¿Qué ocurre cuando un niño del siglo XXI juega videojuegos en orden cronológico?

¿Qué ocurre cuando un niño del siglo XXI juega videojuegos en orden cronológico?

   Hay muchos padres a los que les gusta experimentar con sus hijos. Andy Baio es uno de ellos. A Andy le gusta una frase del cómico Steve Martin que dice así: «Tengo un sucio truco que puedes hacerle a un niño de tres años… Cada vez que estés cerca de él, habla mal. Imagina que en su primer día de clase levanta la mano y pregunta: “¿puedo yo mambo cara de perro al parche de plátano?”». Andy cree que en esta frase reside cierto sentido. Él piensa: «Si tienes hijos, ¿por qué no hacer experimentos con ellos? ¡Es como hacer experimentos con un pequeño clon de ti mismo! Y es casi siempre legal, probablemente. Es decepcionante ver cuánta gente con hijos pierde esta oportunidad de oro, esperando, generalmente, a que lleguen a su adolescencia para empezar a aplicar juegos mentales con ellos».

   Así que Andy, allá por el año 2004, iba a tener a su primer hijo, Eliot, y ya tenía preparada una buena lista de experimentos que deseaba llevar a cabo con él. Puede sonar macabro, sí, y por eso su mujer, la madre, le prohibió hacer cualquiera que fuese potencialmente dañiño para Eliot. Como por ejemplo, su plan original, que era criar a Eliot haciéndole creer que estaba viviendo en una simulación por ordenador. A pesar de las trabas, Andy Baio no se rindió, claro, y probó suerte con otra cosa. Algo que a él mismo le apasionaba desde niño, y que no haría daño al pobre de Eliot. ¿Que pasaría si ponía a jugar a Eliot a través de la historia de los videojuegos en orden cronológico?

   Andy nació en 1977, durante la época dorada de las máquinas recreativas. Creció jugando a la Atari 2600. Eliot nació en 2004, uno de los años mejor recordados en la historia de los videojuegos, con éxitos del calibre de GTA: San Andreas, Half-Live 2, Doom 3, o el lanzamiento de la consola portátil Nintendo DS (la industria en ese año ya generaba veintiséis mil millones de dólares). El objetivo de Andy era sencillo; quería que su hijo amase los videojuegos de la misma forma que él los amaba. Quería que creciese entendiendo el avance de la industria y que gozase con los juegos retro y los clásicos, no solo con los juegos de última generación con gráficos ultra realistas y mécanicas más sencillas.

Iconos clásicos de la era de los 8-bits

Iconos clásicos de la era de los 8-bits

   Así que, cuando Eliot nació, Andy empezó a preparar el experimento. Su plan consistía en empezar con los clásicos de la Atari 2600, desde Asteroids hasta Zaxxon. Pasado un año, saltarían a la era de los 8-bits, con clásicos de las NES y Sega. Un año después, llegarían a la SNES, la GameBoy y los juegos de aventuras clásicos de PC. Otro año más y alcanzarían la PlayStation, la Nintendo 64, la Xbox y la GameBoy Advance, y así sucesivamente hasta ponerse al día con la era moderna. El fin del experimento, obviamente, era saber si un niño podría apreciar más los juegos modernos independientes de bajo presupuesto, alejados de las grandes producciones Triple-A como Call of Duty o Assassin´s Creed, y amar también los viejos juegos con menos potencia técnica pero más desafiantes en su jugabilidad.

   Al llegar el cuarto cumpleaños de Eliot, Andy empezó el experimento con un juego integrado de Pac-Man para televisión cargado con clásicos arcade Galaxian (1979), Rally-X (1980), Bosconian (1981), Dig Dug (1982), y, por supuesto, Pac-Man (1980) y las tres secuelas, Super Pac-Man (1982), Pac-Man Plus (1982) y Pac & Pal (1983). Andy había temido hasta ese momento que a Eliot no le interesasen nada los videojuegos y que prefiriese otras cosas, como los deportes. Sin embargo, al poco de empezar, Andy apuntó este curioso dato en su cuenta de Twitter: «Eliot está obsesionado con jugar al Pac-Man en nuestro televisor. Es como verme a mí mismo en 1982». Seis semanas después de haber empezado, Eliot ya superaba las mejores puntuaciones de Andy en Dig Dug y comenzaba a terminar los niveles finales de Pac-Man. Cuando se aburrieron con esos, pasaron a la vieja Atari 2600 de Andy y siguieron con más clásicos.

   Antes de lo esperado, con Eliot sin llegar a tener todavía cuatro años y medio, Andy decidió saltar a la siguiente generación, la era de los 8-bits. Lo puso a los mandos de la consola NES de Nintendo. Normalmente Eliot se sentaba en el regazo de su padre y jugaban por turnos. Andy solo se dedicaba a pasar las partes más complicadas. Jugaron Mega Man, Castlevania, The Legend of Zelda, Rygar y Super Mario, entre muchos otros. Cuando Eliot cumplió cinco años, ya se pasaba él solo partes moderadamente difíciles de Super Mario 3. Con seis años se pasaba juegos él solo. Consiguió terminar The Legend of Zelda y Andy tan solo le ayudó mostrándole un mapa en un determinado momento.

03. Evolución de los videojuegos

Evolución de los videojuegos

   Volvieron a saltar de generación. En el año 2011 llegaron a la Nintendo 64 y a los juegos en 3D. Con siete años Eliot alcanzó un logro prodigioso, había conseguido reunir las 120 estrellas de Super Mario 64. Tras eso, decidieron ir directos a la época del 2000 y entrar en el mundo de la PlayStation 2. Se encontraron con desafios como ICO, Shadows of the Colossus o el Katamari Damacy original, juego que salió el mismo año en el que Eliot había nacido. El experimento había sido completado.

   Andy, entonces, comprobó cómo todo este proceso había influido en su hijo. Como a muchos niños de su edad, a Eliot le gusta Minecraft, sin embargo, curiosamente, le encantan los videojuegos brutalmente complicados que retan a jugadores que duplican o triplican su edad. Lo mejor de todo es que es muy bueno en ellos. Sus favoritos suelen ser juegos roguelikes; con niveles generados proceduralmente, muerte permanente y sin puntos de guardado. Uno de los juegos favoritos de Eliot se llama Spelunky, se trata de un juego considerado por la crítica especializada de lo más difícil que te puedas encontrar. Andy, su padre, no ha conseguido completar todavía Spelunky y no cree ser capaz de conseguirlo jamás. Un mes después de haber cumplido ocho años, Eliot se pasó por primera vez Spelunky.

Arte del videojuego Spelunky

Arte del videojuego Spelunky

   Lo curioso es que Spelunky tiene un segundo final muy complejo de conseguir. Muy pocas personas son capaces de lograrlo. Entre otras cosas, hay que sobrevivir 15 niveles aleatorios sin morir y conseguir que el jefe final se mate a sí mismo, usando objetos únicos que aparecen en diferentes lugares cada vez. Un conocido de Andy tardó muchísimo en superar este segundo final y afirmó que murió cerca de tres mil veces antes de poder superarlo. Tras tres meses jugando, Eliot consiguió terminar el juego con este segundo final. Derek Yu, el creador de dicho videojuego, cree que Eliot es la persona más joven en haber conseguido tal triunfo.

   El experimento por lo tanto, según piensa Andy, ha sido todo un triunfo. Eliot ha absorbido veinticinco años de la historia de los videojuegos en un resumen que ha durado más o menos cuatro. Sabe apreciar los juegos más pequeños, raros e íntimos, y es capaz de disfrutar más de las dinámicas y la jugabilidad que de simplemente, unos gráficos hiper realistas. Al final, Andy Baio reflexiona: «probablemente estés pensando que soy un monstruo o un padre bastante asombroso. Quizás un poco de ambos». Y concluye: «Estoy conforme con eso. Mi hijo es increíble, le encantan los videojuegos y, más que nada, le encanta jugarlos conmigo».

 

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