Aunque en la campaña publicitaria se presente Mi papa estuvo en la selva como el primer libro que después de leerlo se planta en realidad no es así. La idea del libro que se planta no es nueva. Ya la puso en práctica allá por 2010 James Kaelan en su libro de relatos We´re getting on, publicado de forma cien por cien ecológica por la editorial independiente Flatmancrooked. Si bien, el no ser el primero no desmerece para nada la originalidad de esta campaña de concienciación en defensa del medio ambiente titulada «El libro que se planta» y lanzada por la editorial argentina de libros para niños Pequeño Editor.
Como en el caso de We´re getting on, el libro, una reedición del libro infantil Mi papá estuvo en la selva de Anne Decis y Gusti que se publicó hace algunos años con bastante éxito, ha sido editado con materiales cien por cien ecológicos y biodegradables e incluye unas cuantas semillas, de manera que después de leerlo se pueda plantar y pasado un tiempo se convierta en un árbol. Su historia narra desde la voz de un niño, llena de ingenuidad y humor, un viaje real a la selva ecuatoriana. La idea es invertir el orden normal, del árbol al libro, para sacar un árbol del libro y así devolverle a la naturaleza lo que se sacó de ella.
El ejemplar es una edición especial que no está a la venta y que ha sido repartida entre algunas librerías de Buenos Aires, que lo expusieron en un terrario para que el público pudiera ver cómo germinaba. En el vídeo de presentación de la campaña puedes verlo con más detalle.
Personalmente me recuerda a la campaña que hace unos años sacó la editorial Eterna Cadencia cuando publicó el libro que se autodestruye. Una pequeña editorial argentina que tira unos cuantos ejemplares únicos para una campaña de concienciación ‒en aquel caso fue para fomentar la lectura‒.
[…]
[El jacarandá elevaba espuma
hecha de resplandores transmarinos,
la araucaria de lanzas erizadas
era la magnitud contra la nieve,
el primordial árbol caoba
desde su copa destilaba sangre,
y al Sur de los alerces,
el árbol trueno, el árbol rojo,
el árbol de la espina, el árbol madre,
el ceibo bermellón, el árbol caucho,
eran volumen terrenal, sonido,
eran territoriales existencias.
[…]
(Vegetaciones, Pablo Neruda)
Celebro el aspecto de concienciación que contienen las referencias que aportas, pero pienso que el mejor árbol no es el que se planta para reemplazar al libro que su día se nutrió de él, sino el que no necesita ser cortado. Porque la solución ya se ha hecho presente y está ante nosotros desde hace pocos años, aunque no se ponga remedio a ese crimen constante contra la más noble y primitiva de las formas de vida, en parte por el imperio y la inercia de los intereses creados y en parte por la falta de perspectiva que comportan siempre los grandes cambios de paradigma.
Está claro que me refiero al advenimiento del libro electrónico. Sí, ya sé, ya sé, nada como el libro tradicional, porque está su tacto y la caricia para el oído al pasar una nueva hoja y el aroma del papel y la ilustración de la cubierta y la personalidad del Ex libris y. Seguramente se dijo algo semejante cuando hubo que abandonar los rollos de pergamino: qué pena, decir adiós a ese olor a piel y al delicado rumor producido al desplegar el rollo, y a la elegancia de las varillas de soporte y a tantas más cosas que ahora no imaginamos. Por no hablar de la renuncia en su día al papiro, con su evocación del aroma de las plantas del Nilo, y sus estuches rojos y la herencia que nos ha dejado como llevar en su nombre el origen de la palabra papel.
Ya existen lectores (e-Readers) que aportan mejoras en muchos aspectos. Los que funcionan con pantalla refractiva son para la vista el equivalente al libro convencional, en el sentido de que se lee con la ayuda de la luz externa. El libro puede dejarse abierto en una página sin que ello signifique consumo de energía en absoluto. Algunos disponen a la vez de la posibilidad de emplear retroiluminación, para el caso en que no haya luz ambiental y se prefiera prescindir del auxilio de una lámpara. Poder cambiar el tamaño de letra es una bendición para muchas personas, a las que les resultan inaccesibles los libros con letra menuda. Y hay más: basta con apoyar la yema del dedo en una palabra para que el diccionario la describa de inmediato, con una posible ampliación enciclopédica si se quiere (en apps de “tablets” se tiene acceso inmediato a la pronunciación y a la traducción, lo que ayuda si se lee en un idioma distinto al nuestro). Y ya he dicho bastante, que esto va pareciendo más un párrafo publicitario.
Como se señala en el inicio del vídeo que ofreces, en Argentina se consumen más de 45 millones de hojas de libros al día, y cabe que no se esté incluyendo la prensa escrita. Según Greenpeace,
http://www.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/other/el-papel.pdf
el consumo de papel en España del año 2002 fue de 170 kilos por habitante y año, cifra que se queda corta comparada con lo que gastaban en esas fechas en el Reino Unido y en Alemania. Extendido al mundo entero eso es menos oxígeno cada día y más dióxido de carbono, que dicen que es cosa mala.
Creo que los libros en papel seguirán acompañándonos durante un tiempo más o menos dilatado, porque no se rompe tajantemente con los amigos de siempre. Ahí seguirán en las estanterías de nuestras casas, porque se nos desgarraría el corazón si los echáramos a la calle. Yo mismo todavía vierto lágrimas pensando en unas tablas de logaritmos que tiré pensando en que ya no las necesitaría más; y así fue, pero lo que no calculé es que el dedo acusador de la nostalgia me perseguiría a través de los años.
Pero el tiempo discurre implacable y las nuevas generaciones que no hayan tenido tanto trato con el papel no serán tan sensibles a esa ruptura, y el libro de papel tendrá su refugio en bibliotecas que harán la función de museos.
Eso es lo que creo, claro está. Los que estén disconformes no tienen motivo de preocupación, porque si por algo me distingo es por fallar en todas mis predicciones.
Estoy de acuerdo con la mayor parte de tu planteamiento. Es indudable que los libros electrónicos han supuesto infinidad de ventajas sobre los tradicionales libros de papel pero creo que son dos modelos que pueden convivir perfectamente. No sé si algún día llegará ese momento en que dejará de editarse por completo en papel y solo se hará únicamente en formato digital. Pero creo que usar libros electrónicos ya reduce la cantidad de papel que se gasta, lo cual no deja de ser un éxito. Por otra parte, como también señalas, gran parte del problema está no en los libros sino en esos otros productos que también utilizan papel, y no hablo solo de los periódicos. El año pasado (o el anterior, no lo recuerdo) el libro que más tiradas sacó a nivel mundial fue el catálogo de Ikea. Y digo libro porque por su grosor bien podría ser un libro. También se gasta mucho papel en este tipo de estrategias de marketing, y esto con el tiempo sí podría cambiar. Esperemos que así sea.
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