Amparo Segarra

Amparo Segarra

   En Santiago de Compostela, imperando sobre la plaza do Toural, se yergue el cuerpo del histórico pazo de Bendaña, en cuyo interior residen cuadros del pintor y escritor Eugenio Fernández Granell. Todos los que tienen la suerte de visitar su interior se sorprenden al conocer la obra de un artista cuyo nombre es injustamente poco evocado. En el artículo «Datos para la persistencia», de Domingo-Luis Hernández, Eugenio Fernández Granell afirma: «El amor, desde el punto de vista del hombre, exalta a la mujer (no conozco ningún movimiento de la historia del arte que haya considerado a la mujer compañera natural del hombre como el Surrealismo)». Siguiendo ese principio de igualdad, este artículo pretende visibilizar a una mujer cuya historia y trayectoria vital son todavía más desconocidas, una mujer vinculada a Granell, una mujer que siempre ha quedado relegada a la sombra de este, su marido, una mujer artista, una mujer, en resumen, con nombre propio, independiente: Amparo Segarra Vicente.

Mujer

   Amparo Segarra Vicente nace en Valencia en el año 1915. Estudia varios años en un internado en Argenteuil, cerca de París, adonde se trasladaba cada jueves con el colegio para contemplar monumentos, parques y museos parisinos. Allí, la joven aprende francés y la experiencia le proporciona una gran cultura y un sofisticado refinamiento.

   Regresa a España y se casa con Miguel Anglada, un militar con el que vive en Barbastro, en la provincia de Huesca. Cuando estalla la Guerra Civil, su esposo, fiel a la República, acude al frente. Ella, embarazada, viaja a Barcelona para dar a luz. Poco después viaja a Aragón y sufre el bombardeo efectuado por los fascistas sobre Monzón, en el que se destruye la casa donde se alojaba. Ante la llegada inminente de las tropas franquistas, Amparo decide volver a Barcelona. Cuando la falange se hace con el poder, su condición republicana le impide encontrar trabajo. Además, la interrogan varias veces con el fin de conocer el paradero de su marido. Ante ese panorama decide abandonar España, un proceso que da comienzo el ocho de julio de 1939. Desde Barcelona, atraviesa los Pireneos con su hijo en brazos. Podemos conocer con todo lujo de detalle la dureza de ese viaje gracias a «La guerra ha terminado», un texto narrado por la propia voz de Amparo.

   En Francia, Amparo observa las condiciones inhumanas en las que vivían muchos refugiados en los campos de concentración. El SERE ―Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles― la envía poco después a Vernet-les-Bains, en donde había tres hoteles para españoles. En un principio, la sociedad francesa acogió a los refugiados con amabilidad, pero todo cambió al estallar la Primera Guerra Mundial, ya que a los franceses «les quitaban el pan».

   Cuando se reúne con su marido, ambos deciden partir hacia Latinoamérica. Pasan por París para gestionar diversos documentos, así como el pasaje del buque. Amparo y su cónyuge estaban a punto de embarcar en el penúltimo barco que saldría de Francia con refugiados. Durante el inicio de ese viaje al exilio, en un tren, Amparo conoce a Eugenio Fernández Granell, quien había dejado España en el año 1939 y había llegado a París tras pasar por diversos campos de concentración. Cuando el barco llega a tierras latinoamericanas, Chile se niega a recibir más republicanos españoles, por lo que desembarcan en República Dominicana ―cada persona tenía que pagar, antes de bajar del barco, cierta cantidad de dinero―. En Ciudad Trujillo, antiguo nombre de Santo Domingo, Amparo se divorcia de su marido y se casa con Eugenio Fernández Granell. En 1941 nace la hija de este matrimonio, que llevará por nombre Natalia.

   La vida de Amparo estuvo conducida en su mayor parte por la actividad artística de su marido, y gracias a las amistades de este llegó a conocer, en el año 1941, a André Breton y a su familia, quienes huían del nazismo hacia Nueva York. Cinco años después, en 1946, Amparo y su familia se mudan a Guatemala y, tras el estallido de la revolución guatemalteca, se trasladan a Puerto Rico: huyen de la persecución estalinista de la que es objeto Granell.

Collage de Amparo: Sorpresa nevada para las monjas

Collage de Amparo: Sorpresa nevada para las monjas

Artista

   Durante los años cincuenta, Amparo Segarra vive en Puerto Rico, donde inicia su trabajo como creadora de collages. En palabras de su hija Natalia, a su madre siempre le había gustado recortar y pegar. De hecho, recortaba y pegaba todo lo que escribía Granell o lo que salía sobre él en la prensa. Amparo guardó celosamente en carpetas recortes de toda especie de publicaciones durante muchos años, por eso la Fundación Granell alberga un estupendo archivo sobre el artista.

   Los primeros collages de Amparo fueron realizados en colaboración con su marido. Estos fueron confeccionados con el fin de mostrar diversos monumentos y costumbres europeas a alumnos de Granell para prepararlos para su viaje a Europa. No obstante, la mayoría de las creaciones de Amparo nacieron en Nueva York, ciudad a la que la familia se mudó en 1956. En estas obras predominan tres temas: la mujer, los contrates culturales y cronológicos y la denuncia de las opresiones, las injusticias y las desigualdades. En los collages también se vislumbran los intereses de la artista: además de resaltar la posición de la mujer en el mundo de entonces, Amparo muestra su predilección por la moda, los caballos, los animales en general o las columnas. A grandes rasgos, su obra deriva del contacto con los artistas del exilio y refleja el mundo que le tocó vivir.

Amparo en su faceta de actriz

Amparo en su faceta de actriz

   Pero la vida artística de Amparo no se limita a sus collages, sino que esta mujer también ejerció como actriz en diversas obras de teatro entre los años 1944 y 1969, e incluso confeccionó el vestuario para alguna de ellas.

   En el año 1985, Amparo regresó a España, su país de origen, donde vivió en Madrid hasta su fallecimiento, que se produjo en 2007. Su nombre revolotea continuamente por la sede de la fundación dedicada a su marido, prestándose a ser atrapado. Granell estuvo acompañado durante muchos años de una mujer cuya creatividad y vitalidad seguramente haya impulsado más de una vez su inspiración artística, y es que si tuviéramos que asociar una etiqueta a la vida de esta mujer, todas sus vivencias y sus creaciones y todos los datos que alimentan su recorrido espacial y cronológico podrían encontrar cabida en la palabra «inspiradora».

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