Ante la idea de programas informáticos escribiendo textos uno suele pensar en el spam que nos inunda la bandeja de correo no deseado con surrealistas mensajes que nos ofrecen cantidades indecentes de dinero. En experimentos más o menos afortunados que la mayor parte de las veces tratan de remedar un determinado estilo literario para parodiarlo. O, como mucho, en intentos que todavía parecen lejos de dar frutos, como el de NaNoGenMo, la versión de NaNoWriMo para programadores que buscan un software que sea capaz de escribir una novela que pueda engañar a los lectores haciéndoles pensar que ha sido escrita por un ser humano. De momento nada, al fin y al cabo, en lo que no podamos reconocer la huella de la máquina.
Sin embargo, según el diario The New York Times «una cantidad sorprendente de lo que leemos a diario no está escrito por seres humanos sino por algoritmos informáticos». Ya está pasando y ni siquiera nos hemos dado cuenta, quizá porque nos hemos obscecado en pensar que o bien sería evidente o bien los intentos por engañarnos se limitarían al terreno de lo estrictamente literario.
Es verdad que de momento uno no puede pedirle a este tipo de textos que posean un estilo propio e inconfundible, pero a decir verdad cumplen con su función. Ya se han usado con excelentes resultados, por ejemplo, en textos periodísticos para informar de terremotos. Basta con volcar los datos sobre el terremoto en cuestión en una plantilla prediseñada y el algoritmo permitirá a cualquier diario ser el primero en publicar la noticia. El resultado final prácticamente podría pasar por un test de Turing lector y hacernos pensar que ha sido escrito por un ser humano.
Para poner a prueba nuestra capacidad para distinguir textos escritos por algoritmos de otros escritos por personas The New York Times ha desarrollado un sencillo juego ‒en inglés, claro está‒ en el que hay que decidir quién es el autor, humano o máquina, de cada fragmento. Puede que de momento no sea tan complicado, y puede que ninguno de los textos escritos por ordenadores sean merecedores del Pulitzer, pero con test como el que propone The New York Times cada vez parece más verosímil pensar que esta tecnología, que a día de hoy todavía está en pañales, sea capaz de desarrollar algún día no muy lejano un estilo literario idéntico al humano.
Buenas tardes… Me niego a creerlo y me horroriza pensar en ello. No quiero creer que ninguna maldita máquina logrará sustituir la capacidad del ser humano para expresarse (y menos líricamente, podrán rimar pero sus rimas serán vacías. Lo creo firmemente). Quizá no pueda demostrar su imposibilidad y tal vez nadie, excepto yo, crea que es imposible; pero, sin duda, nadie me convencerá de que el ser humano es único a la hora de escoger las palabras y de utilizarlas del modo extraordinario en que lo ha venido haciendo a lo largo de su historia. Las máquinas podrán imitar y basar sus nuevos textos en otros ya existentes, pero dudo que sean capaces de amar, odiar y soñar como seres humanos y, por lo tanto, de expresarse como si lo hicieran y un lector humano detectará el fallo porque ama, odia y sueña (salvo que no sea demasiado humano…) Gracias. Un saludo.
Creo que el problema es que partimos de conceptos de la literatura sustancialmente distintos. Para mí un texto que exprese amor u odio no es un texto que tenga amor u odio. Son solo palabras combinadas con habilidad y capaces de hacer sentir esos sentimientos en el lector. Decía Pessoa que el poeta es un fingidor, y siempre he creído que eso es lo que son los grandes escritores, grandes fingidores. No hace falta que sientan nada, solo necesitan saber cómo crear esos sentimientos en los lectores. De la misma manera, no hace falta que una máquina sienta nada (que por supuesto es algo imposible, no sé si en un futuro muy lejano pero desde luego ahora lo es), pero si consigue combinar las palabras de tal manera que cree «sensación de», entonces lo habrá conseguido.
Yo también pienso que el ser humano es capaz de crear todo tipo de mundos y plasmarlo en muy distintos textos: hacer que pase por real lo ficticio y ficcionar cuanta realidad conoce. El escritor de carne y hueso sí, no así la máquina. La literatura no son sólo palabras ni una buena combinación de algoritmos estandarizados. No quiero creer que los seres humanos seremos incapaces de discernir entre artículos de un noticiario y otros de carácter personal porque no sabremos interpretar un texto más allá de su estructura. Y, por supuesto, no quiero llegar a saber que las máquinas ya pueden crear nuevas emociones (a raíz de otras que, una vez, fueron exclusivamente humanas) y ofrecernos entre las páginas de un libro un sustituto del alma. Si ello ocurre, el lenguaje del hombre para mí ya no significará nada.
Hice el test, y fallé en dos puntos:
5) porque «True love» consiguió hacerme pensar que esa trama estaba lo bastante bien hilvanada como para atribuirla a un humano.
7) seguramente porque, como sabía por la respuesta de 5) que el nivel de redacción mediante algoritmos podía ser alto, opté por suponer que aquí teníamos otra vez un párrafo de «True love». Así que caí en la trampa.
Al poema de 3) sí le vi la patita de lobo. Esas dos «shade» están demasiado cercanas, y un «shadow» añade una cierta perturbación en un lugar no lo bastante alejado. Seguramente me ayudó el recordar que padecía el mismo vicio un programa de ordenador que diseñé hace tiempo a petición de un amigo, empeñado en fabricar artificialmente poemas, al menos al estilo de la escuela dadaísta. Como hubo que ir con prisas (los dichosos editores), dio poco tiempo a crear los diccionarios de gramáticas (gramáticas formales de Chomsky, con recursividad incluida, lo que garantizaba de paso las concordancias de género, número y caso) y de palabras. Los resultados eran a veces tolerables:
«Los ángeles se retuercen
rozando tus vacíos hirientes
y en tu cerebro el loco espera
y la esperanza se despierta
y la llama agoniza
y la playa se quema
como antes.
¡Oh! cómo recuerdo las áureas nubes,
bajo las rutas de mi embriaguez
para siempre heridas.
Galopan por los cauces tus gritos,
mirando lejos las vejadas esperanzas…»
(versos disparatados, de acuerdo, pero no se comparan mal con lo que se obtenía en su tiempo del sombrero con recortes de prensa de Tristan Tzara y compañeros).
Volviendo al test, reconozco que «True love» incursiona no sin dignidad en el nivel semántico, que en principio creo inaccesible de modo pleno para un ordenador de diseño actual (paradigmas de la máquina universal de Turing, con la obligada limitación física). Quiero suponer que esa coherencia que se da en el punto 5) no va mucho más lejos del ámbito de alcance de los párrafos. Estoy de acuerdo con lo que dice Rachael, y si me creo capaz trataré de aportar mis razones en otro comentario.
Desde luego cuando se presentó «True Love» se hizo como la primera vez que se consigue una novela escrita por un programa informático que parece haberla hecho un ser humano. Y hasta ahí puedo decir, porque no he leído la novela. De cualquier forma, estamos en la época de los tanteos, quién sabe de qué será capaz un programa de aquí a varias décadas. Nadie hubiera dicho hace varias décadas atrás que un ordenador hubiera sido capaz de escribir poemas dadaístas, por muy poco sentido que tengan los resultados. Y sin embargo se consiguió.
A mí esto me encanta, como ya sabes. Me interesa mucho saber qué pensará un cerebro «positrónico», qué le pasará por la cabeza a una máquina lo suficientemente complicada. Aunque temo que nos demos de bruces contra otro tipo de consciencia que no tenga muchos más datos que nosotros y, que aunque nos ayude a filosofar, partirá del mismo lugar que nosotros en cuanto a pensamiento. Eso sería tremendamente frustrante…
Imagina la IA más inteligente del mundo, totalmente incapaz de expresar (al igual que los humanos) sus emociones o pensamientos de un modo coherente.
Te pego esto, con lo que podrías sacar otros tantos post de este estilo:
http://www.blindtextgenerator.com/es
Hola, Marcos. Me parece que BLINDTEXTGENERATOR, del enlace que brindas, no genera texto «al estilo de» los autores de entre los cuales da a elegir, sino que toma sin más fragmentos de texto de los mismos, porque lo único que pretende es aportar relleno no comprometido para páginas web. Así, el texto de El Quijote está tomado sin más del capítulo 18, el de Kafka es del comienzo de su Metamorfosis, y el de «Las desventuras del Joven Werther» creo que es de la carta del 10 de mayo, del Libro I.
Quiero decir que como genuino generador de textos esa aplicación no parece muy representativa. Hasta ahora lo más espectacular parece ser el dichoso «Amor verdadero» ruso, aunque sospecho que si se levanta la tapa del programa generador encontraríamos desde luego mucho ingenio pero a la vez mucha trampa. Sería interesante poderse hacer con esa novela y con las explicaciones del autor o autores del experimento.