Araña gladiadora

Araña gladiadora

   1) Por si todavía hay alguien que no haya oído hablar del pez arquero Toxotes jaculatrix, diré que se trata de un toxótido de no más 20 cm. ‒24 cm. en cautividad‒, que habita aguas salobres de manglares y estuarios ‒puede adaptarse a la dulce‒, y recibe el apodo de «arquero» por la forma tan peculiar que tiene de cazar:

   Ejerciendo presión con los opérculos empuja el agua a través de un canalillo que tienen en la boca, por el que, a modo de cañón, dispara un chorro de hasta dos metros; ajustándolo a la distancia a la que esté la presa al que quiere hacer caer al agua. También es capaz de calcular, no sólo la intensidad del chorro según el tipo y peso del insecto, la refracción de la luz y la distorsión que este efecto produce en las imágenes de un medio a otro; ya que sus ojos están dentro del agua en todo momento.

   2) La Deinopsis guatemalensis recibe uno de sus apodos, el de «Araña gladiadora» ‒el otro es «Cara de ogro» por sus enormes ojos‒, por emular a un retiarius; que luchaba con red y tridente en honor a Neptuno:

   Teje una bolsa de hilo mucho más densa y pegajosa que la que suele utilizar para hacer su telaraña, usando un órgano llamado cribelo ‒capaz de producir seda de estructura similar a la lana‒, la extiende con seis de sus patas y se queda inmóvil a la espera de que un insecto se acerque. Es entonces cuando la lanza atrapando a su presa en un noventa por ciento de las veces; la «red» no es reutilizable y a la Deinopsis le toca tejerla para usarla en cada tentativa.

   3) El tercer ejemplo es, a mi juicio, el animal más poderoso de cuantos se conocen; si obviamos su tamaño y el hecho que sea una «gamba».

   Este crustáceo Alpheus digitalis recibe su apodo, de «Langostino pistolero» o «Camarón pistola», por cazar a otros animales y luchar contra sus congéneres disparando una burbujita a cuatro mil setecientos grados centígrados; el equivalente a una erupción solar modesta. Me explico:

   Con su tenaza más grande apunta al blanco y, cuando está listo, la cierra produciendo un sonido de doscientos dieciocho decibelios. Eso genera una burbuja que, en menos de un milisegundo, casi alcanza la temperatura del Sol; que está a cinco mil quinientos grados centígrados.

   Cuando se baten en duelo dos camarones de esta especie, el primero que acierta a su adversario, con un proyectil burbujeante, lo deja literalmente cocinado; y no precisamente poco hecho, ni siquiera al punto.

   Sé que partir de ahora os costará ver a la gamba como un mero aperitivo.

Comentarios

comentarios