
Fotografía | Willi Heidelbach
Gran parte de las personas a las que se les conocen frases hicieron algo más que decir esas frases en algún momento de su vida. Su vida pública los llevó a ser famosos, y los registros de sus pensamientos perduraron en el tiempo hasta convertirse en “esos nombres que todos conocemos que dijeron nosequé”. Por ejemplo, todo el mundo conoce la frase de Julio César “Veni, vidi, vici” que los españoles solemos decir como “vini, vidi vinci” en un extraño lipograma que deja fuera el resto de vocales, y con un final más parecido a nuestra terminación “vencí”.
Julio César era un tipo laboralmente activo e hizo muchas más tareas que decir esa frase. Para empezar, fue abogado, cuestor (cargo jurídico) en España, edil, cónsul romano así como general, gobernador, entre otros puestos. Vamos, que no estuvo parado. Y, sin embargo, se le suele conocer como “el tipo que dijo «Veni, vidi, vici» y «Alea jacta est» (la suerte está echada).
Pero lo cierto es que ambas frases son atribuciones. La segunda la recogió Suetonio antes del cruce por parte de Julio César y sus matones del río Rubicón (recordemos que Julio César tenía que matar a los del otro lado del río). Y sobre esta frase hay muchas versiones. Unos afirman que no dijo “jacta”, sino “jaci”. Otros dicen que no fue antes de cruzar el río, sino en medio, y la mayoría aseguran que no hay pruebas ni de lo uno ni de lo otro.
Mucha gente se ha hecho famosa por frases que probablemente no haya dicho, como P.T.Barnum. Este empresario, nacido en 1810, se dio cuenta de la debilidad de la gente ante su propio dinero, y de cómo somos lo suficientemente estúpidos como para gastarlo en algo inútil. Se le conoce como el padre del “show business” millonario, y fue capaz de canalizar a millones de personas directamente a sus carpas de circo. P.T.Barnum tenía un circo, y según él mismo, vendía humo, consideraba estúpidos a aquellos que lo visitaban y aseguraba que era un genio engañando a la gente. Y se le conoce por la frase “A cada minuto nace un idiota”. Una frase que nunca dijo pero que ha calado lo suficiente en la cultura popular como para hacerla de su propiedad.
Lo gracioso de esto es que la frase la dijo David Hannum, un crítico acérrimo de Barnum por el modo en que trataba a la gente. El caso es que David Hannum, a día de hoy, no tiene página de Wikipedia por una frase que sí dijo, y que P.T.Barnum sí que la tiene por algo que no dijo. No hay moraleja porque es cuestión de suerte, pero menuda putada.
Voltaire ha pasado a la historia como el gran mediador y defensor de los derechos civiles y la igualdad. Además de escritor, este tipo dijo “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. El único inconveniente fue, por supuesto, que no lo dijo nunca. Esta historia es aún más enrevesada que las mencionadas antes, ya que la frase falsa fue dicha en una falsa conversación entre Voltaire y otros personajes del volumen “Los amigos de Voltaire”. No deja de ser curioso cómo un Voltaire virtual le dio mil vueltas al auténtico, y plantea que dentro de 100 años creeremos frases de nuestros escritores que fueron creadas por otros autores en sus novelas.
Este problema del famoseo por frases no dichas no solo afecta a personas, sino también a personajes. Por ejemplo, cada vez que Sherlock Holmes era mencionado (en especial en el siglo pasado) la frase “Elemental, mi querido Watson” era dicha por alguien. Una frase que no aparece ni en las cuatro novelas de Conan Doyle ni en los 56 cuentos cortos que escribió sobre Holmes y Watson. La frase proviene de un admirador de Doyle, P.G.Wodehouse, quien la puso en boca de uno de sus personajes.
La mayoría de estas erratas surgen a deformaciones del lenguaje, atribuciones falsas arrastradas a lo largo de mucho tiempo o simples fallos de copiado. Uno de los ejemplos más claros de deformación histórica son los Tres Reyes magos (que no fueron ni tres, ni reyes, ni magos) o las versiones de la Biblia desde sus inicios.
Me ha gustado mucho este artículo. En especial, lo referente a la cita latina atribuida por Suetonio a Julio César «Alea iacta est» (la suerte está echada). Es cierto, muchas frases que conocemos no pertenecen a aquellos autores a quienes se les han atribuido. Al tratar de encontrar las referencias de algunas, uno se topa con grandes sorpresas porque no sólo no las dijeron sino que algunas ni siquiera existieron, como bien dices. De hecho, no hay nada más odioso que hallar citas sin referencia al autor o a la obra de donde procede. Hay quienes las escriben incluso sin entrecomillar como si fueran propias (o tan conocidas que ya se conoce su autoría…) Gracias, gran artículo. Un saludo.
Gracias a ti por leerme, Rachael,
me ha alegrado volver a leer tu comentario 🙂
Sabía el de Julio César, el de «alea jacta est», aunque los historiadores coinciden en que se trata más de ponerse de acuerdo en la interpretación de la traducción, en el sentido de la frase en el momento en el que la pronunció.
Leyendo el artículo, me he acordado de otro caso, esta vez cinematográfico: en Casablanca jamás se dice «Tócala otra vez, Sam». Los personajes dicen «tócala, Sam» o «Toca de nuevo» o cosas similares, pero jamás la mítica frase que pasó a la posteridad. La pena es que no sé por qué pasó a la posteridad, es un poco como lo de «Elemental, querido Watson».
Casablanca es un gran ejemplo. La ficción se ha deformado de acuerdo a una frase que nunca existió hasta tal punto en que la frase más conocida de esa película ni siquiera sale en esa película ^^
Supongo que habrá sido una errata, pero ese «hechada» duele a la vista. Por lo demás, artículo muy interesante.
Hola, Rubén. En efecto, se trataba de una errata. Muchas gracias por darte cuenta, porque cuando el texto es tuyo no importa lo grandes que sean estos fallos, uno está ciego a ellos 😉
Un saludo y gracias de nuevo por el calificativo 🙂