Se puede decir sin exagerar que en la literatura los seudónimos son tan antiguos como los libros. Durante siglos infinidad de escritores los han utilizado por los más diversos motivos: que el contenido del libro sea excesivamente polémico, evitar problemas con la autoridad, la poca sonoridad del nombre original, por timidez, escribir con mayor libertad, evitar la vergüenza de unos padres incomprensivos, etc. Algunos de esos motivos son recurrentes. Durante el siglo XIX y una buena parte del XX muchas escritoras utilizaron nombres masculinos para evitar discriminación por motivos de género.
Pues bien, la tienda de tinta y tóners Printerinks ha elaborado una infografía que muestra el uso de los seudónimos literarios a través de la historia, con una veintena autores, entre los que se incluyen algunos como Charlotte Bronte, George Orwell, Stephen King o J.K. Rowling. Los motivos van desde el empeño por mantener la privacidad como en el caso de un reservado Lewis Carroll hasta el intento por evitar que unos padres pasen por la vergüenza de descubrir que su hijo se ha vuelto poeta, que es lo que le pasó a Pablo Neruda.
Tiene además algunas curiosidades más, como que Dr. Seuss es el autor que más libros ha escrito usando un mismo seudónimo ‒un total de cuarenta y tres como Dr. Seuss y trece más como Theo LeSeig‒, que es también el autor que más libros ha escrito con seudónimo ‒cincuenta y siete‒, seguido por Pablo Neruda ‒con cuarenta y tres‒ y Lewis Carroll y Mark Twain ‒con veintiocho libros ambos‒, o que Daniel Foe es el escritor que más seudónimos diferentes ha usado, ciento noventa y ocho para escribir cuatrocientas obras, con nombres como Daniel Defoe, Robinson Crusoe o Secretario del Emperador de la Luna.
La infografía acaba en 2004 con Daniel Handler, más conocido como Lemony Snicket por Una serie de catastróficas desdichas. Solo el tiempo dirá qué le depara el futuro a los seudónimos literarios, pero todo parece indicar que cada vez es más complicado para un escritor ocultar su verdadero nombre, como demuestra el intento de Rowling por esconderse detrás de Robert Galbraith con la publicación de la novela policíaca El canto del cuco. Quién sabe si después de tantos siglos estamos llegando a la era del fin de los seudónimos literarios.
Tu artículo me ha traído a la memoria el caso de Boris Vian, que recurrió al seudónimo de Vernon Sullivan para su «Escupiré sobre vuestras tumbas», una obra dura y de denuncia del racismo. Vian presentó al tal Sullivan como un escritor norteamericano de raza negra, mientras que él mismo figuraba con su propio nombre como el traductor de la obra. Esta y las siguientes novelas negras de Vernon Sullivan (que se mueran los feos, con las mujeres no hay quien pueda, etc.) sufrieron una fuerte censura (estamos a finales de los cuarenta en la siempre xenófoba Francia), lo que obligó a Vian a confesar su autoría. Eso enfureció a la crítica, que ofendida por haber mordido el anzuelo pasó a atacar incluso las obras con su propia firma.
En sus obras, no exclusivamente literarias, Vian recurrió a más de 27 seudónimos (o heterónimos, o como se diga).
No cedo a la tentación de recordar también que Boris Vian es el autor de la canción «Le deserteur», que tan bien interpretó Serge Reggiani. Reggiani la hace preceder de un poema antibelicista de Rimbaud, «Le dormeur du val» (escrito cuando contaba dieciséis años). Por aquí anda (pondría el enlace pero no sé cómo hacerlo en este entorno de WordPress que no me es familiar):
https://www.youtube.com/watch?v=RTl0pmB8_ow
Esta canción fue prohibida en Francia tras el desastre de Dien Bien Fu (había sido escrita durante la guerra colonialista de Indochina). Pero lo bello y lo justo se abren paso muchas veces.
¡Anda! pues me quedó bien el enlace, aunque explícito. Y corrijo, es «Le déserteur».
Que escrito tan interesante, muy buenas referencias y la infografía relacionada muy adecuada. Gracias!!