Muchas de las propuestas que tratan de convertir los libros en objetos artísticos no son bien recibidas por los lectores porque en gran medida implican desacralizarlo como objeto físico, llegando al extremo de destrozarlo en determinados casos. Un ejemplo serían las esculturas libro, a las que me he referido en varias ocasiones y que conllevan una destrucción, cuanto menos parcial, de los libros, o dicho con otras palabras, un deterioro que posibilita su transformación en obra de arte. Un planteamiento quizá no tan destructivo pero sí igualmente irreverente es el del artista francés Yves Duranthon, que ha unido libros, arte y deporte en una demencial performance llamada Bookfighting.
Aunque la similitud de nombres pueda prestarse a error, conviene no confundir el Bookfighting con el Luchalibro. En este último el combate es puramente verbal, a base de improvisaciones literarias, sin llegar a las manos, al menos si uno no quiere incumplir las normas del encuentro. El Bookfighting, en cambio, es una pelea en el sentido más físico del término. Durante cinco horas los contendientes, encerrados en una jaula, se arrojan libros unos a otros por turnos tratando de anotar puntos, siguiendo unas normas que recuerdan vagamente al balón prisionero.
Según Duranthon, se le ocurrió la idea del Bookfighting en 2009, después de leer un cómic de Yuichi Yokoyama llamado Combats, donde un grupo de Samurais atacan el personaje principal, que se refugia en una biblioteca y se defiende lanzando libros contra ellos. Además afirma tener influencias de algunas de las corrientes literarias y artísticas más rupturistas e irreverentes como el dadaísmo y el surrealismo. Al igual que estos movimientos, la idea de Duranthon pretende reflejar e impulsar un cambio cultural en el que el libro ha perdido por completo su halo de objeto sagrado o respetado, lo que ha llevado a algunos amantes de los libros a comparar el Bookfighting con las quemas de libros.
Pero lo cierto es que lo que empezó siendo un juego entre varios amigos ha terminado convertido en campeonato mundial celebrado en el sótano del Palais de Tokyo. Solo el tiempo dirá si el Bookfighting se convierte en una excentricidad artística o en un evento consolidado.
De cualquier modo, y esto es ya una opinión personal, ya puestos a lanzarse algo, qué mejor que sea un libro que cualquier otra cosa. Si es que ya decía yo que los libros pueden hacer mucho daño.
A veces me sorprende comprobar lo antiguo que soy. Acaba de ocurrirme ahora porque, así de repente, he sentido tristeza al pensar en el poco respeto y cariño por los libros que esa diversión que publicas implica. Para compensar, y aunque seguramente sea muy conocida, aquí va esta pequeña contribución no muy distante
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A mí también me recordó exactamente a eso.
Buenas tardes… Desde luego, siempre será más probable lanzar un libro que cualquier otro objeto; pero, sin lugar a dudas, resulta cuando menos una conducta histérica responder de ese modo a un agravio. Lo que no alcanzo a comprender es que se haya buscado una causa lógica, una argumentación supuestamente razonada al vil acto de arrojar libros a nadie. ¡Me parecen unos desalmados y bien podrían haberlo justificarlo alegando que lo de lanzarse piedras ya estaba muy visto, que habría sido igual y hasta más creíble! No puedo dejar de mirar la pila de libros y pensar en arrojar a los propios «jugadores» de la barbarie a una jaula llena de chimpancés que es donde verdaderamente hallarían mayor satisfacción a la hora de realizar su empresa (y sin libros, claro). Gracias. Un saludo.
Uno de los libros esgrimidos parece ser L’Étranger de Camus, quizás la edición de Gallimard del 72, colección ‘folio’. Imagina que te da con la primera página abierta: «Aujourd’hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas.» El inicio de la novela no puede ser más contundente. Si el que recibe el golpe del libro sabe leer, puede quedar seriamente herido. Somos muchos los que no nos hemos recuperado nunca de esa filosofía de la nada.
¡Es cierto, la obra que sostiene en la mano la persona de la imagen n.º 3 es nada menos que la L´Étranger! Y, sin embargo, se considera arte e ir contra ello no sólo puede llegar a convertirnos a ojos de otros en antiguos, sino en personas tal vez incapaces de apreciar la obra que se nos muestra, pues te advierto que puede ocasionar en más de un «espíritu sensible» mayor rechazo que la «demencial performance». Gracias, Hicsuntdracones por pensar de este modo (y por tu atenta mirada). Me siento mejor sabiendo que hay gente como tú en el mundo. Un saludo.
Vale, te reconozco que usar El extranjero de Camus no se corresponde exactamente a lo que hablábamos ayer por Twitter, pero incluso así sigo manteniendo que defiendo el uso de los libros para cosas distintas a la lectura.
Y siempre será mejor ser golpeado por existencialismo francés que por el último best seller de turno.
Ser golpeado, a mi parecer, es una ofensa que no entra dentro de ninguna escala de valores: no es ni peor ni mejor, independientemente del modo en que se haga. Estoy de acuerdo contigo en cuanto a la utilización de los libros para cosas distintas a la lectura. Recuerdo que hablaste de enciclopedias en desuso y otra clase de libros que ya no tienen salida. Es verdad, esos libros pueden tener mejor vida como obra de arte, por extraña que ésta sea, o servir como juego u otra cosa que se estime oportuna. No obstante, esto de arrojar libros que no están en mal estado y que además son lecturas, algunas de ellas, -permíteme el atrevimiento- indispensables, me parece un desastre en toda regla. Es sólo una opinión.
Bueno, lo de ser golpeado por un best seller lo decía en plan de broma. ¿Y qué opinas del artículo que le dediqué al dominó de libros? Creo que no siempre es fácil establecer la frontera entre lo que se puede y no se puede hacer con un libro, pero si no tenemos la mente abierta a veces podemos caer en fundamentalismos. Es mi opinión.