Apocalipsis Z: Los días oscuros de Manel Loureiro

Apocalipsis Z: Los días oscuros de Manel Loureiro

   En algún lugar leí que Dolmen Editorial se dedicaba a encontrar a jóvenes promesas de la literatura para más tarde, una vez descubiertos, dejarlos escapar a editoriales más grandes. Es lo que pasó desde luego con Manel Loureiro, cuya primera novela, Apocalipsis Z, empezó como un blog y en 2007 dio el salto al papel en la propia Dolmen. Un título muy significativo para la editorial porque con ella, si no me equivoco, comenzó su Línea Z, que con varias decenas de novelas dedicadas a los muertos vivientes la ha llevado a convertirse en la gran representante editorial del universo zombi. Con Apocalipsis Z Loureiro pegó un pelotazo tan grande que decidió que con sus libros posteriores jugaría en ligas mayores, así que firmó con Plaza & Janés, del grupo Random House Mondadori, las continuaciones de sus novelas, a pesar de que la editorial no destacara precisamente por publicar novelas sobre zombis.

   Imagino que el cambio editorial ‒y esto entra ya en el terreno de la especulación‒ determinó toda una suerte de modificaciones de la primera a la segunda novela. Si algo caracterizaba a la manera en que Apocalipsis Z estaba escrita era el diario. Más apropiado para el medio original en que fue concebida, el blog, la redacción al estilo de diario le permitía ir organizando las entradas de forma cronológica. Esto condicionaba en muchos momentos el ritmo de la novela, porque todo lo que se contaba se hacía a posteriori, en el sosiego de un descanso, lo que nos confirmaba que su protagonista había salido airoso, incluso de las situaciones más comprometidas ‒algo que, por otra parte, no es demasiado difícil de imaginar‒. Supongo que al publicar con Plaza & Janés Loureiro optó por una forma menos arriesgada de narrar y optó por un punto intermedio, el narrador en primera persona, aunque tampoco deje de usar la tercera persona. Así la narración perdía parte de su esencia original pero a cambio se permitía la posibilidad de ofrecer el punto de vista de diferentes personajes. Algo así como pasar de grabar REC cámara en mano a hacerlo como si fuera una película como otra cualquiera.

   La historia de Los días oscuros continúa en el punto exacto donde la dejó su predecesora, con el añadido de una breve recopilación, a modo de comienzo de temporada de una serie, por si acaso no hemos leído el primer libro. Después de haber sobrevivido a todo tipo de desgracias y vicisitudes, Manel, Viktor, Lucía, Sor Cecilia y, por supuesto, Lúculo se dirigen a las Islas Canarias, el único lugar que consideran seguro, aunque no tardarán en descubrir que ese paraíso libre de zombis tampoco es lo que parece. Loureiro ha conseguido que su narración no pierda frescura pese al cambio radical de estilo, que no es poco, pero a cambio son muchos los puntos argumentales que vuelven a repetirse con respecto a la primera novela. Vuelve a aparecer el helicóptero, el hospital como lugar central en el que se desarrolla la trama o las situaciones límite que se resuelven en el último momento por un golpe de suerte ‒me pregunto si es posible tener tanta suerte‒. Por ello, las expectativas del lector que se acerca esperando encontrar algo nuevo no se ven satisfechas por completo.

   Para colmo Loureiro ha optado por uno de los modos de narrar más convencionales posibles: dos tramas paralelas, una de Manel y Viktor en Madrid y otra de Lucía y Sor Cecilia en Tenerife, que se van alternando en capítulos independientes. Cada capítulo acaba en un momento climático, interrumpido por la historia paralela, a modo de aliciente para seguir leyendo. El problema es que tanto la historia que protagoniza Lucía como otras tramas secundarias que se han metido para rellenar no consiguen convencer y hacen que el lector pierda interés por momentos.

   Lo que sí es muy de agradecer es que Loureiro haya introducido pequeñas dosis de humor en la historia, que demuestran funcionar bien en el género zombi. El hecho de que los personajes se encuentren en un fuego cruzado entre humanos, en una especie de guerra civil entre republicanos y monárquicos, siendo estos últimos los «froilos», representados por Felipe Juan Froilán, el último Borbon vivo. Aunque darle tanto peso a esta idea en la narración acaba por hacer aguas. Eso sí, una de las ideas recurrentes en las novelas de zombis es que al final el peor enemigo del ser humano no es el zombi sino el propio ser humano, lo que acaba por confirmarse en el desenlace de la novela. Un final completamente abierto que da pie a una continuación, como en efecto ocurrió, aunque esa es ya otra historia.

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