Con Apocalipsis Z: La ira de los Justos, publicado una vez más por Plaza & Janés, Manel Loureiro pone fin a la trilogía, iniciada con Apocalipsis Z y continuada con Apocalipsis Z: Los días oscuros, que puso de moda el género zombi en España, lo que no es decir poco. Como tampoco es decir poco que empieces escribiendo sin demasiadas pretensiones en un blog y que acabes publicando, en unos escasos cinco años, con Planeta. Ahora bien, ¿hasta qué punto la obra de Loureiro sostiene este espectacular ascenso? ¿Merece tanto la pena la trilogía de Apocalisis Z, sobre todo teniendo en cuenta que actualmente existen decenas de novelas sobre zombis?
Hay que empezar diciendo que La ira de los Justos conecta con el final de Los días oscuros. Manel, Viktor, Ana y Lúculo acaban de escapar de las Islas Canarias en un pequeño velero sin rumbo definido. Perdidos en medio del mar, durante innumerables ‒y pesadas‒ páginas tienen que hacer frente a un monstruoso huracán al que, contra toda lógica, sobreviven. Esa va a ser la tónica de esta novela: poner a los personajes en situaciones límite y cuando parece que ya está todo perdido, dar un brusco giro final para resolver la escena, la mayor parte de las veces por un fortuito golpe de suerte. Cuando ya todo parece perdido los protagonistas son rescatados por un gigantesco petrolero, en el que los reciben unos norteamericanos que no parecen haber sufrido los estragos de la epidemia, en perfecto estado. El capitán les informa que se dirigen a la República Cristiana de Gulfport, en Mississippi, un lugar regentado por el Reverendo Greene, donde se espera el Segundo Advenimiento de Cristo.
Si en la novela anterior Loureiro ya insinuaba que más que los zombis el peor enemigo del ser humano es el propio ser humano, en esta nueva entrega desarrolla esta idea hasta sus últimas consecuencias. En un intento por diferenciarse de todo lo que llevaba escrito hasta ese momento ‒la primera y la segunda parte tenían demasiados puntos en común‒, Loureiro hace una apuesta arriesgada introduciendo el tema religioso, con otros componentes de la mano como el fanatismo, la discriminación o el racismo. Esto da pie a planteamientos éticos que no habían aparecido antes hasta ese momento: en un mundo apocalíptico los personajes se ven obligados a renunciar a su moral para vivir en la seguridad de un refugio.
Sin embargo, lejos de innovar, Loureiro decide finalizar su trilogía con una novela que cae dentro de todos los convencionalismos de los bestsellers. En primer lugar le da un protagonismo cada vez mayor al narrador omnisciente en tercera persona, seguramente para desarrollar con más libertad las escenas de acción. Porque, hay que reconocer, acción no le falta. De hecho, el protagonista se convierte en una especie de superhombre de acero capaz de sobrevivir a cualquier dificultad, incluso, en un paralelismo un tanto burdo con los trenes llenos de judíos del Holocausto, a un vagón repleto de zombis, o a un viaje sin apenas víveres por mitad del desierto.
Por otra parte, los tópicos del género se acentúan cada vez más. Los personajes caen en un maniqueísmo simplista, con buenos buenísimos capaces de sacrificarse a la más mínima oportunidad y malos malísimos, casi villanos de operetas, normalmente militares, por supuesto. Por lo menos hay que agradecer que, aunque no sea del todo creíble, el personaje de Lucía haya madurado, pasando de ser una princesa a una auténtica superviviente. Tampoco faltan las escenas de acción que abusan del suspense al final del capítulo para mantener la tensión del lector y que llevan a los personajes a situaciones resultas de manera inverosímil. Lo que no se le puede negar a Loureiro es que sepa manejar esos tópicos con acierto para articular una narración que por lo menos es entretenida.
Como cierre a una trilogía tan prometedora, La ira de los Justos no está a la altura de las expectativas. Lo que se espera de un escritor es que vaya mejorando en su quehacer y no al contrario. Hasta qué punto el pasar a publicar en una gran editorial puede coartar la libertad de un escritor es algo que habría que analizar en profundidad. No sé si es lo que ha pasado en el caso de Loureiro, pero desde luego tiene toda la pintura. A pesar de ello, no dejo de recomendar la lectura de La ira de los Justos, aunque sea a modo testimonial, por lo que ha significado en la historia de la literatura zombi en España. Algo así como el que recomienda El día de los muertos de George A. Romero.
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