Cabaret Biarritz de José C. Vales

Cabaret Biarritz de José C. Vales

   Determinados premios literarios, aunque no se pueda decir muy alto por si las moscas, suelen ser aval si no de extraordinaria calidad por lo menos de entretenimiento decente. Un axioma, irrefutable hasta cierto punto en el caso del Premio Nadal, que se confirma una vez más con la novela que se ha hecho con el codiciado galardón de este año, Cabaret Biarritz de José C. Vales, un truculento misterio ambientado en los años veinte con un toque ‒o dos, o tres‒ de humor inglés.

   Lo que más llama la atención, desde la primera página, es la forma en la que se construye la trama, a la manera de un intrincado rompecabezas polifónico. Eso sí, las piezas están todas: solo falta ir encajándolas. En el primer capítulo se establecen los cimientos de un recurso que hará las delicias de los más cervantinos: una variante del manuscrito hallado. A través de una introducción histórica, verosímil por estar complementada con abundante bibliografía, se nos presenta al periodista Georges Miet, un escritorzuelo de noveluchas cuyas señas más destacables son las de ser «artrítico, cojo y casi ciego», que recibe el encargo de escribir una «novela seria sobre los terribles y dramáticos sucesos acaecidos en Biarritz durante el verano de 1925» a raíz de la aparición del cadáver de una joven. Es el propio editor, transformado en personaje, quien nos informa que lo que tenemos en las manos es una una traducción de un libro escrito en francés sobre el trabajo de Miet.

   Para escribir lo que pretendía ser «la gran novela de Biarritz» Miet comenzará entre finales de los años treinta y principios de los cuarenta una serie de entrevistas a todas las personas que vivieron de cerca los hechos ocurridos en cuestión. Ahí es, precisamente, donde Vales demuestra su destreza como narrador. A pesar de ser el detonante y artífice del relato, Miet no aparece en ningún momento; el peso de la narración recae, en cambio, en la treintena de personajes que van desfilando por las páginas y construyendo el relato a través de sus testimonios. Como si encajaran las piezas de un puzle, cada uno de ellos dosifica y acumula la información ‒y la desinformación‒ de forma paulatina para generar la intriga.

   Lo más notable aquí, es la cantidad y variedad de registros que Vales es capaz de manejar, dotando a cada uno de ellos con una voz y una personalidad propias, inconfundibles. Es verdad que a veces cae en el estereotipo, pero los personajes están lejos de ser planos. Además, la galería de entrevistados es de lo más extravagante y divertido: desde un desastroso periodista o un fotógrafo que sobrevive gracias a la pornografía hasta un traficante de joyas de ideología fascista o un piloto de globo aerostático, pasando por un lanzador de cuchillos, una pintora cubista, una criada propensa al chismorreo, una calamitosa mártir o alguna que otra bailarina de prostíbulo.

   Es cierto que hay que transigir la minuciosidad de muchos de los testimonios como un pacto literario, pero no hay que olvidar que, aunque disfrazada de verosimilitud, esta no deja de ser una novela costumbrista. El hecho de que Vales se recree con minuciosidad en los detalles, describiendo ambientes que rayan en lo excesivo, lo indigno o lo ridículo, nos permite hacernos una visión de conjunto del Biarritz desenfrenado y fastuoso de los locos años veinte, una época, la de entreguerras, abarrotada de lujo y optimismo donde todo parecía lleno de posibilidades y nada se sentía incierto. Un mundo, también, rebosante de contrastes, en el que lo más exquisito y refinado no estaba reñido con los placeres más mundanos.

   Mención aparte merece todo el aparato de subtextos y notas a pie de página porque nos dan la clave para leer el libro como lo que es, la parodia salvaje de una investigación criminal en forma de estudio erudito. Quizá puedan parecer excesivas las 115 notas, por otra parte inevitables en una edición supuestamente crítica, pero más que informarnos de que se han eliminado pasajes que no tienen que ver con lo sucedido en Biarritz sirven para poner en marcha un ejercicio de imaginación que incide en el carácter lúdico y en la verosimilitud de la novela a partes iguales.

   Que el Premio Nadal suele ser garantía de novelas bien construidas es algo que se corrobora al leer Cabaret Biarritz. Llena de vitalidad, la historia de José C. Vales es además una propuesta muy refrescante de cara al verano. Aunque también se deja leer, no nos vamos a engañar, en otras épocas del año.

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