Tanta fuerza tiene el pacto de ficcionalidad que los lectores establecen con la literatura, que una vez inmersos en el universo de la imaginación son capaces de complacerse o compadecerse del destino de los personajes, a pesar de ser conscientes de que estos están construidos a fuerza de enunciados falsos. El principio de identificación está tan arraigado que funciona incluso cuando los protagonistas de las ficciones son animales, con independencia de que sean antropomórficos o no.
Porque, por los motivos que sean, los animales protagonizan historias inventadas por seres humanos desde los orígenes de la literatura. Los primeros ejemplos los tenemos en tablillas mesopotámicas que nos hablan de pájaros presuntuosos o de zorros astutos. Sin embargo, se suele considerar que la primera fábula la escribe Hesíodo en Los trabajos y los días en el siglo VII a.C. Aunque es en la literatura infantil donde los animales, frecuentemente con rasgos humanos, nos han desvelado muchos de los secretos de la naturaleza humana ‒y ello a pesar de que un reciente estudio indica que las historias con animales humanizados confunden a los niños‒, en la literatura para adultos también han desempeñado un importante papel. ¿Qué sería de uno de los libros más importantes de la literatura universal sin una gran ballena blanca?
Para recordar la importancia de los animales en la literatura el portal de seguros Helpucover ha elaborado una infografía donde recoge algunos de los más famosos. Ordenados cronológicamente en distintas etapas encontraremos animales de obras como Oliver Twist, Moby Dick, Belleza negra, los cuentos de Beatrix Potter, La llamada de lo salvaje, El viento entre los sauces, Winnie the Pooh, Rebelión en la granja o La telaraña de Carlota.
Personalmente echo mucho de menos a Firmin, un ratón de biblioteca que me conquistó el corazón desde la primera página, pero la selección no va más allá de La colina de Watership de Richard Adams, publicada en el año 1972. ¿Y tú, echas de menos algún animal literario en la lista?
A mí me dio de lleno el mundo de los daimonions, creados por Philip Pullman para «La materia oscura», una trilogía que luego se estrelló contra la gran pantalla y pareció morir de inmediato (a pesar del increíble potencial, la película era pura basura).
Esos y los davirones, unos seres que, llegada la adolescencia, podían elegir el sexo al que querían pertenecer.
Pero son «animales modernos» =)
Pues así, a bote pronto, me viene a la memoria nuestro Ratón Pérez, del libro del mismo nombre de Luis Coloma, el sacerdote jesuita autor de Pequeñeces. Escrito por encargo del Palacio Real de Madrid para regalar al entonces niño Alfonso XIII, no sé si para su cumpleaños (¿ocho?) o porque justamente acababa de perder su primer diente de leche.
Se conoce incluso dónde tuvo su casa el ratón Pérez y que se hallaba en una confitería de la calle Arenal de Madrid, y más concretamente dentro de una caja de galletas de la cual escapaba por las noches para recorrer las alcobas de los niños que perdían dientes para dejarles monedas u otro tipo de regalos. Frente a la caja-casa, como no podía escapar a la sagacidad del autor, se hallaban cajas de queso, ya se imaginan. Coloma debió elegir casi con seguridad la calle Arenal porque quedaba muy cerca del Palacio Real y porque allí existía entonces realmente una confitería. La última vez que me asomé al número 8 de dicha calle recuerdo, aunque no sin cierta ambigüedad, que había allí una tienda de ropa, pero en la fachada hay una placa que da fe de ese detalle biográfico de nuestro ratón.
A mayor abundamiento diré que estando en Pekín hará no muchos años y durante una comida con una pareja española, la señora manifestó ser prima de nuestro simpático ratón, aduciendo la nada peregrina razón de que ella se apellidaba Pérez. Rara me pareció de todos modos la confesión, pero como nos habían invitado al restaurante (que era chino, claro, y de muy alto standing que se dice) pues ni se me ocurrió asomar duda alguna. Quede la cosa así sin más, que no quiero hacer de ello una cuestión de honor.
Como ahora me hallo «inútilmente atareado» en la lista que propuso Rachael, pronto harán su aparición otros animales por aquí (aparte de mí mismo, que ya veo venir el chiste). Con su permiso, claro.
De la recomendaciones de Rachael elegí para empezar, y para ver qué tal se me daba esto de volver a leer tras un lapso tan enorme, el libro de «Alicia en el país de las maravillas», que por cierto me tiene no sé si inútilmente pero sí bastante atareado. Y tengo decidido pasar al otro lado del espejo, por cierto.
Así que el animal que traigo por aquí es ni más ni menos que el Dodo, que no es cosa baladí. A diferencia del gato de Cheshire, no se trata de un animal ficticio, sino de una especie real, similar a un pavo grande y que sucumbió ante ese depredador sin freno al que se le suele llamar ser humano.
Me gustaría que la presentación de este animal que forma parte del universo carrolliano sirva aquí de homenaje a mi fraternal amigo Josep María Albaigès, que tanto daño me ha hecho yéndose antes que yo a esa noche sin retorno. Con él colaboré en los últimos veintitantos números de la revista Carrollia (así se llamaba justamente en honor a Lewis Carroll). Aunque creo que todavía puede encontrarse el ejemplar en la página de MENSA España, para mayor comodidad de los que pudieran estar interesados cuelgo en la red el número 84, que contiene el artículo de Josep María relativo al dodo. El enlace es
http://pcrespo.com/carrollia/C83.pdf
y el artículo al que me refiero ocupa las páginas 14 y 15.
A no ser que reciba admonición por parte del administrador del blog, haré desfilar por aquí más animales del universo literario de Lewis Carroll.
Me gustó mucho el artículo y también la propuesta de «hacer desfilar» 🙂 los animales de la literatura de Lewis Caroll.
Los libros que más me gustaron, y me gustan, son los que tienen animales en sus historias. De adolescente leí «El principito» y nunca más me pude sacar de la cabeza al adorable zorro y sus palabras (es un ícono). Ah!! por cierto, la infografía es fabulosa y es solo una parte de todo lo que hay escrito por el mundo literario. Muchos de los que figuran en ella los descubrí, junto a mis pequeños hijos, leyendo una y otra vez e imaginándolos. Es increíble lo que nos da la literatura. Gracias por compartir y saludos.
Creo que conozco a uno o dos, y para de contar 😛 Biquiños!
Oh Dear! Oh Dear! (se va notando la influencia de Carroll). Al leer la contestación de Cris he caído en la cuenta de que interpreté mal la pregunta con la que dabas remate al artículo. Así que cuando puedas puedes borrar mis comentarios anteriores. Me ocurre a menudo esto de leer deprisa y no comprender nada.
Entiendo así que te referías a animales que figuran en los libros de la lista. En ese caso imagino que »Rebelión en la granja» puede ser un filón: El Viejo Mayor (un cerdo con premio), los perros Bluebell, Jessie y Pincher, Boxer, compañero de la yegua Clover de la lista, el burro Benjamín, Snowball y Napoleón …
Yo creo, Hicsuntdraconis, que ibas bien encaminado. Alejandro ha mencionado a Firmin, de Sam Savage como ejemplo de animal protagonista que no aparece en la lista y nos advierte de la limitación de la infografía, al detenerse ésta en La colina de Watership (Richard Adams, 1972). De no ser así, yo también lo había entendido como tú. Por cierto, he leído el (impactante y sobrecogedor) artículo de Josep María Albaigès y te agradezco que lo hayas compartido.
Por otro lado, yo echo de menos a Platero, que como Moby Dick, es protagonista indiscutible del libro que le da nombre (sin ellos, no habría obra); en cuanto a Winnie, he de decir que me ha traído la memoria a Paddington, de Michael Bond (otro osito de la literatura que también merece ser recordado como ejemplo de animal no fantástico y protagonista de una obra literaria. Existen multitud de ejemplos más, personajes como Pepito Grillo y también algunos personajes de las fábulas de Esopo o de Samaniego… Sería muy larga la lista y habría que diferenciar entre los que poseen voz propia y los que dan nombre y sentido a la obra, aunque no lo hagan porque su protagonismo reside en otro aspecto y no en el habla. No sé si me he explicado bien. Me he extendido muchísimo. No he comentado tampoco a cuáles conozco de la lista, me limitaré a nombrarlos: a Moby Dick; a todos los personajes de Winnie de Pooh, a Peter de Beatrix Potter (por cierto, Enid Blyton creó a Binkle and Flip, otros conejos muy conocidos); a Buck de Jack London (no así a Colmillo Blanco); a los personajes de El viento en los sauces; a los personajes de Rebelión en la granja; a Aslan de C.S.Lewis le conozco por la Película (así de triste, aunque tengo que decir al respecto que me encantó cómo había sido creado).
No recuerdo a Bullseye de Oliver Twist y a Jonathon de Bach lo conozco de oídas (y no quiero leerlo, me han dicho que es bastante moralista y odio las moralinas…) En fin, esto es todo. Ya la he vuelto a liar, deberían existir leyes que prohibieran a la gente como yo acercarse a ningún teclado… Gracias, me ha gustado mucho el artículo (Adoro estos artículos). Un saludo.
Muchas gracias, Rachael, por ese capote tan generoso, a la vez que convincente, según lo que voy leyendo.
Qué coincidencia, Platero es el animal literario que primero me vino a la mente. Aunque, y quizá debido a la erosión que causa el tiempo en el recuerdo, pienso que nunca lo viví como un personaje literario, sino más bien como una referencia en torno al cual el escritor va tejiendo ese su universo tan pleno de belleza sensorial y tan luminoso. De hecho, creo que Juan Ramón Jiménez nunca tuvo un Platero sino varios plateros (en Andalucía son plateros los asnos de pelaje grisáceo), a los cuales resume en su Platero, al que utiliza a modo de contrapunto.
El año pasado se cumplió el centenario de la primera publicación de «Platero y yo» en una colección de literatura infantil, lo que me resulta algo curioso puesto que no lo tengo como un libro para niños.
El libro es un prodigio literario, tanto que según parece fue la obra que fundamentalmente le valió el nobel a su autor.
El dominio de las palabras es tal que más parece que el poeta (en última instancia esa obra es toda ella pura prosa poética) vaya enriqueciendo el diccionario en el curso de la escritura.
Bullseye si no recuerdo mal era el perro de Bill Sikes. A mí siempre me dio mucha pena porque aunque era un perro bastante fiero, de esos capaz de matarte sin dudarlo, hay un momento en el que su dueño intenta matarlo, y eso a los amantes de los perros nos da mucha tristeza.
Por cierto que los animales que comentáis me parecen perfectos para completar la infografía. Yo en el momento de escribir el artículo solo me acordé de Firmin, pero es verdad que olvidar Alicia en el País de las Maravillas fue un error imperdonable. Muy bien añadidos y bienvenidos a la lista el Ratoncito Pérez, Platero y el zorro del Principito entre otros. Como pasa con otras infografías que he rescatado en algún momento, la lista tiende mucho a la literatura inglesa y quizá por eso resulta más incompleta.
Un saludo.
El doodle de Google me recuerda que hoy es el Día de la Madre y por una peregrina asociación de ideas he caído en la cuenta de que yo tengo mi «patito feo» personal, que no es el de Andersen.
Aunque mi patito feo no pertenezca a la Literatura Universal, lo presento no obstante por aquí. El cuento es corto y se encuentra desde la página 10 hasta la 13, ambas incluidas, de la ya extinta revista Carrollia:
http://pcrespo.com/carrollia/C92.pdf
Saludos.