Una de las primeras imágenes de los Tiv, de 1907

Una de las primeras fotografías de los Tiv, de 1907

   Decimos que las obras de William Shakespeare son universales sin que nos tiemble la voz y sin dejar entrever el más mínimo atisbo de duda. Tan universal como lo son los conflictos del amor, de la ambición y de la amistad; o la lucha por el poder; o las reflexiones sobre la vida y la muerte, sobre la realidad y la ficción, sobre la verdad y la mentira. Shakespeare, como pocos escritores, supo darle forma a esos temas comunes a todas las épocas y civilizaciones y transmitirlos a través de los siglos, potenciando su verdad, su fuerza, su eternidad y, en consecuencia, su universalidad.

   Por eso, al hablar de la universalidad de Shakespeare ya no hablamos tanto de literatura como de antropología: si el dramaturgo es universal es porque la naturaleza humana es bastante similar en todo el mundo. Para demostrar que cualquier obra de Shakespeare tiene una única interpretación posible y que esta es universalmente obvia, la antropóloga Laura Bohannan puso en marcha un interesante experimento en 1966: relatar el argumento de Hamlet a un grupo de ancianos de un pequeño y remoto poblado de la etnia Tiv, en Nigeria, y analizar qué interpretaciones hacían de la obra. A partir de la experiencia Laura escribió un artículo titulado «Shakespeare en la selva», que apareció publicado en la revista Natural History ese mismo año.

   «Ayer no, ayer no, sino hace mucho tiempo, ocurrió una cosa. Una noche tres hombres estaban de vigías en las afueras del poblado del gran jefe, cuando de repente vieron que se les acercaba el que había sido su anterior jefe», empezó Laura la narración. Sin embargo, no tardaron en aparecer ciertos problemas de comprensión, ya que los Tiv carecían del concepto de fantasma y a la antropóloga le costó mucho trabajo explicarles qué era el padre de Hamlet. Lo más parecido en su cultura era un presagio enviado por un brujo, pero con los presagios no se podía hablar; tampoco encajaba en su concepto de zombi, un cadáver reanimado por un brujo, ya que al fantasma no se le podía tocar. «Sin duda, en tu país los muertos también pueden andar sin ser zombis», dio por zanjada la discusión uno de los ancianos para que Laura pudiera continuar con su relato.

Trabajo de campo del antropólogo Bronislaw Malinowski

Trabajo de campo del antropólogo Bronislaw Malinowski

   A medida que Laura avanzaba en la historia, sus oyentes la iban importunando y poniéndole objeciones tras cada detalle. Los Tiv parecían no comprender elementos básicos de la trama. Que el tío de Hamlet se casara con su madre solo un mes después del funeral de su padre no solo no les pareció una decisión censurable sino que opinaron que era lo acertado, pues aquella era una costumbre arraigada en su propia cultura. Además no entendían por qué en la historia original no se concretaba un detalle tan importante como si el padre de Hamlet y Claudio eran hermanos de sangre o no; tampoco fueron capaces de comprender por qué Hamlet era hijo único, la relación que tenía con Ofelia o la naturaleza de su locura ‒alguien solo se volvía loco a través de la brujería o porque hubiera visto a los que se ocultan en el bosque‒. El plan de Hamlet para descubrir a su tío representando una obra que mostrara su crimen fue rápidamente desmontado: el príncipe podría haberse ahorrado toda aquella parafernalia si hubiera consultado a un adivino. Y todavía más importante, estuvieron en desacuerdo ante el hecho de que Hamlet se tomara la venganza por su propia mano: «Si el hermano de tu padre ha matado a tu padre, debes recurrir a los compañeros de edad de tu padre; son ellos quienes pueden vengarlo. Nadie puede usar la violencia contra sus parientes de más edad», advirtió uno de los ancianos.

   A duras penas Laura consiguió acabar de contarles Hamlet a aquel puñado de incrédulas personas que prácticamente no conocían del mundo nada más que la sencilla vida de su pequeña aldea. Parecía evidente que las diferencias culturales surgidas a partir de los detalles concretos impedían a los Tiv comprender y aceptar el mensaje universal de la obra. Entonces la antropóloga europea se dio cuenta de que había pecado de una visión excesivamente ególatra de su propia cultura. Lo curioso es que los Tiv también compartían esa misma visión de su propia cultura. «Te creemos cuando dices que vuestra forma de matrimonio y vuestras costumbres son diferentes, o vuestros vestidos y armas. Pero la gente es similar en todas partes. Allí donde sea siempre hay brujos, y somos nosotros, los ancianos, quienes sabemos cómo funciona la brujería», le dijo uno de ellos, y más adelante añadió: «Alguna vez has de contarnos más historias de tu país. Nosotros, que somos ya ancianos, te instruiremos sobre su verdadero significado, de modo que cuando vuelvas a tu tierra tus mayores vean que no has estado sentada en medio de la selva, sino entre gente que sabe cosas y que te ha enseñado sabiduría».

   A pesar de que este experimento tuvo lugar en la década de los 60, nos empeñamos en seguir reafirmando la universalidad de Shakespeare, cuando lo más exacto tal vez sería hablar de su occidentalidad, sin que ello suponga en absoluto un desmérito para las obras del Bardo. Aunque es probable que alguno ya sospechara que detrás del concepto de universalidad hubiera una visión un tanto egocéntrica ya no solo de la cultura occidental sino del ser humano completo. Quizá algún día tengamos la oportunidad de repetir el experimento de Laura Bohannan con extraterrestres y podamos salir de dudas.

Comentarios

comentarios