Este artículo se me ocurrió, grosso modo, tras escribir sobre la subdución informática (asignar el nombre de un proceso geológico a un hecho informático), pero creo que ahora tiene mucha más vigencia que nunca, dados los casos de #CharlieEbdo y #YoSoyFacu. Espero no molestar a nadie con este artículo, y le invito a cerrar la ventana si ocurre de este modo. No obligo a nadie a leerme.
La tectónica de placas fue descubierta en el siglo XX. En serio, hace poco más de cien años no teníamos ni idea de qué puñetas eran los terremotos. Tampoco conocíamos la deriva continental (ese proceso caprichoso de las placas tectónicas de andar de un lado para otro por la Tierra), ni conocíamos la expansión del fondo oceánico. Es más, ni sospechábamos que existiese.
Pero resulta que personas muy inteligentes, como Alfred Wegener, comenzaron a disparar teorías a principios del siglo pasado. Algunas teorías fueron increíblemente absurdas pero compartieron un pequeño espacio temporal junto a las del señor Wegener. Por ejemplo, surgió por ahí la teoría de que los continentes habían estado siempre ahí. Justo lo contrario que decía Alfred, que postulaba, como hipótesis, que los continentes se movían (pero que se movían poquito). Al final, resultó que su teoría era cierta en parte (ya que, para él, poquito eran varios metros al año).
Si os preguntáis por qué puñetas he empezado un artículo que habla de atentados y de islamofobia por la tectónica de placas diré que todo está bastante más relacionado de lo que creéis (y no me refiero al petróleo). Para empezar por algún lado, empezaré por definir qué es una hipótesis antes de que alguien interprete mi palabra como un mensaje de odio. Una hipótesis es la explicación posible de un hecho que no ha sido comprobada aún. «Quizá haya vida bajo la superficie helada de Europa (Júpiter)» es una hipótesis. No se trata de una creencia (hecho no probado pero aceptado como real mediante la fe), sino de una hipótesis (un hecho no probado pero posible, a demostrar). Dicho esto, todo lo que viene a continuación es una hipótesis, unida a idiosincrasias personales. Si algo nos ha enseñado estos últimos días, es que decir lo que nos salga de los huevos pensamos es un derecho universal. Y que otros nos digan lo que opinan, aunque sea lo contrario, es el suyo. Vamos, que hay que respetar lo que el otro dice, por mucho que a ti te joda que lo haga, porque es su opinión.
Para empezar con el tema que nos ocupa, diré que para que haya un atentado (esa, por otra parte, absurda manía de volar a las personas por los aires para lanzar un mensaje) ha de existir una diferencia previa basada en algo tangible. Siempre hay una diferencia: económica, social, de creencias, temporal, de espacio,…
Para que haya un terremoto (y aquí es donde entra de nuevo la tectónica de placas) ha de haber una diferencia de tensiones en alguna parte de la superficie de la Tierra. Por ejemplo, la diferencia de tenciones que se forma cuando África quiere venir a España (aparte de lo de Melilla, que esa es otra). África, como continente, lleva varios cientos de milenios empeñada con embestir el sur de Europa, y avanza a unos milímetros anuales con tal objetivo. Lejos de la terquedad musulmana de la re-reconquista de Granada, el continente sobre el que surgió esa fe poco puede hacer para frenarse, dejar de dar golpes, y hacer que la placa eurásica (si vives en España, tú estás aquí) no se choque contra la placa africana. Cada vez que la placa africana empuja demasiado a la eurásica, las tensiones en uno o más puntos aumentan, y solo hay varios modos de desatarlas: o una explosión volcánica (como las Canarias), o un terremoto (como el que ocurren constantemente en Japón).
A diferencia de los terremotos geológicos, los terremotos surgidos de las diferencias humanas liberan unas pocas diezmillonésimas veces menos de energía. Pero como es una energía que suele matarnos, solemos darle más importancia que el que África esté cada año un milímetro más cerca.
Los atentados son, a lo social, lo que los terremotos a lo geológico: lo que en tectónica de placas es llamado terremoto, en sociología lo llamamos terrorismo. Se trata de la expresión de una diferencia de valores, dinero o creencias. En este caso, de 500 años de historia, y es el precio que pagamos los países civilizados por habernos desentendido de la educación de más de la mitad del globo.
Hay muchísimas personas que, sin demasiados escrúpulos, han declarado solemnes:
Putos moros de mierda.
Sin ser demasiado conscientes de que «moro» significa que ha nacido o pertenece a la parte norte de África (ese que intenta acercarse a nosotros). Aunque moro también hace relación a aquellas personas que no han sido bautizadas, como yo. De modo que puedo asegurar sin temor a equivocarme que yo soy moro. No sé si de mierda o no, pero moro al fin y al cabo. Y me gusta bastante serlo.
Me gusta mucho ser un moro porque, además de islamófobo, soy cristianomófobo. No, realmente ninguna de las palabras existen, y si las buscáis en la RAE no encontraréis nada. No obstante, ambas son palabras compuestas de una religión y el sufijo «‒fobo», que indica una profunda aversión a lo que haya delante. En este caso, el islam y el cristianismo.
Hace unos minutos se publicaba una entrevista sobre un tipo llamado Michel Houellebecq en la que aseguraba que la islamofobia no era una forma de racismo. Algo totalmente acertado, porque el racismo nace de la intolerancia a algún grupo étnico mientras que la islamofobia nace de la aversión a un tipo de creencia (aversión, no intolerancia). Por ejemplo, a mí no me hace ninguna gracia que alguien crea en la religión por parecerme del todo absurdo, en especial aquellas que son gestionadas por humanos. Pero acepto que cada uno haga lo que le parezca bien con su fe. (¡Faltaría más!).
Pero, entonces, ¿surgen los atentados por una diferencia…de qué?
Pues de muchísimos factores, sinceramente. Diseccionar un hecho como es la explosión de una bomba o un disparo reduciéndolo a un par de factores resulta no solo absurdo, sino de un simplismo tal que anularía prácticamente toda la disección.
Sería tan bobo como decir que las cruzadas se realizaron para recuperar Tierra Santa, cuando es por todos sabido que la principal idea era hacerse con territorio y, si era posible, matar a todo aquél que no pensase como tú (como razonamiento de ambos bandos), entre otros factores. Pero esto ocurría hace quinientos años, cuando dos grandes iglesias o creencias incitaban a sus miembros a darse de garrotazos entre ellos, movidos más por el poder económico surgido del golpe en sí que por una fe real. Y estaba bien, oye. Si dos quieren pegarse entre ellos hasta perder el sentido, no veo ningún motivo por el que interceder, separarles, y dejarles sin merienda por haber sido malos.
El problema aparece cuando uno de los pataleantes ha alcanzado la madurez y el otro es mejor que no beba café debido a sus pataletas. No diré que Europa ha alcanzado la madurez, tenemos unos enormes granos a la vista de todo el mundo que nos demuestran que el periodo de crecimiento mental todavía está a mucho tiempo de distancia. Pero si miramos a otros territorios podemos asegurar que nuestro aprendizaje ha sido muchísimo más avanzado, y mientras que nosotros hemos eliminado la excusa de la religión para meterle un tiro a alguien, otros siguen usándolo de pretexto.
Realmente no es que seamos más civilizados, simplemente mentimos menos, y evitamos bochornos posteriores cuando nos pillan robando lo que no es nuestro. Europa ha avanzado hacia la sinceridad y libertad de expresión, mientras que muchas mentalidades nacidas en África sólo han avanzado hacia Europa unos centímetros desde que nos dábamos de palos hace quinientos años.
Y la culpa es de Europa. Y con Europa quiero decir de un modo sutil que la culpa es tuya. Es cierto, la sutileza se me da fatal, pero en sinceridad y autocrítica no me gana nadie. Si, como ciudadanos, no nos preocupamos de la educación basada en el odio a 5.000 km de nuestras casas, los terremotos seguirán ocurriendo. Quizá con menos frecuencia, quizá vayan suavizándose. Quizá, con el tiempo, las diferencias disminuyan y la situación se normalice. Pero de lo que estamos seguros es de que si nos educamos todos en el respeto, el espacio personal y la libertad de expresión, estos fenómenos sociales disminuirán.
Seamos realistas: siempre habrá extremos, siempre habrá diferencias.Pero está en nuestra mano. Pregúntate: ¿A cuántas personas de África conozco? ¿Con cuántas converso a la semana o al mes? ¿A cuántas he podido eliminar el odio que les crio? ¿Cuántas me han enseñado otro modo de ver la situación? Cuando hace un año me puse a buscar gente tanto de Israel como de Gaza que me hablase del problema me di cuenta de que el ciudadano de a pie es tan como tú o yo que la diferencia es nula. Ninguno de los ciudadanos israelíes o gazatíes entendía el motivo real de la guerra y los bombardeos, pero ni el suyo ni el del enemigo. Por un lado, la mayoría de los israelíes no entendían por qué se les lanzaban misiles. Hay que destacar que Israel es un estado republicano desde 1947 mientras que España es una democracia desde 1975 o, lo que es lo mismo, hay gente mucho mayor que yo, con hijos, que nacieron y criaron a sus familias en su tierra. Y por otro lado está la gente de Franja de Gaza, personas a las que Israel les parece tan país como el suyo, y que no entienden muy bien por qué puñetas hay gente dentro de su propio territorio que lucha por un territorio disuelto mucho antes de que sus padres naciesen.
Pero ahí están. En Gaza unos pocos locos lanzando bombas. En París otros pocos locos disparando a dibujantes. En España y Francia, otros tantos exaltados matando gente en la defensa de un país que nunca llegó a existir. En el norte de Irlanda, otros tantos lo hicieron hace unos años. Sinceramente, no se puede valorar a un pueblo, una creencia, una ideología o un modo de hacer política por los miembros visibles (y visiblemente exaltados).
Yo uso chats libres prácticamente a diario para compartir ideas, pensamientos, creencias y modelos de pensar a través de Internet con personas de todo el planeta. Personas que pueden caerme bien o como una patada en las pelotas mal, pero con las que se puede hablar, debatir y aprender. Y, sobretodo, no matarse. Y, cuando uno escucha el modo en que el otro vive, cambia por dentro, aprende, y mantiene más distancia personal, defendiendo el espacio de los demás.
Por poner un ejemplo totalmente simple y en manos de todos los españoles: yo llevo años sin usar los altavoces de mi ordenador. Uso auriculares. No se trata de reírme en un foro privado de las costumbres de alguien (que cada uno se ría de lo que le salga de los pendientes), se trata de ondas de presión sonora que atraviesan muros, y van a parar al espacio de una persona que no ha pedido escuchar mi música. Uso auriculares porque mis vecinos no han ido a buscar mi música, y cabe la posibilidad de que, quizá, moleste a alguno de ellos si la pongo en alto.
Es decir, escucho lo que quiero (porque lo he buscado específicamente) pero ni se lo hago escuchar al que no quiere ni se lo meto en el buzón. La diferencia de pensamientos no debe llevarnos a darnos de palos, al menos no si uno de los dos no quiere. El respeto por la libertad de expresión (siempre y cuando no vayas a casa de una persona a tocarle los tralarí‒larí) debe ser absoluto.
Es por eso que no obligo a nadie a leer esto. Y si me sigues y esto no te ha gustado, puedes escribir por qué no aquí abajo (sin insultar, gracias). También puedes cerrar esta ventana y olvidarte de mí, dejar de seguirme en las redes sociales (algo que imagino que actualmente haces, porque soy genial). Pero, sobretodo, puedes discutir mi hipótesis, o ampliarla de algún modo si piensas que puede tener algún error. Pero hay algo que te aseguro al 100%: dentro de unos cuantos cientos de milenios, la frontera Europa-África no solo existirá en el este, sino que España tendrá parte de Marruecos en su territorio. Me gustaría mucho que los humanos no se hayan matado para entonces, tendremos un mar interior compartido genial.
[…] Los atentados de la diferencia. Soy islamófobo […]
Cansino.
Me lo tomo como un cumplido 😉
Intenté leer el artículo, en verdad. Parecía interesante.
Pero al percatarme de lo perfectamente mal que utiliza el autor los signos de puntuación, me cansé. Aun así, seguí intentando…pero me tope con una falta ortográfica garrafal.
Quizá para autonombrarse como «genio» hace falta un buen libro de redacción bajo el brazo.
Suerte
Hola, Cato,
pido disculpas por la puntuación. Tienes toda la razón: por algún motivo los paréntesis han desaparecido, o bien se han transformado en guiones cortos. Es la segunda vez que me ocurre en WordPress. Muchas gracias por avisar, porque si no llega a ser por ti no me doy cuenta.
Con respecto al error garrafal, reconozco que los uso de vez en cuando. Y, a diferencia de los profesores, no es para ver si estabais atentos sino, simplemente, porque me equivoco mucho.
Ahora mismo reviso el texto 😉
Oh! Muchas gracias por haber respondido. Sinceramente me di a la tarea de buscar otros de tus artículos, y me di cuenta lo de esta vez fue algo casual.
Saludos! 🙂
Me ha gustado mucho el artículo, yo también creo que es un problema de educación y tolerancia, y que la solución está muy lejos de llegar, y que las religiones, actualmente, han perdido vigencia cultural y sociológica y son una parte más del problema en vez de representar un aporte vital y organizativa de masas, que no es otra cosa que su motivo de existencia.
Firmado: Alguien que comete más faltas de ortografías que escribe.
Entiendo (y comparto, claro) el punto de vista principal del artículo, pero no estoy de acuerdo con que veas los atentados como eventos homologables (metafóricamente hablando) a los terremotos: se desprende de tal metáfora que dichos atentados son una consecuencia natural, una reacción, quizás, que ocurre en ciertos puntos de tensión protagonizados por las distintas creencias religiosas contra otras creencias más seculares.
Aquello me molesta por una simple creencia personal: el terrorismo es el producto enfermo de la retorcida mente extremista, lejos de la religión, más lejos aún del S. XXI. Esto lo digo porque no existe (ni existió ni existirá) una sociedad humana que se haya constituido de manera uniforme y homogénea en ningún sentido. La constante es que las sociedades sean heterogéneas. Por ende, desde que hay sociedades, siempre ha habido desacuerdos y tensiones. Eso es natural. Si tal cosa provocara los atentados de odio, hace rato estaríamos todos extintos.
La clave del asunto es que la tolerancia no implique hacer cambiar al religioso tantum, sino que también involucre una autocrítica bastante peliaguda: los extremistas de oriente, son producto de las monstruosidades que ha cometido occidente. Quizás ellos lo hagan por fe. Pero que nosotros pensemos que lo hacemos por el progreso y por el dinero no nos hace mejores. Muchas veces, la luz nos encandila y nos deja ciego a todos.
Excelente artículo.
S.
Me ha encantado el artículo, de hecho creo que voy a interiorizar el paralelismo con los terremotos.
También me ha encantado considerar Europa como a un/a adolescente con granos. Lo que ya no me guste tanto es que se considere a África como un niñ@. No son niños, son igualmente adolescentes pero sin un duro, por lo tanto y en el fondo, tienen “menos que perder”, o eso creen.