Imagina (por imaginar, no porque te haya ocurrido) que un día estás buscando en Internet algo como Propuestas de Unión Tasables Amistosas Seguras. Usaremos el acrónimo P.U.T.A.S. Total, que te encuentras en Internet buscando P.U.T.A.S cuando das con una magnífica web ucraniana para tipos como tú. Ya sabes, de una atractiva redondez y flacidez lechosa remarcable. Ese tipo de tíos que lo pasan mal al montarse en el metro debido al aluvión de miradas.

Pavel Petel

   En la página web, y previo pago de un mogollón de dinero, te aseguran que una adorable ucraniana se enamorará de ti. Lo cierto es que tú no te crees esa publicidad (y, por otro lado no la necesitas, porque estás casado) de modo que cierras la ventana.

   Pero ocurre que un día cualquiera, tu hijo Rob (me ha parecido cojonuda la idea de que un niño inocente llamado Rob reciba spam de prostitutas), jugando en tu ordenador, recibe spam de prostitutas (sorpresa). En ese momento, tu mujer, probablemente de mal genio, te hará todo tipo de preguntas al respecto. Como, por ejemplo, en qué puñetas estabas pensando al buscar ese tipo de contenido en el ordenador familiar al que todo el mundo tiene acceso.

La excusa perfecta

   Ser escritor te brinda la excusa perfecta para entrar en cualquier parte o hacer, al menos en teoría, cualquier cosa.

   Me estaba documentando.

   Pues ya está. Si se estaba documentando, dejemos que se la machaque como un mono frente a la pantalla o que busque el frío amor ucraniano en páginas poco convencionales. O que aparezca borracho un día cualquiera a las tantas de la madrugada, intente escalar una montaña a pesar de su baja condición física, trate de vivir rodeado de mendigos, dedicarse a comer solo fruta o trate de vivir durante varias semanas con una familia de perros vagabundos.

   Lo cierto es que pocas profesiones tienen la flexibilidad delirante de la de un escritor. Si un escritor se va de viaje, por ejemplo, con sus amigos, y les plantea que le dejen totalmente solo en la habitación de hotel para trabajar, ellos accederán encantados porque se siente inspirado. Es algo que me ha ocurrido personalmente. Que es una magnífica excusa para tener un rato tranquilo de mirar por la ventana, uno de varias horas.

   Del mismo modo, si en el mismo viaje el escritor decide hacer turismo de catedrales, los amigos le dejarán tranquilo.

   ―Me estoy documentando ―dirá el escritor, y los amigos pasarán por alto sus absurdos caprichos.

   La documentación es un punto importantísimo en la búsqueda no solo de la veracidad del texto, sino en la inspiración. No es igual escribir sobre la Edad Media en un ordenador que en una libreta mientras pasas frío al raso junto al muro de una antigua ciudad medieval. Supongo que es por eso por lo que un escritor puede hacer muchas veces lo que le salga de la… Al igual que los ricos locos (llamados excéntricos para diferenciarlos de los locos pobres), los escritores tienen un aura de misterio y locura que parece conceder todo tipo de situaciones.

   Hace unos días leí que Honoré de Balzac bebía 50 cafés diarios. No estoy muy seguro de la veracidad médica de la afirmación, dado que con tres cafés alguno nos subimos por las paredes. Pero aunque la información haya sido poco a poco desfigurada y, en vez de 50, fuesen 20, me sigue pareciendo una barbaridad. Por supuesto, porque no soy yo el que lo hace. Recuerdo que, hace dos semanas, el puente pasado (creo que lo llaman Semana Santa) me recluí en mi cuarto a trabajar y apenas sí salía unas pocas horas a ducharme y a comer. El resto del tiempo, cerca de 16 horas diarias, las dedicaba a escribir. Nadie me ha dicho todavía nada, simplemente han entendido que, como escritor, era algo que necesitaba hacer.

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   Me pregunto si el resto de escritores que lean esto se sentirán identificados de algún modo, si perciben que sus manías o comportamientos absurdos, erráticos, a veces ofensivos o violentos, son tratados de un modo diferente a si lo hiciese otra persona que no practicase la escritura.

   Si me vais a preguntar por la foto: yo solo trabajo aquí.

En La Piedra de Sísifo | ¿Es alguien más atractivo por llevar un libro?

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