
Imagen | Talia Cohen
Nadie espera descubrir ser un pez dentro de un frasco, despertar un día y darse cuenta de que la realidad de su pecera es un pequeño espacio dentro de un espacio más grande que, no solo no conocía, sino al que no puede acceder.
El pez, dentro de su mundo pecera, avanza hacia un extremo, se da cuenta de la existencia de ese límite, y se da la vuelta. Algunas peceras o acuarios los suficientemente grandes les dan la impresión de ser infinitos. Para ellos el cristal es el final no solo de su mundo, sino de su universo. Más allá del cristal, no hay nada.
Pero tú, observando el pez, te das cuenta de su limitado cosmos, de lo encerrado que vive él, sin ser consciente de ello. Quizá, en alguna ocasión, algún pez se ha preguntado durante unos minutos “¿Qué habrá al otro lado?” así como un humano ha mirado algún punto situado a su alrededor y se habrá preguntado “¿Y si se puede salir de aquí, de este espacio sobre el que vivo?”.
El pez, que vive dentro del agua, necesita la pecera al igual que el ser humano necesita tres dimensiones sobre las que extenderse. El pez, dentro de la pecera, percibe la realidad a su manera. La luz, el sonido, la química del agua. Tú, en tu pecera, percibes otras diferentes.
Pero realicemos un repaso rápido. Tú, como humano, percibes la luz. Al menos, determinados tipos de luz. Los seres humanos percibimos el llamado espectro visible, al que habría que agregar la palabra “humano” detrás, ya que muchos animales pueden ver fuera de esa pequeña rendija de realidad. Gran variedad de insectos, pájaros y reptiles pueden ver en el ultravioleta, y muchos animales nocturnos ven en infrarrojos. Para ellos, tú estás ciego.
Además de la luz, percibes el sonido (o eso dices tú). La percepción sonora, comparada con el resto de los animales, es realmente mala en los humanos, los que estamos prácticamente sordos en comparación con el reino animal.
Del gusto y olfato, teniendo a los perros a nuestro lado en la vida, mejor ni hablamos. Ellos son capaces de saborear un olor a cientos de metros de distancia, y mucha gente tiene problemas para distinguir entre refrescos de distintas marcas.
Con respecto al tacto, lo único que se puede decir es que nuestro sentido del tacto es francamente deficiente en comparación con una gran variedad de animales.
Entonces, ¿estamos a la cabeza de algo en lo que a sentidos se refiere? Pues no. Ni de cerca. La realidad que percibimos, nuestro umwelt, es del todo menos realista. En esencia, nos hemos dado cuenta de que somos animales ciegos, sordos, anósmicos, ageúsicos y prácticamente no sentimos nada a través de la piel.
Y, sin embargo, afirmamos y discutimos la realidad como si de verdad fuésemos capaces de verla. Discutimos la realidad como si el cristal que nos encierra y que no vemos no estuviese allí. Tomamos las decisiones en base a unos parámetros que otros animales considerarían totalmente descabellados.
Imagina que te encuentras a una persona ciega que insiste en correr un maratón sin ningún tipo de ayuda externa: ni personas, ni tecnología de apoyo. Ahora quítale el resto de los sentidos. Eso es, en esencia, un ser humano.
Bienvenido a la realidad 😉
Me gustan los temas que tratas. Esto lo acabo de leer porque hemos coincidido en una etiqueta. Un placer coincidir.