J. D. Salinger

J. D. Salinger

   Como acentuada costumbre entre lectores, he aprovechado el verano para rebajar la lista de libros pendientes, algunos de ellos considerados clásicos, y he tenido la excelente idea de incluir entre las lecturas de este estío The Catcher in the Rye, de J. D. Sallinger. Confieso que me esperaba una lectura mucho más densa y difícil, pero no ha resultado así, sino que me he topado, para mi sorpresa, con una historia fresca, ligera y de fluidez ágil. Pero la intención de este artículo, a pesar de lo que se pueda deducir de este primer párrafo, no consiste en reseñar el texto, sino resumir la problemática que creó en su día —y que todavía sigue estando muy presente— la traducción de su título al español (el artífice de esta página, Alejandro Gamero, ya se refirió brevemente a esta cuestión en su artículo «Traducciones traidoras de títulos de libros»).

   El texto original se publicó en Estados Unidos en julio de 1951 y diez años más tarde apareció su primera traducción al castellano a cargo de Manuel Méndez de Andés dentro de la argentina Compañía General Fabril Editora, concretamente en la colección Anaquel, bajo el título El cazador oculto. La traducción española, de Carmen Criado, data de 1978, y a ella se debe que la obra sea reconocida en nuestra en lengua con el sintagma El guardián entre el centeno. Veamos, en primer lugar, a qué hace referencia el título inglés. En el capítulo número veintidós de la propia novela, el protagonista y voz narradora, Holden Caulfield, reflexiona sobre su futuro laboral con su entrañable hermana Phoebe:

(…) me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura.

Holden Caulfield «agarrando» niños

Holden Caulfield «agarrando» niños

   Volvamos al título original, The Catcher in the Rye. El término inglés «catcher» hace referencia a un jugador de béisbol cuya misión consiste en coger la pelota que lanza con fuerza otro jugador, el «pitcher», procurando que el bateador adversario no pueda golpearla con el bate. El escritor y periodista argentino Rodolfo Rabanal, en el artículo «El traductor traicionado», publicado el 30 de agosto de 2001 en el periódico La Nación, afirmaba lo siguiente:

«El guardián en el centeno» es estrictamente literal porque responde a las cinco palabras del título en inglés, pero esa literalidad no beneficia el sentido, más bien lo oscurece. Veamos por qué. El guardián es el arquero —como lo llamamos nosotros en el fútbol— o, para ser más claro, el jugador que en el béisbol corre para atrapar la pelota; si ese jugador se encuentra, de manera figurada, en un campo casi idéntico a un trigal, estará evidentemente oculto y fuera del alcance del bateador. En suma, «cazaría» la pelota desde una guarida y se comportaría como un cazador oculto.
Esa es la idea que inspiró el título de Salinger, sólo que en inglés, y en los Estados Unidos, bastaba con la literalidad para establecer la metáfora. Pero en la versión en español era preciso imaginar el propósito de Salinger y dar exactamente la idea que el autor buscaba. En efecto, eso se hizo, y de manera brillante en la traducción argentina. Luego se impuso esta nueva versión y el guardián en el centeno ya no suena a nada.

Holden Caulfield y su hermana Phoebe

Holden Caulfield y su hermana Phoebe

   A modo de pequeño paréntesis, analicemos el nombre del protagonista, Holden Caulfield. Mientras que el nombre escogido para el personaje principal del libro esconde el verbo to hold («agarrar»), su apellido se define como una palabra compuesta formada por dos lexemas, caul y field, es decir, «velo» y «campo». El primero subraya la idea transmitida por el propio personaje en la conversación con Phoebe: su objetivo vital consiste en dedicarse a «agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio»; el segundo nos sitúa en un campo de centeno donde Holden está, precisamente, oculto, velado. Por si no fuera poco, caul también se utiliza en inglés para apuntar la membrana amniótica que envuelve al feto; su empleo nos transmite que el protagonista se encuentra en un estado embrionario: todavía no ha alcanzado la madurez (Holden Caulfield, de hecho, avanza ya las características de la Generación Beat con sus referencias al alcohol, al tabaco y al sexo). Holden Caulfield es, por tanto, un caractónimo, ya que tanto el nombre como el apellido del personaje presentan una carga semántica que deja intuir al lector las características psíquicas del personaje.

   Regresemos al título. Además de todo lo que ya hemos visto que esconde, cabe añadir que también está basado en el poema del escocés Robert Burns «Comin’ Thro’ the Rye», escrito en el año 1782. Holden Caulfield, hablando de él junto a la pequeña Phoebe, se equivoca y cambia un verso: en su boca, la prótasis «If a body meet a body» se convierte en «If a body catch a body» (aquí está, de nuevo, inexacta pero acertadamente, ese lexema catch- de catcher, ese «agarrar» que Holden pretende convertir en su profesión.

   Tras haber expuesto toda la información anterior, quizás haya llegado ya el momento de plantearnos la siguiente cuestión: ¿cuál es, en definitiva, la opción más acertada? A pesar de las críticas disparadas hacia la opción El guardián entre el centeno, como la de Rabanal, este continúa siendo el título más usado en el ámbito hispanohablante para referirse a la obra maestra de J. D. Salinger por la sencilla razón de que se convirtió en el preferido del propio autor, quien desautorizó cualquier otro tras escuchar elogios hacia la traducción española, que reflejaba fielmente el título original. Personalmente, este siempre ha sido el que yo he manejado —su hermano sudamericano me era un completo desconocido hasta hace poco—. En la imagen que se me venía la mente al leer, al escuchar o al utilizar dicho título aparecía un hombre escondido en el pertinente campo de centeno, de espaldas, en actitud contemplativa. Sin embargo, si pienso en un libro titulado El cazador oculto, me imaginaré al protagonista en posición amenazante, con una escopeta o un rifle en las manos, quien obviamente ya no se encontrará en un campo de centeno, sino en un bosque cualquiera, por ejemplo.

Títulos

Títulos

   Con el objetivo de llegar a una conclusión, resumamos pros y contras de ambos títulos: El guardián entre el centeno es demasiado literal, «guardián» no es lo mismo que en inglés catcher —mientras que este último participa de forma activa en el juego, un guardián simplemente vigila, es decir, se mantiene pasivo—. Sin embargo, en ese sintagma se mantiene la referencia al centeno, algo quizá loable teniendo en cuenta que el título original está basado en una canción en la que también se menciona esa planta. Por otro lado, El cazador oculto intenta reformular la metáfora y se aleja de la literalidad, pero demasiado, ya que nos presenta a un protagonista peligroso, aunque nos deja claro que Holden desea permanecer oculto —el propio personaje afirma en la novela: «Pensé que encontraría trabajo en una gasolinera poniendo a los coches aceite y gasolina. Pero la verdad es que no me importaba qué clase de trabajo fuera con tal de que nadie me conociera y yo no conociera a nadie»—.

   En conclusión, ambas soluciones parecen plantear algún problema. En caso de buscar una alternativa, yo me inclinaría por mantener la alusión al centeno, ya que considero que el fragmento del capítulo 22 incluido en este artículo es uno de los pilares de la novela. La mayor dificultad parece residir en que catcher no cuenta con una traducción aceptable en español. ¿Agarrador? Demasiado extraño. Para evitar los errores, quizá sería conveniente recurrir a una neutralización, como El hombre en el centeno —título que semeja un portal a una historia trascendental—. ¿Qué opináis vosotros? ¿Os animáis con alguna propuesta? Puede que entre todos demos con el dardo en el título; algo que, como podréis haber comprobado, no es tarea fácil.

Comentarios

comentarios