Tras el genial artículo con el que Daniel González partió la semana pasada en dos, mi mente me ha obligado a escribir este artículo-respuesta-complemento. Se trata, por tanto, de un acto totalmente involuntario con el que no tengo nada que ver, similar a un tic nervioso estructurado en palabras y párrafos. Espero que, pronto, alguien invente una cura.

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   Daniel definió un episodio botella partiendo de la dinámica del poco presupuesto, que condiciona uno o varios capítulos a escenarios muy pequeños, poco variados y con personajes limitados. Esto, que se puede observar en todas las series de televisión que existen, también es aplicable a las películas.

   Porque, ¿qué hace un director cuando no tiene presupuesto para la siguiente película? ¿Y si no me financian? ¿Y si no tengo los medios para rodar viajando de un lado a otro? En ese caso surgen las películas botella, un término que he reciclado y ampliado a los largometrajes.

   Existen numerosas películas que, con un escenario mínimo, cuentan una historia completa. Uno de los ejemplos que más me gusta es la historia de creencias, profesionalidad y valores oculta tras El pez gordo. En esta película, cuyo final llevo siempre en el teléfono móvil en forma de mp3 (tranquilos, el final no es ningún spoiler, podéis verlo y escucharlo sin problema). El film, que transcurre en su mayor parte en la sala de un hotel, trata sobre una serie de conversaciones entre tres personajes, donde Danny DeVito, Kevin Spacey y Peter Facinelli se formulan preguntas sobre la vida. Preguntas que todos nos hacemos, y que nos ayuda a meditar sobre el camino que hemos tomado.

   Justo tras esta en profundidad, pero a la cabeza en diversión, está (para mí), Sleuth o La huella. Pero la versión de 2007, en la que Jude Law interpreta a Milo, el actual novio de la mujer de Andrew (interpretado por Michael Caine). Andrew no desea ver a Milo con la que sigue siendo su mujer, y se niega a otorgar el divorcio a menos que Milo robe unas joyas. Cómica, acelerada y medio loca, casi toda la película transcurre en una sola casa, un plató bastante pequeño.

   Pero no tan pequeño como The Exam, una película que transcurre en una sala que da a un pasillo y que cuenta con nueve mesas y diez actores (uno de los cuales solo tartamudea unas pocas palabras y otro no habla en toda la película). Sin embargo, dentro de esa sala se plasma el presente de una realidad en la que se percibe la tensión de una pandemia mundial, el ansia de poder y la estrategia de la mente humana cuando nos hacen competir unos contra otros.

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   Hay cientos, de las que todos conocemos Buried, La ventana indiscreta, La cabina, El submarino, La habitación del pánico,… por mencionar algunas. Estas películas botella, tanto si su objetivo era ahorrar capital como si era transgredir algún género, cuentan con el problema de necesitar un guion perfectamente ajustado que debe apoyarse en las conversaciones.

   Es por eso que estoy enamorado desde hace años a las películas botellas, sin saber que podían clasificarse como tales. Y uno de los films que más enganchado me tiene (siempre en su versión original) es Carnage. Divertida, delirante y cambiante usando tan solo dos habitaciones como plató. Creo que este tipo de cine tiene mucho que enseñarnos.

   En La Piedra de Sísifo | La libertad del escritor para hacer lo que le salga de los…

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