Para el que no lo sepa, existe una teoría basada en el concepto de meme según la cual las ideas conforman una organización invasiva similar a un virus que se esparce en la red de cerebros que forma la humanidad. La idea infecciosa existe.

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   De este modo, la Idea es en realidad un organismo parásito que se instala en tu cerebro bajo unas condiciones y trata, por encima de todo (incluso a veces de tu integridad personal) de conseguir que la extiendas.

   Si ayer Cris nos hablaba de cómo convertir una idea original de otro en una idea original propia, hoy hablaré del modo en que esto puede llegar a ocurrir mediante el uso de la tecnología. En realidad, la teoría de Memes es la que explica la masificación del fenómeno llamado de viralidad: cómo una idea es capaz de saltar y esparcirse por diversos dispositivos y cabezas mediante el uso de una red.

   En la cabeza de cada uno hay una lucha constante por, en una primera instancia, no dar nuestro brazo a torcer a nuevas ideas y, en un segundo plano, el tratar de convencer a otros de que las nuestras son las ideas correctas. Una pugna por el territorio en que consiste un cerebro y la potencialidad de infección futura.

Y es que un solo cerebro, nos lo ha enseñado la cultura, es capaz de infectar miles, millones. Aplicando la fuerza en las personas iniciales ideales, una idea es capaz de extenderse con una rapidez inimaginable. Sin ir más lejos, a través de la cultura. Cuando un tipo llamado Gutenberg desarrolló un invento capaz de copiar cinco libros en una tarde estaba fomentando que las ideas que contenía ese libro (aunque no hubiesen sido escritas por él) se esparciesen. Aquí evidentemente juega el «¿De quién ha sido la idea original?» y «¿Cómo ha usado a la gente (piezas del tablero) para extenderla?». Los libros ayudan a modelar el mundo.

   Los que llevamos ya un tiempo en el mundo del blog tenemos cada vez más claro que herramientas como las redes sociales son palancas para que nuestros contenidos cojan inercia gracias al poder de las estadísticas. Nos apoyamos en ellas para hacer que la balanza se incline hacia nuestro contenido, esparcimos nuestras ideas con la intención de que contagien a otros.

La mecánica de contagio

   Es la mecánica de Twitter, una red social que nace del concepto de infección con su botón Retweet. La idea es sencilla: a más retweets, más retweets. Compartir es el objetivo último de la red.

   Pero hoy no he venido aquí a hablar de Twitter. Todo el mundo conoce Twitter. Hoy he venido a hablar de Plague (en inglés, plaga). Plague es la evolución de Twitter usando la geografía. En esta aplicación todos pueden ser emisores de mensajes, hipervínculos, vídeos, imágenes y GIFs. Cuando lo hacen, les llega a tres o cuatro personas cercanas. Si no hay personas cercanas, no le llega a nadie. Pero, claro, suele haberlas. Y eso significa que estas podrán o no difundir de nuevo ese mensaje.

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   Plague cambia el RT por el SPREAD (en inglés, propagar, en el sentido vírico) y el no hacer nada por un SKIP (en inglés, pasar). Esas son las dos acciones a las que puedes optar, además de la de compartir ese pensamiento en una red social. En la imagen de arriba se ve un «pensamiento», como lo ha llamado la empresa, en el que se observa que podemos deslizar el dedo hacia arriba si queremos compartirlo, o hacia abajo si queremos pasar de su contenido y no hacérselo llegar a otras personas.

   Lo increíble de este programa es que te permite ver cómo se ha extendido tu idea, y todas tienen un límite de siete días, pasado el cual, mueren y dejan de contagiar a otras personas.

   Me pregunto cuál será el siguiente modo de esparcir nuestros pensamientos desde nuestra mente hasta la mente de otras personas. De momento, usaremos las que existen (no olvides compartir).

😉

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