Como no hay dos sin tres, he aquí la tercera parte de Escritores comportándose como capullos, que cierra, al menos de momento, esta pequeña serie improvisada.
Lo maravilloso de las nuevas tecnologías es que ya no hace falta salir de casa para ser un capullo y que los demás lo sufran. Puedes manchar con tus tonterías toda la red y ahora el mundo puede enterarse, desde su cómodo sofá, de cuán tonto eres en realidad.
Y no estoy hablando de los malos días o esos deslices en los que tecleaste en el recuadro de Twitter la aberración que buscabas en Google. Hablo de los reincidentes y uno de ellos es Brett Easton Ellis (Los Ángeles, 1964) autor de novelas como American Psycho o Menos que cero, éxitos a finales de los 80 y principios de los 90.
Brett Easton Ellis es muy activo en redes sociales y una de las principales es Twitter. Uno no tiene más remedio que amar Twitter. Su instantaneidad y sus pocos caracteres la hacen ideal para trasladar ese pensamiento fugaz desde la parte del cerebro que no piensa hasta la red, así, sin filtro. En las otras redes puedes escribir más o subir y poner comentario una imagen, eso requiere algo más que un instante. En tu web también has de componer y repasar, tienes tiempo para el sosiego. Pero Twitter… en Twitter nada es sosiego, múltiples pensamientos telegráficos se amontonan y gritan y usan pocas palabras. Es perfecto para el brote de ingenio fugaz y un altavoz para lo que nos queda de cerebro reptiliano.
Y Brett Easton Ellis ha tenido momentos estelares en Twitter que merece la pena «reconocer y celebrar», en la mejor tradición de escritores que se portan como capullos. En general, Easton Ellis se suele comportar como ese abuelo que gruñe y se queja por todo y de todos, pero sin duda el culmen lo alcanzó el día que intentó comunicarse con su traficante para pedirle que trajera coca. No sé si era el típico mensaje privado que acabó siendo público o que tecleaba en el recuadrito que no era —maldita tecnología, en eso te entiendo, Ellis—, pero esto quedó para la posteridad.

Ven y trae coca (¿cola?)
Ahora, es posible, como bien dijo, que simplemente se refiriera a una especie de ente sin nombre y que lo invocara para que trajera Coca-Cola, quién sabe, lo que sí es claro es que si eso no lo califica para esta sección improvisada de escritores comportándose como escritores, lo que sí lo hace son sus arranques contra otros colegas de profesión. Muchos se preguntan cuándo se puede uno sentir escritor. ¿Cuando escribe? ¿Cuando le publican? ¿Cuando gana premios? No, obviamente es cuando te enzarzas con otros «juntaletras» y honras esa antigua tradición de tiraros los tinteros a la cabeza. Es en ese momento cuando aparece ese legendario ser que reparte carnés de escritor verdadero.
Uno de los más celebrados en Brett Easton Ellis es su feroz ataque contra David Foster Wallace. Internet es lo que tiene, que tras el teclado y en tu casa te vuelves muy valiente, pero también da puntos hacerlo contra un muerto, que lo más que podrá hacer es insultarte por ouija. Leyendo la biografía de Wallace, Ellis dijo que el mito que hay en torno a él es enfermizo. Para continuar con que: «es el más tedioso, sobrevalorado, torturado y pretencioso escritor de mi generación. Cualquier que vea en David Foster Wallace a un genio de la escritura, ha de ser incluido en el panteón literario de los idiotas».

Foster, está usted muy sobrevalorado
La enemistad con Wallace no viene de un análisis literario profundo, seamos sinceros, David Foster criticó las novelas de Ellis cuando aparecieron, con términos como que eran el retrato de una depresión naif y que en general eran malas. Y eso, entre escritores, es peor que mentar a la madre.
No obstante, no es la única joya de Ellis contra escritores muertos, este es el tuit del día en que falleció Salinger en 2010.

Tanto tiempo esperando…
Gracias a Dios que por fin está muerto. He esperado este día desde siempre, joder. ¡Esta noche, fiesta!
Contra vivos, suele seguir el criterio de meterse con venerables ancianas, como Alice Munro, que al recibir el Nobel vio como Ellis empezaba a despotricar contra ella, principalmente porque estaba sobrevalorada.
Cuando no son escritores, sus iras en Twitter van destinadas a las nuevas generaciones de chavales que son unos blandos, sólo quieren atención, no tienen tolerancia al fracaso y viven de corazoncitos en Instagram como si eso les fuera a dar de comer. Tampoco tiene pelos en la lengua para criticar lo políticamente correcto y, básicamente, se mete con lo que le da la gana.
Buscando cualidades redentoras en Twitter
En Twitter pocas de estas cosas se pueden encontrar, pero algo hay que reconocerle, el hombre no borra lo que dice y lo asume. Igual es una gilipollez o igual es una verdad como un templo, pues algunas cosas de las que dice no me parecen exentas de razón, especialmente en sus arranques de viejo quejica contra las generaciones de chavales absorbidos por los likes —obviamente es porque yo también me hago viejo y por tanto quejica contra lo más joven; eso es una inevitabilidad biológica, pero vamos a decir que entre estos dos guiones he compuesto un argumento más sesudo contra lo inmediato y el culto a la atención, queda mejor que reconocer que eres un viejo cascarrabias—.
No soy muy amigo de la corrección política, que cada día que pasa se hace más insoportable. Las ideologías —me da igual el espectro del que vengan, derecha, izquierda, arriba o abajo—, se convierten para muchos en las nuevas religiones y activan el mismo pedazo de cerebro primitivo que sólo entiende de responder peleando y apaga la razón. Como dijo alguien, ya sólo quedan diecisiete términos que no ofendan a ningún colectivo y la corrección extrema se vuelve como esa policía religiosa de algunos países. No te da latigazos, pero te fustiga de otras maneras. Muchas veces Ellis me puede parecer un imbécil o no, igual que yo se lo podría parecer si me conociera, está en su derecho, pero no tiene pelos en la lengua y, hoy día, tengo una simpatía extraña por esos, aunque usaran esa lengua para insultarme a mí.
Fuera de Twitter uno puede encontrar, quizá, otras cosas en Ellis para el plato contrario de la balanza. No negaré que le leí en la universidad, quizá la época ideal para hacerlo. Y me gustó. Eah, ya lo he dicho.
Y lo que es peor, mira cuánta gente retwittea esos tweets en los que le deseaba la muerte al otro. Biquiños!
Me gusta mucho esta serie…continuala, leñe!
He de confesar que he soltado más de una carcajada leyendo tu artículo, con lo que es probable que mis vecinos crean que estoy practicando para el casting de algún supervillano. Yo también le tengo simpatía a este señor precisamente por sus arranques de genio. Aunque, claro está, no me gustaría ser el blanco de sus dardos envenenados.
Bueno, yo soy una cabreada, no de constante, pero me puede la parte negativa las más de las veces. Es cierto, se echa en falta el desparpajo (que no la ofensa) en muchas ocasiones. La verdadera crítica literaria e incluso la crítica a ciertas manías… El decir lo que uno piensa sin tapujos, aunque pueda molestar (que no tiene por qué ser la intención) y dirigido a lo literario, no que a uno le dé por hablar de cualquiera otra cosa que no venga a cuento. Lo digo yo que si me hacen una crítica (de lo que sea, incluso si es una tontería y muy a cuento) siempre me cabreo. En las redes me sugestiono y trato de razonar (lo justo) para no insultar a quien tengo enfrente (me cuesta mucho, tengo que trabajarlo más, está claro). Aunque a veces el cabreo es desmedido, lo hago sin razonar, sin medir las consecuencias, me puede, soy impulsiva (intento corregirlo, siempre he estado en esta fase y nunca la paso). Yo sí que borro lo que escribo y no borro la cuenta dos veces por semana porque habría que soportar a los sabios señalándole a uno por tarado (pero que conste que quiero hacerlo, la gente me cabrea a diario). Hay que reconocer que se echa en falta algo más de sinceridad y enojo (porque no hay punto medio, que nadie lo afirme porque no es cierto. O bien se insulta, generalmente sin saber lo que se dice, o bien se suaviza (disfraza) lo que uno piensa para no resultar molesto. Rara vez se hace crítica directa, claro que cualquiera le dice a otro que está harto de algunas manías si no es alguien de siempre, que le conoce… (que luego le tildan a uno de capullo). Gracias. Un saludo.
Hombre, tiene razón: D. Foster Wallace está sobrevalorado. No sé si eso sería uno de los motivos de su suicidio, aparte de su enfermedad.
Bueno, es cierto que a mí también me parece sobrevalorado, aunque la depresión que tenía dentro (y que se trasluce en no pocos de sus párrafos) era todo un monstruo, un monstruo que gusta mucho de la compañía de escritores, por lo que he podido ver.
[…] durante mucho tiempo a su hija y a la madre de la misma, y yo mismo he escrito toda una serie mostrando lo insoportables que pueden ser los escritores, teniendo que parar para no quedarme atrapado en ese tema, igual que en el laberinto del debate […]