Pasó media vida tratando de crear una religión y otra media deseando que la humanidad regresara al ideal de una paz que nunca existió. Krishnamurti, el megalómano del mundo nuevo hablaba tan convincentemente que era extraño que su carisma no dejara estupefactos a profesores y compañeros. Muchos de ellos, incluso, le siguieron a lo largo de un camino sembrado de divagaciones tan acertadas como inútiles en un mundo en el que el capital era ‒y es‒ capaz de desdibujar las buenas intenciones y en el que es difícil no recordar ese célebre pasaje de la Utopía de Tomás Moro de que el estado, primero, crea ladrones y después juzga por ello.
La sociedad del siglo XXI en la que vivimos, primero, nos enseña que debemos vivir de acuerdo a unos valores de paz, de igualdad, de libertad y de justicia. Después, nos muestra una versión práctica muy diferente de lo que es el mundo que nos rodea. Krishnamurti luchó contra esta segunda lección desde su nacimiento en 1895 hasta casi un siglo después y, aunque no lo consiguió, sus enseñanzas perduraron hasta nuestros días. Y es que su mayor deseo siempre fue la ruptura de fronteras, de ideologías, es decir, la abolición de la esclavitud humana más antigua; la eliminación del prejuicio en su más amplia extensión. Por ese largo sueño es por el que en La Piedra de Sísifo mencionamos a este escritor que, en su momento, conseguiría que comenzara a sentir empatía por la megalomanía cuando se desprende del ser humano en dosis adecuadas.
Krishnamurti el megalómano del mundo nuevo
“Si hemos de crear un mundo nuevo, una nueva civilización, un arte nuevo, no contaminado por la tradición, el miedo, las ambiciones, si hemos de originar juntos una nueva sociedad en la que no existan el «tú» y el «yo», sino lo nuestro, ¿No tiene que haber una mente que sea por completo anónima y que, por lo tanto, esté creativamente sola? Esto implica, ¿No es así?, que tiene que haber una rebelión contra el conformismo, contra la respetabilidad, porque el hombre respetable es el hombre mediocre, debido a que siempre desea algo; porque su felicidad depende de la influencia, o de lo que piensa su prójimo, su gurú, de lo que dice el Bagavad Gita o los Upanishads o la Biblia o Cristo.
Uno de los pilares sobre los que se asienta la filosofía de Krishnamurti es la asignatura pendiente del ser humano; la comprensión de que la individualidad y la colectividad no están reñidas sino que se complementan. Por supuesto, ¿A qué se refiere Krishnamurti con individualidad? Este estado solo existe cuando cada persona ha comprendido quién es, liberado de toda pretensión terrenal, y es consciente de cuál es el lugar que ocupa como persona y como parte de la humanidad, como especie. Es entonces cuando se descubre a sí mismo y a quienes le rodean y sabe lo que es la colectividad, la solidaridad, el valor global.
Estos conceptos son muy antiguos y, sin embargo, son difíciles de entender para una sociedad en la que se han invertido los roles. Cuando deberíamos pensar individualmente ‒en el momento de elegir, de decidir cuestiones importantes‒ nos acogemos a la masa para evitar la larga reflexión que pueda desequilibrar a nuestro inestable ego. Sin embargo, cuando las decisiones son triviales, basadas en el consumo, por ejemplo, nos comportamos como entes individuales, buscando nuestra personalidad en base a nuestra apariencia, nuestros gustos superficialmente culturales, etc. Krishnamurti sabía que el mundo que le rodeaba había caído en un peligroso razonamiento; que la identidad personal se puede comprar.
El gran prejuicio: el miedo a la libertad
«Ahora bien, cuando hay libertad, ¿qué ocurre? Cuando hay liberación de todo compromiso, de toda autoridad, de toda ilusión, imagen, conclusión, ¿Cuál es el estado de la mente? Averigüémoslo. Se trata de nuestra vida de cada día. Ya ven, tememos demasiado no ser nada. … ¿Qué hay cuando la conciencia con todo su contenido está vacía… si eso es posible?»
No puedo evitar la subjetividad en este campo. La libertad, «encanto de mi vida». Krishnamurti no creía en la libertad al modo de Bakunin, ni a la manera que otros muchos pensadores. Para él, la libertad no era un estado que suscitara miedo. ¿El caos? Ni siquiera se planteaba que la libertad comportara caos. ¿Por qué? ¿Acaso el ser humano individual, sin intervención de la masa, había sido libre alguna vez? ¿Acaso no se había «acojonado» ante la sola visión de la libertad?
Claro está que Krishnamurti no fue ni visionario ni el primero que lo pensó, pero si que divulgaría entre sus seres cercanos su principal – posiblemente única – ambición: que nos atreviésemos a ser libres, a ver más allá de la entrada de la madriguera, a saber lo que hay después de quitarse las cadenas, después del caos inicial, del «¿Y ahora qué?». Krishnamurti no sabía lo que había después. Ni siquiera estaba exento de temores y miedos, de resentimiento hacia una humanidad que nunca se había encontrado y que, posiblemente, nunca lo haría. No, no tenía ni idea de que sucedería cuando fuera libre, cuando supiera que, realmente, no era nada pero sí que tenía claro que el ser humano llevaba demasiadas vendas encimas repletas de tradición y de memoria histórica, y que mirar a la cara a la verdad sería la única manera de alcanzar la gloria.
¿Megalómano Krishnamurti? Deberías empezar por definir qué entiendes por megalomanía. Si aplicas ese adjetivo a K. me parece que no le damos el mismo significado a la palabra.
«Pasó media vida tratando de crear una religión» -¿Conoces la historia de su formación? Entonces sabrás que hizo exactamente lo contrario a esto que afirmas. En la primera oportunidad disolvió todo intento de organización a su alrededor y habló siempre en aras de que el hombre encontrara la verdad en sí mismo, más allá de dioses o gurus o lo que fuese que quisiera guiarlo intencionadamente hacia alguna parte.
Valoro las publicaciones de este sitio, pero no esta. No del todo. Mejor leer o escuchar a K, y solo después, escribir sobre su postura en el mundo.
Saludos
Hola Louise:
En primer lugar, gracias por tu aportación. En segundo lugar, el término megalomanía no tiene demasiadas acepciones así que es complicado entenderlo subjetivamente. Según la wikipedia «es una condición psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipotencia y por una inflada autoestima».
Si has leído algo de Krishnamurti, que sobreentiendo que sí, sabrás que él buscaba la verdadera libertad y la apertura mental pero también sabrás que invirtió gran parte de su vida para crear un paradigma de comportamiento.
La megalomanía, a mi entender, no es un defecto, más bien una característica psicopatológica – como cualquier estado asociado a la genialidad, en la que convergen algunos trastornos como el TOC, neurosis varias, etc -. Como tantos otros, Krishnamurti fue un megalómano por creer que podía tener la posesión de la verdad, aunque
Si has leído todo el artículo, que sobreentiendo que sí, habrás constatado que en ningún momento se tiene esta condición de megalómano como algo negativo. Y es que de la misma manera que la violencia puede ser utilizada para conseguir algo bueno, que la mentira puede extraer verdades, también la megalomanía, cuando está asociada a unos pensamientos universales de «no prejuicio», muy del gusto de Krishamurti, también puede suponer la creación de una obra como la de este genial pensador y escritor – y, para mi, filósofo y antropólogo -.
En tercer y último lugar, no sé hasta dónde llega tu conocimiento de los escritos de Krishnamurti pero valoraba la filosofía oriental – que sabrás que está muy vinculada a las religiones de estos mismos países, razón por la cuál el budismo o el hinduismo tienen connotaciones tan espirituales -. Y si, bajo mi punto de vista, Krishnamurti redactó numerosos axiomas, muy similares a los que se pueden leer en el Tao Te King, I Ching…etc.
De cualquier modo, gracias por tu comentario nuevamente y espero que te interesen el resto de post propios y de esta web.
Un saludo!
¡Hola! Gracias por contestar el comentario.
Justo por eso señalaba antes la necesidad de determinar qué se entiende por megalomanía. Me extrañó mucho que, habiendo escrito este artículo de modo que K. sale bien parado, usaras algo en esencia negativo para calificarlo. Desde el punto de vista científico no hay nada negativo, ni la megalomanía ni el cáncer ni nada, puesto que todo es un objeto de estudio que lleva al desarrollo. No sucede lo mismo con el uso coloquial que se hace de las palabras. En el caso de megalomanía, ya desde su origen griego (locura o delirio de grandeza) se ha usado en un sentido negativo. Tampoco en la definición que citas de Wikipedia hay nada positivo. Entonces, se trata de interpretaciones subjetivas, tanto la mía como la tuya, por eso cabe aclarar la posición del que escribe para que el lector sepa qué le están queriendo decir.
Las dos primeras oraciones de tu artículo tienden a confundir al lector. Aunque en el resto no hagas más que afirmar que K. era uno de los grandes hombres del siglo XX, si el lector es un admirador suyo esas primeras dos frases en las que dices que K. intenta fundar una nueva religión y que es un megalómano, pues condicionarán por completo su lectura posterior y no de buena manera; y si por el contrario, el lector es uno de sus muchos detractores, no encontrará en el resto del artículo más que razones para sustentar las dos primeras frases.
Por último, sí, he escuchado a K.; sí, leí tu artículo hasta el final. No, K. no afirmaba tener toda la verdad, y a eso se refiere uno de estos axiomas que mencionas: «La verdad es una tierra sin caminos», de hecho, incentivaba el espíritu crítico en sus oyentes en todo momento. Habló siempre en contra de los maestros, y de sí mismo solía decir que no lo era: «Usenme como un espejo, y cuando se hayan visto reflejados, desháganse de él.» Si en todo caso hubo un paradigma de comportamiento en su vida fue su propia persona. El fue escogido cuando era un niño por Annie Bessant y Leadbeater para que encarnara el papel de líder espiritual, y toda su lucha fue precisamente desligarse de ese destino impuesto. Si hubo algo contra lo cual hablara K., eso era la figura del maestro o guru.
Y bueno, que aunque lo conozcamos mayormente por textos cabe también decir que K. no escribió más que un pequeño libro en los inicios de su formación y sus diarios. Todo lo demás son transcripciones de sus conferencias o charlas. Diga lo que diga Wikipedia, K. era un orador, no un escritor.
Espero disculpes lo extenso de mis comentarios.
Un saludo.
Me encanta que te extiendas. Espero tus comentarios para el resto de mis post y para los del blog, que siempre es interesante generar debate, aunque la gente suele hacerlos únicamente cuando está en desacuerdo. P.D: Por eso lo de megalómano. El tema de escritor es, más bien, porque hay innumerables filósofos y «escritores» que realmente nunca escribieron nada sino que su obra oral fue plasmada «a posteriori». Tanto nos da, ¿No? Hay unos cuantos miles de escritores por ahí sueltos cuyos libros tienen más del editor que del escritor. El concepto es el concepto.
Nuevamente, gracias por el comentario y espero tus comments también cuando estés de acuerdo que, tal y como le sucedía a Krishnamurti, yo también llevo mal la agresividad implícita en las palabras que tratan de separar algo de otro algo. Prefiero centrarme en la suma que en la resta 😉
Ha sido tan interesante el articulo como vuestro particular debate sobre K. (parece que nos refiriéramos a un agente secreto) He sido lector de Krishnamurti desde que alguien tuvo a bien descubrirme sus charlas, alguien que pudo verlo en una de sus conferencias en Francia. Creo que la megalomanía se puede ajustar a k., es cierto, pero como la neurosis podría ajustarse a cualquiera de nosotros.
Tuvo que ser un ser humano excepcional, un maestro, en su más amplio sentido, y quien dedicó toda su vida a los demás, ofreciendo su tiempo y su sabiduría no en la consecución de una utopía, sino en una posibilidad real, la de nuestra propia transformación.
Me complace encontrar a k. entre vuestros artículos, y felicitaros por ello, esté más o menos en desacuerdo con él.
La mente humana le tiene tanto miedo a la verdad que cuando aparece alguien hablando de ella puede llegar a ser considerado megalómano. Para saber si lo que este hombre dice es verdad usted debe examinarlo en su propia experiencia, ese juicio es ridículo cuando uno no ha explorado esos terrenos. Krishnamurti estuvo toda su vida tratando de mostrar el peligro y la trampa de las religiones y aquí se lo describe como alguien que intenta crear una? Es claro que quien escribió el artículo no conoce a este hombre ni menos sobre (el único asunto que importa) lo que se dedicó a compartir.
Esto es hablar de algo que no se comprende. La comprensión no es intelectual.
Krishnaji,como desearia poder tener una charla con vos y decirte q has sido uno de mis mejores ejemplos,por no decir maestro porque eso insultaria su humildad.
Ser tan coherente,observador de si mismo y de la naturaleza, en sus largas caminatas solitarias tanto pudo ver, .
Trabajo como una hormiga ,incansable que con uno solo que lo entendiera el estab feliz.
Tan simple y dificil a la vez, solo pedia que cuestionacemos mas todo en lugar de aceptar tantas autoridades y expertos… ser superior que a la par de nietzsche se supero si misml.
Ambos enseñaron ,incansableblente, la inconveniencia de la codicia ,o voluntad de poder,su peligrosidad .
Son una advertencia ue te invita a reflexionarte pero a modo de meditacion, no sobrevalorando la interpretacion, osea la sobrevaloracion del concepto tan falso .
Hablar de cualquier persona —más aún de Kirshnamurti— sin caer en el dualismo es caminar por un filo delgado: uno siente que en cualquier momento puede caer hacia uno de dos abismos, la condena o la identificación. Para obtener una imagen más completa de esta riquísima figura espiritual, sugiero algo incómodo: leer el libro (o alguna entrevista basada en él) de Radha Rajagopal Sloss «Lives in the Shadow with J. Krishnamurti» (Vidas en la sombra con J. Krishnamurti) en el que la autora pinta un cuadro bastante más complejo de este hombre. Sucintamente, ella afirma que K mantuvo una relación sentimental clandestina durante alrededor de veinticinco años con su madre Rosalind Rajagopal, casada con D. Rajagopal, amigo y asistente personal de K. Según Radha, Krishnamurti instó a que Rosalind practicara tres abortos, y cuando las cosas estallaron, con demandas judiciales de por medio, ella sostiene que fue K quien, tras las sombras, orquestó una campaña de difamación contra su padre y su madre.
Naturalmente, quienes se sienten identificados con Krishnamurti y sus enseñanzas, descartan de plano lo que asegura Radha Rajagopal, y no se toman la molestia, no sólo de leer su libro, sino de explorar la posibilidad de que lo que dice sea cierto. Otros admiten que puede ser cierto, y no se escandalizan por ello, porque mostraría a un Krishnamurti más humano. Argumentan que, en definitiva, lo que más importa son las enseñanzas que legó K, no la persona.
Explorar una posibilidad (eso es, después de todo, el libro de Rajagopal) con Krishnamurtianos convencidos no es fácil ni difícil, sino sencillamente imposible. El por qué esto es así lo explicaba genialmente Nietzsche: «las convicciones son más peligrosos enemigos de la verdad que las mentiras». La afirmación de quienes, por otro lado, sostienen que el mensaje es más importante que el mensajero, contiene parte de verdad, y también parte de sombra. Justamente, lo que hace brillar a un maestro despierto no son sus palabras, sino que, en gran medida, las encarna. Sin dar nombres, hubo maestros que hablaban con mucho mayor elocuencia que K, pero cuyas vidas estaban en disonancia con su decir. Si lo que afirma el libro de Radha Rajagopal es cierto, es sano que asumamos que la búsqueda de un maestro espiritual siempre conlleva luces y sombras. Por más que en los ambientes K se insista en que él no era maestro de nadie, de hecho, todo lo que hizo, y todo lo que hicieron quienes lo escucharon, fue construir una relación de maestro-aprendiz. No convencional, por cierto, pero una al fin. Y esa relación está preñada, paradójicamente, tanto de liberación como de opresión. Quien observa con desapasionamiento puede comprobar que, en algún punto, quienes «siguen» a K han edificado otra religión, muy sofisticada, muy astuta, una que pretende ser una no-religión, pero que en el fondo es otro sistema con sus ortodoxias y heterodoxias. Con enormes posibilidades liberadoras… y opresivas.
Más allá de todas estas cuestiones, lo que posiblemente más alimente la ilusión sea un tono en las enseñanzas de K. Un énfasis. Ken Wilber lo puso muy claro cuando afirmó que Krishnamurti estaba tan interesado en la luz que no distinguía matices en la oscuridad. No hay concesiones en K hacia el ego; pareciera que cuando se refiere a él o a la mente, siempre lo hace desde un lugar filoso, abrasivo. Del mismo modo en que para cierta religiosidad medieval el cuerpo y la materia eran un lastre en el camino espiritual, en el siglo XX y XXI la carga parece ser el ego. Pero ¿por qué habríamos de «batallar» contra el ego, si la Vida misma, tras millones de años de evolución ha creado estos cuerpos, estos cerebros y estas mentes? Hay demasiada mala prensa hacia el ego en la Nueva Espiritualidad. Una mala publicidad que nos enfrenta a él y —paradójicamente— nos perpetúa en él. El ego no es malo ni bueno, simplemente es. La trascendencia tal vez advenga luego de que «comprendamos» que la identificación con nuestro cuerpo-mente es ilusoria, y que esa ilusión es sólo un juego en el que la Conciencia se convierte en conciencia (o inconsciencia) y se confunde con su vehículo. Y el despertar de esa conciencia (o inconsciencia) a la Conciencia empezará a ocurrir, no cuando neguemos todos nuestros vehículos, sino cuando los abracemos.
Dicho esto, es bueno aclarar un punto: sin las enseñanzas de K, la Humanidad hubiera perdido una riquísima y sabia voz que ha servido a muchas personas para despertar, aunque sea un poco más, del sueño de la identificación de la Conciencia con la conciencia, el ego. Y si fuera cierto que K no trascendió por completo el ego (no podemos estar seguros de si lo hizo o no), de lo que si podemos estar seguros es de que sus percepciones brotaban de una Conciencia que, aunque sea por un instante, hablaba desde ese lugar de silencio donde —como decía él— lo desconocido, lo inconmensurable podía revelarse.
Joe Black, creo que Mary Zimbalist escribió un libro en respuesta a ese libro de Radha, desmintiendo todo lo que dice. No he leído ninguno de los dos, pero si quieres hablar sobre ello, tendrás que leerlo. El título del libro de Radha ya dice bastante, son las cosas que tiene el deseo de poder, arrimarse al sol que más calienta, y envidiar, sentirse inferior, en la sombra, y ambicionar, querer hacer tuyo y explotar lo que sale de otro.
Por cierto, que, «No hay ningún yo que comprender, solo el pensamiento que crea el yo». JK
Por cierto, también, toda tu disertación acerca del asunto, Joe Black, no es más que una forma de autojustificarte.
Hay que ser demasiado MEDIOCRE EN LA VIDA COMO PARA NO RECONOCER EL APORTE DE JK y solo tomar en cuenta ciertas imperfecciones comunes a todos los mortales. El sol brilla y tiene manchas, solo los ingratos veran las manchas y nunca trascenderan ese obstaculos, su mediocridad no se lo permitira.
El que escribió está tonteria debe ser un creyente de cristo,dios,diablo y quién sabe cuántos supuestos dioses más