Mediterráneo.
Con el fin de romper una lanza en favor de la paridad en el mundo de la mitología hispánica –en el que abundan las vampiresas, las meigas y todo tipo de entidades femeninas malignas y embaucadoras–, hoy voy a hablar de un vampiro masculino, en mi opinión, un poco olvidado por nuestra literatura folclórica: el Comte de Estruch, también conocido como Estruc o Estruga.
Las leyendas catalanas, hablan de un viejo noble de nombre Guifred o Arnalad, que fue enviado por el rey Alfonso II de Aragón, en calidad de defensor de la cristiandad, al Alt Empordà a combatir el paganismo, que al parecer, aún se perpetuaba en la zona. El castillo de Llers –destruido igual que otros muchos monumentos durante la cainita Guerra Civil– le sirvió de cuartel desde el que organizar su lucha. Se tiene por cierto que murió en el 1173, parece ser que fue asesinado según algunos de los testimonios que se conservan. De su vuelta a la vida existen varias versiones. Hay quienes sostienen que debido a su vida poco cristiana, retornó al mundo de los vivos convertido en un ser maligno, mientras que otras fuentes nos hablan de que fue maldito tras su muerte por las gentes paganas a las que combatía en nombre de dios. Sea como fuere, el conde regresó como un joven apuesto que se alimentaba de sangre humana. También gustaba de seducir a las doncellas de las aldeas próximas a su castillo, a las que preñaba. De estas impías uniones nacían horribles y deformes criaturas que morían poco después del alumbramiento.
Durante algún tiempo, el conde aterrorizó a toda la comarca, hasta que una vieja monja, reunió el valor necesario para ir a la tumba del endemoniado y clavarle una estaca en el corazón, liberando su alma y permitiéndole descansar en paz. Otras versiones de la leyenda, proponen que el terrible vampiro, fue vencido por un viejo ermitaño de origen judío, conocedor de los arcanos de la cábala. En cualquier caso, la leyenda sobrevivió y muchas generaciones de niños catalanes, se portaron bien y obedecieron a sus madres, temerosos de que estas invocasen al malvado conde. También se perpetuó el mito de este vampiro en la habla popular: «tenir malastruc» es un dicho que se suele emplear para referirse a alguien de poca fortuna.
Se ha especulado mucho sobre el origen de la leyenda. Una de las teorías que parecen tener más fundamento, están relacionadas con la etimología del nombre del señor feudal. Se ha propuesto que Estruch es un apellido derivado de otro de origen occitano, Astruc. En la Occitania de la época, la herejía cátara estaba fuertemente arraigada. Tanto la iglesia romana como la dinastía de los Capeto, estaban seriamente preocupados por la difusión que este credo estaba alcanzado en los prósperos señoríos de Languedoc e hicieron correr todo tipo de rumores sobre las supuestas prácticas demoniacas que los cátaros practicaban. Muchos de ellos, aún antes de que se desencadenasen las sangrientas Cruzadas Albigenses (1209-1255), buscaron refugio al otro lado de los Pirineos, en lugares como el Alt Empordà. Tal vez se pretendiera establecer alguna relación entre estos exiliados y el conde-vampiro. Otras versiones, también apoyadas en la etimología, señalan la similitud de una de las variantes del apellido –Estruga–, con el término griego estirge, que hace referencia a un ser volador que se alimentaba de sangre para sobrevivir de la mitología grecolatina.
Las leyendas relacionadas con el Comte de Estruch son magníficos ejemplos de las joyas que a menudo son olvidadas en el cajón de sastre que es el folclore de nuestros pueblos. La historia es importante, sin duda, pero las otras historias alrededor de la Historia, sin ser factuales y con una componente de re-elaboración literaria importante, han de servir también para aportar otros puntos de vista que si bien no pueden tomarse como científicos, si que pueden ayudar a interpretar acontecimientos o a analizar procesos que transcurren en un plano subyacente. La historiografía academicista, hasta hace relativamente poco, solía relegar estas manifestaciones culturales a un segundo o tercer plano. Es obvio que no se pueden establecer cronologías exactas ni reconstruir acontecimientos a ciencia cierta apoyándose en estos relatos, pero si que podemos extraer información de interés de los mismos, como la hipótesis citada que propone una campaña de difamación contra los cátaros occitanos orquestada por los más altos poderes políticos y religiosos, personalizada en un malvado conde-vampiro, que siembra de muerte la comarca hasta que una buena monja cristiana, católica y romana, pone fin a sus tropelías. Detrás de una leyenda, siempre hay algo de verdad.
Nota del autor: Permitidme la licencia de dedicar este post a mi hermano David, quién siempre está conmigo desde la más absoluta incondicionalidad y además, fue quien me puso tras la pista del Comte de Estruch.
Totalmente de acuerdo con la reflexión final, y por lo demás, muy curioso. ¡Un saludo!
Magnífico artículo. Ignoraba por completo la historia del Comte de Estruch. Y es verdad, las historias que a menudo rodean a la historia oficial suelen ayudar e incluso complementar muy bien a la misma. Si bien es cierto que existen estudios antropológicos y sociológicos que atienden a este tipo de historias, también lo es que no se las presta en la historiografía, como bien dices, la atención necesaria en muchas ocasiones. No sé si más por un pretendido temor a confundir la realidad con la ficción, que para no dar carta de naturaleza a historias a veces plausibles… Me ha encantado el artículo. Gracias. Un saludo.
Muchas gracias por vuestros comentarios… ¡y que no os muerda el conde Estruch! Un cálido saludo.