Cuando hace unos meses leí el artículo titulado Autores que han escrito en una segunda lengua, me vino a la mente de forma inconsciente el nombre de Amélie Nothomb, una autora tan conocida como desconocida, un hecho que me resulta completamente paradójico y al que no consigo encontrarle explicación. Hace algunos días tuve que volver a echarle un ojo a su biografía y ¿por qué no aprovechar la ocasión para escribir sobre una de mis escritoras de cabecera en esta página? He preferido optar por trazar algunas pinceladas sobre su biografía antes que reseñar una o alguna de sus obras, ya que, en mi opinión, resulta imprescindible conocer el paratexto vital de esta autora antes de acercarse a sus textos.
Para empezar, Amélie Nothomb no es el verdadero nombre de esta mujer, sino que esta se llama realmente Fabienne Claire Nothomb. Hablamos de una escritora en lengua francesa que nació en la ciudad japonesa de Kobe en julio de 1966, país que encarnó el decorado de las distintas vivencias de la autora durante sus cinco primeros años. Mientras vivía allí, todavía niña, no era consciente de que la rodeaban dos lenguas diferentes: el francés y el japonés. Al trabajar su padre como diplomático de Bélgica, la familia se ve obligada a mudarse varias veces, por lo que Amélie vive en China, Estados Unidos, Laos, Birmania o Bangladés. Sin embargo, será Japón el que más influencia ejercerá en ella y, por tanto, en su literatura.
En sus propias palabras, tuvo que pasar su infancia y su adolescencia en compañía de continuas mudanzas, por lo que pronto comprendió que su universo no sería estable y que perdería todo cada tres años. Ese hecho hizo nacer en ella una angustia muy fuerte que nunca llegó a desaparecer. Ese «apocalipsis», un fenómeno regular en su vida, la vinculó de una forma muy profunda al lenguaje y, en consecuencia, a la literatura: en un mundo donde perdería todo continuamente, el lenguaje era lo único que se mantenía estable.
En 1980 se muda a Bélgica, país en el que se siente extranjera. Amélie comienza a cursar Filología románica en la Université Libre de Bruxelles, una universidad de tendencias liberal-socialistas donde no es bien recibida debido a su apellido, que recordaba su procedencia de una familia de la alta burguesía católica y a su bisabuelo de extrema derecha. Ese problema de aceptación, que no ayudó a la joven a integrarse y reforzó su sentimiento de no ser belga, de no ser occidental y de ser japonesa, apareció reflejado posteriormente en su novela semibiográfica Antichrista. Amélie Nothomb se sentía incapaz de comunicarse con los jóvenes occidentales y, según ella, quizás fue esa la razón que la condujo por la vía de la escritura.
De todas formas, Nothomb consiguió terminar su formación en la universidad mencionada y, tras obtener la licenciatura, regresa a Tokio, donde acaba trabajando como intérprete en una prestigiosa empresa, una experiencia que posteriormente se convertirá en el argumento principal de Estupor y temblores, libro que será galardonado con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 1999 y que será traducido en términos cinematográficos por Alain Corneau en el año 2003.
Más tarde regresa a Bélgica, donde despunta su carrera de escritora con Higiene del asesino, libro que escribió en solo tres meses. Envió el manuscrito a diversas editoriales, entre ellas la prestigiosa Gallimard, pero acabó publicándolo en Albin Michel, una empresa más modesta a la que permanecerá (casi siempre) fiel. Así como recibió numerosos elogios, su primera novela fue la diana de numerosas críticas negativas, ya que «no podía haber sido escrito por una joven de 23 años», «era evidentemente la obra de un hombre, y más concretamente de un hombre mayor». En ese preciso momento, Fabienne Claire Nothomb empieza a conocer el significado de la palabra «fama» y adopta el nombre de Amélie, quien se convierte no solo en escritora, sino también en todo un fenómeno mediático. A partir de entonces puede permitirse vivir únicamente de la literatura. De las tres novelas que escribe al año, solo publica una, siempre en el mes de agosto, y sus escritos están traducidos a unas 40 lenguas diferentes.
En 2012 vuelve por primera vez a Japón, un país que la había salvado en numerosas ocasiones, porque necesitaba volver a sentir el poder curativo del archipiélago. Al regresar allí, se da cuenta de que lo que había definido su personalidad no había sido Japón, sino la nostalgia que había sentido por ese país. Aprovechando la ocasión, France 5 graba un documental cuyo tema central se convertirá más tarde en el argumento de uno de sus libros, La nostalgia feliz. Con el paso del tiempo, Amélie Nothomb se da cuenta de que, en ella, al sustantivo «nacionalidad» le corresponde el adjetivo «belga», pero únicamente porque eso supone no pertenecer a ningún sitio, no tener una identidad clara, definida.
Para Amélie Nothomb, la escritura se define como una vía de escape que le permite expresar pensamientos y sensaciones. A través de ella se evade y se aleja de mundos monstruosos como el de la anorexia, enfermedad que padeció a los 13 años. También suele refugiarse en el mundo de la infancia, ya que para la autora la pureza del ser humano es exclusiva de dicha etapa. Sus novelas se describen como una intertextualidad entre la literatura japonesa medieval y la literatura occidental, y en ellas confluyen los términos binarios que distinguen occidente y oriente. Por esta razón se puede calificar a la autora como híbrida: es occidental y no occidental, activa y pasiva, observadora y observada, móvil y estática, moderna y tradicional, etc. De hecho, Amélie Nothomb ha llegado a ser definida como la intersección de polaridades culturales. Precisamente por el hecho de que haya estado en contacto, desde muy temprana edad, de diversas culturas, su literatura puede inscribirse en una especie de literatura global, ya que sus novelas se alimentan de una cultura poliédrica de la que la autora siempre extrae una receta exquisita.
En sus novelas reflexiona sobre el sentido de la vida, la condición humana, la profesión de escritor, el suicidio amoroso, pero en ellas la escritora aborda sobre todo los temas de los orígenes y de la identidad. Amélie usa sus textos para reflejarse y componer un discurso propio de sí misma, es decir, los utiliza para buscar una solución a su problema identitario, ya que no consigue ubicarse en un punto geográfico concreto. Por esa razón, a Amélie le cuesta mucho no incluirse en sus novelas: la mayoría de sus escritos tienen carácter autobiográfico.
En conclusión, a esta autora quizás la debamos incluir en esa lista de escritores, muy larga en nuestro siglo, que se identifican con varias culturas, con varias lenguas e incluso con varias personalidades. En ella confluyen la heterogeneidad, la ironía, la paradoja, los extremos y las diferencias, y quizás por eso el mejor personaje de Amélie Nothomb sea ella misma.
Maravilloso artículo. No estoy segura de haber leído en 1999 quien ganó el premio de literatura (igual sí). De hecho, no recuerdo haber leído nunca algo acerca de su vida. Es una escritora muy interesante y su obra, por fuerza, debe serlo tanto como ella misma, como su vida. Gracias por descubrírnosla (a mí y a los demás lectores que aún no la conocieran…) Un saludo.
Muchísimas gracias, Rachael, tan generosa como de costumbre. Me alegra haberte abierto una puerta pequeñita. Ahora que conoces la historia de esta mujer te animo a aventurarte por cualquiera de sus libros (de verdad, cualquiera de ellos), aunque quizás deberías empezar por «El sabotaje amoroso» o «Estupor y temblores», ya que son sus novelas más autobiográficas. Un abrazo.