Quimera 322

Quimera 322

   Quienes frecuenten La piedra de Sísifo conocerán mi gusto por el engaño y la broma literaria. Muchos autores clásicos las cometieron: Jonathan Swift, Edgar Allan Poe, Mark Twain ‒que las daba y las recibía‒, Conan Doyle o Virginia Woolf. Y también las hay que ponen en evidencia el funcionamiento del sistema editorial o de los bestseller como producto literario ‒aquí y aquí‒. Sin embargo, hasta el momento no había hecho ninguna referencia a la literatura castellana. ¿Es que los autores que escriben en nuestra lengua no tienen el sentido del humor o no son lo suficientemente gamberros como para ir tomando el pelo a la gente? Muy al contrario, una de las falsificaciones más elaboradas de la historia de la literatura ha sido obra de un autor español ‒cordobés, para más señas‒, con el mérito añadido de que la broma en cuestión tuvo lugar en 2010, ayer como quien dice, en una época en la que el exceso de información nos hace sentirnos de vuelta de todo y, en consecuencia, inmunes al engaño.

   En septiembre de ese año Vicente Luis Mora, que ese es el escritor en cuestión, perpetró uno de los engaños más tremendos de la última década: redactar íntegramente el número 322 de la revista Quimera, dedicado al tema «Literatura y falsificación», suplantando a algunos de sus colaboradores habituales e inventándose firmas apócrifas. El poeta lo aclararía poco después en su blog con estas palabras: «Sí, es cierto, lo confieso: he redactado el último número de la revista Quimera, el 322, correspondiente al mes de septiembre, desde la primera línea hasta la última, a través de 22 seudónimos y varios nombres reales que se han dejado usurpar por mí».

   La idea de que una sola persona escriba una revista entera en principio no parece nada del otro mundo, por muy literaria que sea, pero en el momento en que se analiza más en profundidad se descubre que el engaño tiene su miga. El proyecto surge en octubre de 2009, casi un año antes, y desde el momento en que la dirección de Quimera dio el visto bueno a la gamberrada Vicente Luis comenzó un arduo trabajo que le llevó unos siete meses hasta completar el número. Meses en los que tuvo que preparar temas, inventar colaboradores ‒con sus seudónimos, sus biografías, su estilo personal‒ y títulos de libros ‒de los que entresacó citas y poemas también apócrifos‒, tomar fotografías ambiguas para ilustrarlo todo, idear tramas, traducciones, editoriales, críticos, escritores, especialistas, biógrafos, etc. Todo, absolutamente todo, debía ser inventado y tenía que hacerlo en el más absoluto de los secretos para que no se descubriera el pastel. Incluso en la suplantación de colaboradores habituales Vicente Luis tenía que conseguir plagiar el estilo característico de cada uno de ellos. Hasta el más mínimo detalle debía ser creíble.

   Si bien es cierto que Vicente Luis no es el primero en hacer este tipo de falsificaciones, con antecedentes como los Folletos literarios de Leopoldo Alas Clarín, sí es la primera vez que se hace en una publicación de primer nivel, con una proyección nacional e internacional de peso en el panorama literario y cultural. Después de todo estamos hablando de una revista por la que han pasado premios Nobel como José Saramago, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Camilo José Cela, Gabriel García Márquez y Günter Grass; premios Cervantes como Jorge Luis Borges, Augusto Roa Bastos, Sergio Pitol, Guillermo Cabrera Infante, Antonio Gamoneda; premios Príncipe de Asturias como Carlos Fuentes o Augusto Monterroso, así como otros importantes escritores de proyección internacional como Juan Goytisolo, Milan Kundera, Raymond Carver, Mario Benedetti, Jean Genet, Susan Sontag o William Burroughs, entre otros. El listó era, por tanto, estratosférico.

   Los motivos que llevaron a Vicente Luis a cometer este engaño los explica el propio escritor en su blog. En esencia trataba de responder a la pregunta de cuál es el propósito de un escritor del siglo XXI y en qué puede consistir su tarea literaria. Como respuesta a esta pregunta el poeta concibió Quimera 322, una especie de crítica de la crítica, en un intento por «hacer literatura en todos aquellos lugares que sea posible». Más que una revista este ensayo es un libro sobre la falsificación a través de una falsificación. Una metafalsificación, en definitiva, que fue descrita por su autor como «lo único decente que he escrito en mi vida».

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