Si lees habitualmente La piedra de Sísifo es probable que te suene el nombre de Isaac Belmar, que viene colaborando con el blog desde hace más de medio año. Este escritor valenciano, que publicó sus primeros relatos en 2007 dentro de la antología 13 para el 21 de nuevos escritores y que fue finalista del Premio Wilkie Collins de novela negra en 2012 con 7 días, se ha hecho hace unos meses con el Accésit del premio Oscar Wilde de Novela Breve con una obra de escasas cien páginas titulada Perdimos la luz de los viejos días. Personalmente, tanto los artículos que ha ido publicando por aquí, como los de su propio blog, Hoja en blanco, son garantía más que suficiente para para darle un voto de confianza a una novela de título tan sugerente.
A pesar de su brevedad, como en todas las grandes historias es posible hacer una lectura a varios niveles. En el más superficial el relato nos habla de un hombre cualquiera, cobarde, insignificante y vulgar, del que ni siquiera se sabe el nombre, que ha perdido al amor de su vida a través de una dolorosa enfermedad, y al que solo le queda el consuelo de la venganza. En un nivel más profundo, lleno de metáforas, se percibe un drama sobre la identidad humana: ese hombre, sencillo, correcto y bien educado ‒lo que vendría a llamarse una buena persona‒, que nunca se ha atrevido a salirse del raíl de lo establecido, se verá arrastrado a un oscuro abismo que amenaza con aniquilar su propia personalidad, convirtiéndole en un monstruo lleno de resentimiento y odio. Y para darle forma a ese conflicto Isaac utiliza el clásico descenso a los infiernos, simbolizado en un lugar casi mitológico llamado las Cien Puertas, poblado de criaturas que se debaten entre la ilegalidad y la indigencia.
Ese juego de identidades estará muy presente a lo largo de la novela en muchos aspectos. Como en esa vida que no parece vida o en esa luz del día que no es sino simulacro de luz. Y es que la iluminación ‒no en vano aparece en el título‒ es un elemento esencial dentro de la historia. Nada más arrancar nos encontramos con el color brillante ‒y casi podría decirse vivo‒ de unos cepillos de dientes que contrastan con el escenario gris y polvoriento donde va a desarrollarse todo. De hecho, tanto el tono apagado como el ambiente postapocalíptico recuerdan mucho a La carretera de Cormac McCarthy. Y también la desesperanza.
Situar la trama fuera del tiempo, en una cronología ambigua, ayuda a construir ese aire postapocalípstico que no llega a serlo del todo ‒una contradicción más‒, lo que se traduce en una atmósfera onírica, a veces casi de realismo mágico, que encaja a la perfección con el enfoque de novela negra que tiene la narración por momentos. Las fronteras entre vida y muerte o entre sueño y realidad se desdibujan y confunden. Solo así se explica que cuando la mujer amada te atormenta con la angustia de la culpa no tengas claro si es un ensueño o un fantasma.
Sin embargo, lo mejor de Perdimos la luz de los viejos días es la forma en la que está escrita. Si has tenido ocasión de leer otros textos de Isaac ya sabrás de qué hablo ‒en caso contrario no pierdas la ocasión de hacerlo‒. Su estilo es conciso y limpio: ninguna palabra está de más, nada sobra y todo se dice como hay que decirlo. Directo al grano y con las palabras justas, sin que esa claridad signifique que detrás de lo que se dice no se esconda mucho más de lo que en principio parece decirse. Con un lirismo, además, que convierte la narración, incluso en sus momentos más tensos, en una evocación llena de nostalgia y melancolía. Su ritmo, por otra parte, es todo lo rápido y entretenido que cabría esperar en una novela corta que, como tiene que ser, se lee prácticamente en un suspiro.
Por todos estos motivos no deberías dejar de leer Perdimos la luz de los viejos días, que puedes conseguirla en su versión digital aquí o aquí, y en papel en la web de la editorial. Y por si todavía no te he convencido te aconsejo que eches un vistazo a algunos de los artículos de Isaac en este mismo blog o en el suyo, especialmente a aquellos en los que analiza el proceso de escritura de su novela (aquí, aquí, aquí y aquí).
Buenas tardes…
Me ha gustado mucho la reseña que has hecho. No se me ocurre mucho más que decir (la envidia me corroe y ello eclipsa mi sinceridad…) Algún día me haré famosa (aún no sé cómo, pero algo se me ocurrirá) y mis particulares apreciaciones acerca de la obra de Isaac serán un modelo a seguir en escuelas especiales…
En serio, está muy bien, me ha gustado mucho. Aunque podrías habérsela mandado por correo para que no ensombreciera las nuestras (la mía), inventándote alguna excusa rara o algo… Bueno, no voy a ser envidiosa. Sin duda es un detalle y se merecía que la reseñaras. (Me voy a destruir alguna cosa…)
Gracias. Un saludo.
Bueno, las reseñas, como los libros, son algo muy personal. Cada uno le da un estilo distinto. No suelo escribir muchas porque me cuestan mucho trabajo, pero sin duda ayudan mucho a clarificar el libro para uno mismo. No sé si me explico. Y si además se consigue despertar el interés de algún posible lector pues mejor que mejor. Un saludo.
Sí, es verdad lo que dices y lo de clarificarlo para uno mismo está claro, aprender a entender y comprender una obra no es tarea fácil, las notas en estos casos son fundamentales. A mí sobre todo me cuesta mucho hacerlo legible y hasta «entendible» para otros, porque, acostumbrada a escribir a mi manera me pierdo en detalles o fragmentos de la obra en vez de hacerlo de forma global. Termina siendo un caos nada objetivo, lleno de apreciaciones hipersubjetivas… (pero aprenderé a hacerlo bien, qué duda cabe… 🙂 ) Un saludo.
«Fue el más tonto de los detalles el que lo rompió todo, el que me sacó para siempre de los raíles.» y con frases como estas, tan sencillas y tan certeras, es como te engancha. Una buena reseña para un gran libro. Biquiños!
Por cierto que también había leído tu reseña (y me gustó mucho) antes de escribir la mía, por aquello de ver otros puntos de vista 😉
Llegar a casa y encontrarme esta sorpresa es prácticamente un regalo de Navidad, de veras, no sé qué decir, excepto muchas gracias, Alejandro.
Y por cierto ahí anda un artículo en la recámara.
Me alegro mucho que te haya gustado, así, de alguna manera, te devuelvo los buenos ratos que he pasado leyendo tu libro. Y ya estoy deseando hincarle el diente a ese nuevo artículo. Tómate el tiempo que necesites 😉
[…] unos días llegaba a casa y me encontraba la sorpresa de que había reseñado Perdimos la luz de los viejos días en la Piedra de […]